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(EFE). La trayectoria de la distribución del ingreso en Brasil y otros países periféricos va a la contramano de la teoría de la desigualdad lanzada por el economista francés Thomas Piketty en el “El capital en el siglo XXI”, de acuerdo a un foro de economistas brasileños reunidos hoy en Sao Paulo.
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El ministro de Asuntos Estratégicos de Brasil, Marcelo Neri, presentó en el foro varias estadísticas oficiales para demostrar la complejidad del caso brasileño en la reducción de desigualdad.
“En la última década, el índice Gini, que es usado para medir la desigualdad, se ubicó a niveles de los años sesenta”, dijo Neri, quien mostró que el indicador era de 0,63 en 1991 y se redujo a 0,6 en 2010.
Neri afirmó que el Gobierno de la presidenta Dilma Rousseff logró en 2014 retomar la reducción de la desigualdad en el país luego de dos años de estancamiento en ese sentido, aunque aclaró que la medición del índice Gini “capta mejor la renta de los ricos que la de los pobres”.
“Al contrario de lo que muestra el libro de Piketty, aquí la desigualdad entre municipios de Brasil cayó 80 % entre 2000 y 2010”, resaltó el ministro en el foro convocado por la universidad Fundación Getulio Vargas (FGV).
Para Neri, la actualidad mundial es la más virtuosa de la historia, con indicadores como un aumento de 30 años en un siglo sobre la expectativa de vida de las personas, pero advirtió que los procesos de avances no son lineales.
Puso como ejemplo a Sudáfrica, cuyo índice Gini aumentó la desigualdad a partir del fin del régimen segregacionista blanco del apartheid.
Sin embargo, en el mismo foro, el exministro Carlos Bresser Pereira elogió el trabajo de base de los datos usados por Piketty y apuntó que una de las claves del gran éxito internacional de “El capital en el siglo XXI” es hablar de las desigualdades en el sistema tributario, lo cual beneficia a los más ricos.
“El libro en términos teóricos deja qué desear, aunque para mí es un gran libro”, afirmó Bresser.
El especialista, uno de los mayores defensores del desarrollismo y la devaluación del real para “reindustrializar” el país, sostuvo que a Piketty le faltó incluir en los “males” de la distribución de la renta al “capitalismo financiero rentista” y a la influencia en las corporaciones multinacionales de los bonos financieros.
Bresser afirmó que Brasil, al contrario de la tendencia en el mundo desarrollado y sobre todo en Estados Unidos, logró “redistribuir los volúmenes de salarios” desde que en 2003 asumió Luiz Inácio Lula da Silva la Presidencia, por su política de mejorar los salarios mínimos.
No obstante, afirmó que desde la apertura económica de 1991 el país vive un “mal holandés” que es la “desindustralización progresiva producto de una inflación pasada y la preferencia por una era de consumo indefinido y miedo a la devaluación de la moneda”.
Bresser aseveró que la pérdida de salario y la inflación producto de una devaluación serán males menores y pasajeros.
Para el economista, quien fue ministro de Economía en 1987 bajo el Gobierno de José Sarney y de Ciencia y Tecnología y Reforma del Estado en los años noventa de Fernando Henrique Cardoso, Brasil debe devaluar un 25 % el real para tener competitividad en el comercio mundial.
Sobre el libro de Piketty también opinó el economista Samuel Pessoa, considerado hombre de consulta del candidato opositor presidencial Aecio Neves, quien dijo admirar el libro del francés, aunque tenga “el pecado de no tener en cuenta la globalización”.
En ese sentido, destacó la importancia de China e India en la conformación del comercio mundial y señaló que “El capital en el siglo XXI” está demasiado enfocado en la experiencia de concentración de renta de Francia.
Pessoa, de la Fundación Getulio Vargas, no descartó que el libro de Piketty a pesar de las objeciones hechas por algunos economistas le pueda rendir un reconocimiento internacional al francés, incluso un Premio Nobel.
Desde su publicación esta primavera en Estados Unidos por Harvard University Press, economistas de todo el mundo están hablando sobre “El capital en el siglo XXI” y no han faltado incluso comparaciones superlativas con figuras icónicas del pensamiento económico como Adam Smith, John Stuart Mill y John Maynard Keynes.