En el 2021 elegimos a un gobierno y un Congreso que pusieron fin a tres décadas de crecimiento económico sostenido. ¿Por qué? Porque el gobierno, con la complicidad del Congreso, ha producido el clima de incertidumbre más intenso y prolongado desde el fin del gobierno de Fujimori, que ha paralizado la inversión privada. Y porque el gobierno, en este caso solo, ha desmantelado el capital humano estatal. Los historiadores escribirán en el futuro acerca del crack del 2021.
¿Exagero? Créanme que no.
El economista del desarrollo Lant Pritchet ha publicado un notable trabajo, sobre la base de 89 variables que miden el bienestar, en 167 países. ¿Qué ha encontrado? Que todos los indicadores de bienestar material, monetarios, de necesidades básicas insatisfechas o indicadores multidimensionales están atados a la evolución del PBI per cápita. Que no existe un país en el mundo que haya reducido la pobreza sin un crecimiento económico sostenido. Que tampoco existe un país con crecimiento económico sostenido que no haya bajado la pobreza.
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El largo ciclo de crecimiento económico relativamente alto y sostenido que tuvo el Perú en las tres últimas décadas ha terminado. ¿Exagero? Van tres alarmas que ya se observan hoy.
Uno, el descenso esperado de la inversión privada en este año y su crecimiento cercano a cero el siguiente.
Dos, según las cifras del Fondo Monetario Internacional (FMI), este año, por primera vez en este siglo, con la excepción del 2020, de pandemia, con el crecimiento de 2,6%, el Perú terminará en el tercio inferior entre los países de América Latina y el Caribe (ALC). En el 2001-2021, en promedio, estuvimos en el quinto superior. De quinto superior a tercio inferior en crecimiento: el primer legado de Castillo.
Tercero, el indicador de confianza para invertir de Apoyo Consultoría, descontando los años 2008 y 2020-2021, de crisis internacional y de pandemia, respectivamente, está en su nivel más bajo desde el 2004.
Hacia adelante el panorama es más feo. ¿Por qué? Porque las posibilidades para una resurrección de la inversión privada, el determinante más importante del crecimiento económico, en las condiciones actuales, son nulas. ¿Por qué?
Porque, en primer lugar, la incertidumbre que enfrentan los empresarios para invertir hoy es similar a la del Perú de fines de los ochenta. Antes, era la hiperinflación la que nublaba la vista de los empresarios; hoy, es la crisis política. Los empresarios de hoy y entonces no tienen idea de cómo será el siguiente semestre. Los de hoy se preguntan: ¿vacarán al presidente? Y si no lo vacan, ¿seguirá gobernando como hasta ahora?
Porque, en segundo lugar, no es posible que un proyecto de inversión privada importante avance sin el concurso del capital humano estatal. ¿Cómo es eso?
Veamos el ejemplo de la minería y la agroexportación. Estos motores de inversión y crecimiento económico son producto de una mezcla inteligente de lo que Dios nos ha dado, los minerales y la enorme costa peruana que siempre han estado allí, con los insumos proporcionados por una burocracia pública sofisticada, que produjo leyes especiales, impulsó megaproyectos de irrigación, modernizó Senasa, y un largo etcétera.
En teoría, tenemos la tecnología para crear nuevos motores de crecimiento. En la práctica, se ha desarticulado el capital humano estatal para hacerlo. ¿Exagero? Dos ejemplos que son indicios de que este gobierno está disputando la punta del campeonato de peor gobierno a García I.
Uno, el caso de Petro-Perú. En setiembre del 2021, la junta general de accionistas conformada por representantes de los ministerios de Energía y Minas (3) y de Economía y Finanzas (2) nombró al directorio de Petro-Perú, entre ellos a Hugo Chávez. Ese directorio eligió gerente general al mismo Chávez. El 2 de marzo de este año, por falta de acceso a información, PwC se negó a auditar los estados financieros de Petro-Perú. Debido a este hecho, días después, S&P rebajó la calificación de la deuda de largo plazo de Petro-Perú al grado “basura”. En setiembre, Fitch hizo lo mismo. Como resultado, Petro-Perú se convirtió en un paria en los mercados de crédito, ni los bancos locales querían prestarle, hasta quedar sin liquidez para pagar por los combustibles importados. El gobierno tuvo que organizar un salvataje. La gracia de elegir directores incompetentes costó casi un punto del PBI.
Segundo ejemplo, el del Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), ministerio que explica casi la mitad de la inversión del Gobierno Nacional. ¿Qué ha pasado? En el período enero-octubre de este año, con relación al mismo del año anterior, la inversión del MTC ha descendido en 29% en términos reales, ¡casi como en la pandemia!
¿Qué hacer con la incertidumbre política y el depreciado capital público estatal que está paralizando la inversión privada y el crecimiento económico sostenido y, en consecuencia, el progreso económico del país? ¿Me ayudan con la respuesta?