Por el Instituto Peruano de Economía (IPE)
Uno de cada cinco peruanos es pobre. La pobreza monetaria durante el 2016 alcanzó al 20,7% de la población. Así, la tasa de pobreza acumula 12 años consecutivos de caída (solo se tiene información comparable desde el 2004). Aunque la mejora ha sido notable, aún se necesita seguir avanzando de forma rápida. Follow @EconomiaECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
La dinámica de la reducción de la pobreza monetaria es especialmente importante para un gobierno que se ha puesto como meta que la pobreza alcance solo al 10% de la población al 2021.
Entre el 2004 y 2016, la pobreza se redujo de 58,7% a 20,7%, así aproximadamente 9,6 millones de personas salieron de la pobreza en ese período. La dinámica de esta reducción, sin embargo, se ha desacelerado significativamente. La disminución promedio anual de la pobreza fue de 5,4 puntos porcentuales (pp.) en el período 2004-2008, 2,9 pp. entre el 2009 y 2012 y solo 1,3 pp. entre el 2013 y 2016.
Como menciona la ex ministra de Desarrollo e Inclusión Social Carolina Trivelli: “Cuando se está ya por debajo del 30% de pobreza, los avances son lentos, cada punto adicional de reducción implica un esfuerzo mayor”.
EFECTOSLa reducción de la pobreza se puede descomponer en dos efectos: el efecto crecimiento, que resulta del crecimiento económico y de mejores empleos; y el efecto distribución, que es consecuencia de la función redistributiva del Estado a través de políticas y programas sociales como Juntos y Pensión 65.
Respecto del aporte de cada uno, a excepción del 2015, el efecto crecimiento explicó –de manera casi exclusiva– la reducción de la pobreza. Dicho efecto, sin embargo, se desaceleró fuertemente durante el período 2007-2015 y recién se recuperó en el 2016. El crucial impacto del crecimiento económico y del acceso al mercado se tradujo en mayores ingresos reales provenientes del trabajo, que durante el 2016 registraron un crecimiento de 2,1%, el más alto en los últimos cuatro años.
Sobre el efecto distribución, el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social indicó que, con la maduración de los programas sociales Juntos y Pensión 65, el número de beneficiarios disminuiría por los menores niveles de pobreza –que reduce su población objetivo–, y por la ejecución de los mecanismos de control para disminuir la filtración (beneficiarios del programa que no requieren de la asistencia pública, pero que de todos modos la reciben).
En ese sentido, el número de hogares afiliados a Juntos se redujo en 5,2% durante el 2016 (42.413 hogares) por primera vez desde su creación. Un punto adicional para tomar en cuenta en esta discusión es que el impacto de programas como Juntos no se limita a transferencias de dinero, sino que –a través de la promoción del uso de servicios de salud y educación para los menores– también fortalece en el capital humano de largo plazo y la productividad de la población más pobre.
Para alcanzar la meta de la actual administración de 10% de pobreza al 2021 se requiere una reducción promedio de 2,1 pp. cada año, cerca del doble de la reducción durante el 2016. Estimaciones iniciales apuntan a que el crecimiento económico promedio anual debería estar por encima del 4,5% durante los próximos años para conseguir el objetivo.
Finalmente, es destacable que –paralelo a la reducción de la pobreza– la distribución de ingreso viene mejorando consistentemente.
Así, el gasto de los hogares más pobres aumentó proporcionalmente más que el gasto de los hogares más ricos. En el período 2004-2016, el gasto real de los hogares en el primer decil (es decir, el 10% de hogares más pobres) registró un crecimiento acumulado de 63,4%, mientras que el gasto de los hogares en el décimo decil (el 10% de los hogares más ricos) creció 9%. Esta diferencia explica la rápida reducción de la pobreza y de la desigualdad. El coeficiente de Gini, que mide la desigualdad en el ingreso –donde 0 implica perfecta igualdad y 1 perfecta desigualdad–, pasó de 0,49 en el 2004 a 0,44 en el 2016.