Hace 50 años, el gobierno militar de Brasil inició una fase considerada como la más represiva del régimen castrense.
El inicio de ese período en 1968 estuvo marcado por el cierre del Congreso Nacional, la tortura de los oponentes políticos y la muerte y desaparición de más de 400 personas, según el reporte de la Comisión Nacional de la Verdad.
Sin embargo, aún es frecuente que la etapa del régimen militar que se extendió entre 1964 y 1985 sea recordada por algunas personas con cierta nostalgia, como una época marcada por el fuerte crecimiento de la economía, que llegó a conocerse como un “milagro económico”.
La economía de Brasil nunca creció tanto, ni antes ni después. La tasa promedio de esos años se ubicó en torno al 10% anual.
Sin embargo, los expertos destacan que el régimen militar dejó al país con una herencia maldita para la economía, como el agravamiento de algunos problemas aún vigentes, entre ellos, el endeudamiento del sector público y el crecimiento de la desigualdad social.
“El gobierno militar, cuando asume el poder en 1964, se enfrenta a una etapa de gran desorganización de la economía, con un déficit fiscal, alta inflación y desempleo. Había una gran erosión del modelo económico previo, con el fracaso del plan trienal”, le dice Vinicius Müller, profesor de historia económica, a BBC News Brasil.
“Ellos se encargaron de modernizar la economía, pero esto tuvo un alto costo, que terminó siendo pagado después de la vuelta a la democracia, como la hiperinflación y una estratosférica deuda externa”, agrega.
Incluso servicios públicos como la educación fueron restringidos y sufrieron una evidente reducción de la inversión estatal. El desarrollo de la industria, por otro lado, se produjo a costa de un gran endeudamiento público.
La deuda externa de Brasil se multiplicó por 30. Si el Producto Interno Bruto creció como nunca antes, la represión limitó el poder de negociación de los sindicatos y los salarios de los trabajadores se hundieron durante dos décadas de ajustes por debajo de la inflación.
BBC News Brasil analizó los datos del período militar y entrevistó a historiadores, economistas y sociólogos para hacer una radiografía del legado socioeconómico de ese régimen.
Estos son los aspectos más destacados.
¿HUBO MENOS CORRUPCIÓN?Se habla poco sobre la corrupción durante el régimen militar, pero ¿significa eso que no existía?
El ambiente del régimen militar era “ideal para las prácticas corruptas”, según el profesor Pedro Henrique Pedreira Campos, del Departamento de Historia y Relaciones Internacionales de la Universidad Federal Rural de Río de Janeiro.
“Las propias instituciones del Estado, como la Policía Federal, la Fiscalía y los tribunales sufrieron grandes limitaciones en sus tareas durante ese período. Los mecanismos de inspección o no existían o estaban amordazados: la prensa, la oposición política, el Parlamento”, señala Campos.
Agrega que, pese a esas circunstancias, algunos casos surgieron a la luz, especialmente durante el período de transición política.
Ese fue el caso, por ejemplo, del Reporte Saraiva, sobre el supuesto cobro de sobornos por parte de Antonio Delfim Netto, entonces ministro de Finanzas, para contratos de obras de ingeniería y financiamiento de equipos para plantas hidroeléctricas. Netto siempre ha negado esas acusaciones.
“El propio Servicio Nacional de Información (SNI), la agencia de espionaje del régimen militar, atrapó a algunos ministros, empresarios y funcionarios públicos por cobrar sobornos y recibir recursos ilegales de las empresas para otorgar favores”, señala.
“No porque tuviéramos menos noticias sobre corrupción había menos (actos de corrupción), sino más bien que la corrupción era deliberada. Lo que sabemos y se hizo público es probablemente la punta del iceberg de las irregularidades que fueron cometidas en ese período”, señala Campos.
CRECIMIENTO CHINOEs un hecho que el Producto Bruto Interno (PBI) de Brasil creció durante el mandato de los militares. Al inicio del régimen el crecimiento era lento debido a las medidas tomadas para contener la inflación que ya alcanzaba casi 100% al año.
Pero para 1968 la economía había despegado. Se inició un período de cinco años que fue conocido como el “milagro económico”, durante el cual el país creció a tasas sin precedentes.
En 1973, en la cima del “milagro”, el PBI creció 14%.
El PIB per cápita pasó de US$261 en 1964 a US$1.643 en 1985.
En 1964, un brasileño ganaba en promedio el equivalente a 17% del ingreso promedio de un ciudadano estadounidense. Y para 1978, el ingreso promedio en Brasil había subido hasta 28% del de un estadounidense. El problema es que no todo el mundo se beneficiaba por igual.
“Los militares lograron resultados muy positivos desde el punto de vista económico durante la primera mitad del régimen: lograron controlar inicialmente la inflación, aumentaron la productividad, modernizaron la maquinaria pública y el parque industrial y fortalecieron el Estado”, dijo Guilherme Grandi, profesor de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad de Sao Paulo.
La tasa de inversión pública en relación con el PBI pasó de casi 15% en 1964 a 23,3% en 1975.
“Pero, ¿cómo se hizo? En un ambiente autoritario y a expensas de muchas vidas”, señala.
Con ese crecimiento, también vinieron muchos empleos, en especial en la industria.
En 1965, la industria empleaba dos millones de personas. Veinte años más tarde, en 1985, eran 3,5 millones.
La inflación también cayó de 92% en 1964 a 15,6% en 1973.
¿Pero, cómo fue posible todo esto? Fue la consecuencia de una serie de factores.
Los militares estimularon la llegada de capital extranjero, las exportaciones y aplicaron medidas para proteger las inversiones financieras, como la corrección monetaria. También aplicaron reformas financieras y fiscales.
“La creación del Banco Central (1964), que maneja la política monetaria, se produjo en esta etapa”, recuerda Grandi.
El gobierno también apostó por hacer grandes obras de infraestructura como el puente Rio-Niterói, la megaplanta de Itaipú, las plantas de energía nuclear de Angra, las petroquímicas y la autopista Transamazónica.
Pero gran parte de este “milagro” solo fue posible gracias al dinero que llegó del exterior. Fue una época de alto endeudamiento. El capital foráneo llegó a Brasil tanto a través de las multinacionales, que hallaron en el país un ambiente más favorable, como por la obtención de créditos de instituciones internacionales.
Los militares también invirtieron en un programa para desarrollar el parque industrial. La zona franca de Manaos, por ejemplo, se formó en esa época y muchas compañías aprovecharon las exenciones de impuestos para establecerse allí.
La idea era sustituir las importaciones, esto es, impulsar el crecimiento de la producción nacional de bienes que eran importados a un alto costo en dólares para la balanza comercial externa.
Quienes defendían una economía bajo un fuerte control del Estado vivían su momento durante el gobierno militar. En total, unas 274 empresas estatales fueron creadas durante ese periodo, incluyendo Nuclebras (energía nuclear), Infraero (aeropuertos) y Telebras (telefonía).
El crecimiento durante la primera mitad del régimen militar llevó a un aumento de la oferta de empleos, lo que a su vez ayudó a expandir el consumo doméstico.
Las oportunidades de trabajo atrajeron a mucha población rural hacia las ciudades, pero estas no estaban preparadas para recibir esta ola de nuevos habitantes. En 1960, más de la mitad de la población del país vivía en el campo pero para cuando el régimen militar tocó su fin, siete de cada 10 brasileños vivía en las ciudades.
SALARIOS Y SINDICATOSPero la factura por el “milagro económico” no fue pequeña. Al inicio del régimen militar la inflación fue controlada pero a costa de los trabajadores. Los salarios se quedaron rezagados, al cambiarse la fórmula para ajustarlos de acuerdo con la inflación.
Así, los incrementos de los sueldos eran insuficientes para recuperar las pérdidas causadas por el aumento de los precios y se reducía su capacidad de compra.
Entre 1964 y 1985, el salario mínimo cayó 50% en términos reales.
Este ajuste de los salarios se produjo en parte como resultado de la intervención de los militares en los sindicatos, reduciendo el poder de negociación de los trabajadores. Muchas de estas asociaciones fueron desmanteladas y varios de sus líderes fueron arrestados o sustituidos por partidarios del gobierno.
Al mismo tiempo, se redujo la tasa máxima de impuesto sobre la renta, beneficiando a los más ricos, y se otorgaron varias exenciones de impuestos al sector empresarial.
RICOS MÁS RICOSDesde el punto de vista de los militares, primero había que “hacer que crezca el pastel y luego distribuirlo”. Esta frase, que se hizo famosa, fue dicha por Delfim Netto, ministro de Finanzas entre 1967 y 1974, quien es considerado como el padre del “milagro económico”.
Las medidas aplicadas, sin embargo, acentuaron la desigualdad social en formas nunca antes vistas, aumentando sensiblemente la concentración de riqueza.
En 1964, el 1% más rico de la población concentraba entre 15% y 20% de todo el ingreso nacional. Al final del régimen militar, esa cifra se ubicaba en casi 30%, según un estudio realizado por Pedro Ferreira de Souza, un investigador del Instituto de Investigación Económica Aplicada (Ipea, por sus siglas en portugués).
“Mi estudio muestra que la desigualdad no era una consecuencia del milagro económico pero que se acentuó con decisiones del régimen militar que pusieron el coste del ajuste sobre los trabajadores”, dijo Souza a BBC News Brasil.
EL SHOCK PETROLERO DE 1973La trayectoria de crecimiento del PIB de Brasil comenzó a cambiar en 1973, durante el embargo realizado por los países árabes exportadores de petróleo en contra de los países considerados como aliados de Israel.
El precio del barril de petróleo se cuadruplicó, lo que afectó a países importadores como Brasil. El crédito internacional se volvió escaso repentinamente, por lo que la economía brasileña comenzó a enfrentar dificultades. La renegociación de la deuda externa tuvo que hacerse a tasas de interés más altas.
De 14% en 1973, la tasa de crecimiento del PIB cayó a 9% el año siguiente y a 5,2% en 1975.
Pero los militares decidieron no renunciar al modelo económico. Afirmaban que el país debía seguir creciendo a cualquier costo.
La opción fue seguir incrementando la deuda. En 1979, cuando se produjo una nueva crisis del petróleo tras el triunfo de la revolución iraní, la economía de Brasil sufrió otro golpe. Pero las políticas económicas se mantuvieron.
MENOS INVERSIÓN EN EDUCACIÓNMuchas personas no saben que el proceso de deterioro de la educación pública en Brasil tomó fuerza durante el régimen militar.
Hubo algunos avances. La tasa de analfabetismo cayó de 33,6% en 1970 a 20% en 1991. También hubo un mayor énfasis en la educación de posgrado, especialmente en el campo de la ciencia y la tecnología.
Sin embargo, la expansión de la educación no estuvo acompañada de un aumento de la inversión en ese sector que, por el contrario, disminuyó.
La Constitución de 1967, aprobada durante el régimen militar, trajo dos cambios que alterarían el rumbo de la política educativa de Brasil.
Primero, eliminó la obligación de realizar una inversión pública mínima en el sector.
En el gobierno anterior, la legislación estableció que debía invertirse al menos 12% del PIB en educación. Además, se obligaba a los estados y municipios a destinar 20% de su presupuesto a esa materia.
En 1970, ese porcentaje cayó a 7,6% del PIB y luego, en 1975, a 4,31%. En 1978, se recuperó ligeramente hasta 5%.
El segundo cambio fue la apertura de la educación al sector privado, en especial en el nivel universitario.
Datos recopilados por Dermeval Saviani, un profesor emérito de la Universidad Estatal de Campinas y estudioso del tema, revelan que durante el régimen militar hubo una gran expansión de la educación superior.
“El gran peso de esta expansión se debió a la iniciativa privada: entre 1968 y 1976, el número de instituciones públicas de educación superior saltó de 129 a 222, mientras que las instituciones privadas pasaron de 243 a 663”, explica Saviani.
Los militares también extendieron la educación básica obligatoria de cuatro a ocho años.
“El cambio fue positivo pero no estuvo acompañado de un aumento de los fondos en la misma proporción”, señala el investigador.
Como consecuencia, no había maestros suficientes y el entrenamiento de nuevos educadores se vio obstaculizado. Todo esto terminó perjudicando a las escuelas públicas.
La bancarrotaEl modelo económico adoptado por el régimen militar demostró ser un “castillo de arena”, según expertos entrevistados por BBC Brasil.
La inflación, controlada inicialmente, explotó durante la segunda mitad del período. En 1985, el índice anual ya superaba el 231%. Cuatro años más tarde, durante el gobierno de José Sarney, escogido en una votación indirecta por el Congreso, la inflación llegó a casi 2.000% en un año.
La deuda pública se incrementó de 15,7% del PIB en 1964 a 54% del PIB en 1984, cuando los militares dejaron el poder.
La deuda externa se multiplicó por 30. Pasó de US$3.400 millones en 1964 a más de US$100.000 millones en 1985.
Y, aunque el ingreso promedio mejoró, el salto que dio Brasil fue mucho menor al de Corea del Sur, cuya trayectoria frecuentemente se compara con la del gigante sudamericano.
En 1964, el PIB per cápita de Corea del Sur era de US$123,59 -la mitad del brasileño-. En 1985, cuando acabó el régimen militar en Brasil, el PIB per cápita surcoreano ya era 50% más alto: US$2.457.
En 1982, aún bajo el régimen militar, Brasil cayó en bancarrota. Comenzó la crisis de la deuda, en lo que se conoció como “la década perdida”, que puso fin al modelo de fuerte crecimiento del país sobre la base del endeudamiento externo y de la aplicación de políticas de desarrollo como la sustitución de importaciones.
Cinco años más tarde, el país declaró una moratoria: el presidente José Sarney anunció la suspensión indefinida en el pago de intereses de la deuda externa. No había más dinero y la inflación era alta.
En ese escenario, los militares se despidieron del mando. Básicamente, dejaron una cuenta pendiente muy alta para la democracia, que se conoció como la “herencia maldita”.