La más reciente crisis política peruana causada por Pedro Castillo, su intento de disolver el Congreso y la respuesta del Poder Legislativo de vacarlo por incapacidad moral, invita a mirar hacia otros países de la región.
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¿Los vecinos viven o han vivido situaciones similares?
Si bien es cierto que el escenario más cercano podría ser el de la vicepresidenta de Argentina, Cristina Kirchner -condenada por corrupción por un tribunal penal-, es necesario revisar la historia para encontrar momentos en los que los líderes políticos fueron cesados u obligados a dimitir.
El analista ecuatoriano y director ejecutivo de la Fundación Ciudadanía y Desarrollo, Mauricio Alarcón, recuerda el contexto de la destitución de Abdalá Bucaram. En febrero de 1997, el mandatario de Ecuador fue obligado a dejar el cargo. “Es un caso muy parecido al peruano porque el Congreso trató de cesarlo por incapacidad moral”, adelanta.
“Entonces hubo denuncias de corrupción en contra de funcionarios, así como de familiares de Bucaram. Pero bastaba ver la Constitución para darse cuenta de que no se hablaba de incapacidad moral, así que los parlamentarios forzaron la idea y lo acusaron de incapacidad mental. Y como en la política solo valen los votos, se ofició su destitución a pesar de no tener sustento legal”.
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La falta a la Constitución pasó desapercibida por la gran impopularidad de Bucaram. “Él colocó a sus hermanos en varios ministerios y la situación fue tan crítica que, a la semana de ser elegido, su hijo mayor hizo una fiesta dentro de un avión de la aerolínea pública”.
Alarcón dice que el vaso rebalsó cuando el presidente anunció la eliminación del subsidio al gas de uso doméstico.
Le siguió en el cargo Fabián Alarcón, agrega el especialista, a pesar de que su ascenso al poder fue ilegal -”la sucesión presidencial a manos del vicepresidente no estaba incluida en la Constitución”-. Con eso en mente, Alarcón convocó a un referéndum que ratificara la destitución de Bucaram y a él en el puesto. “Ambas fueron confirmadas con más del 55% de votos”.
Al terminar su mandato en 1998, Jamil Mahuad tomó el poder.
La siguiente gran crisis se sucedió en el 2005, cuando el presidente Lucio Gutiérrez fue apartado del cargo.
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Dice Alarcón que el nepotismo -”su hermana y cuñado fueron involucrados en casos de corrupción en la función pública”- lo debilitó, pero que el descrédito se lo debió a sus intentos de limpiar a Bucaram.
Solo duró poco más de dos años en el poder.
“Él cayó cuando decidió meterle mano a la justicia para permitir el regreso de Bucaram. Avaló con su mayoría y aliados del ‘bucaramato’ la destitución de magistrados de la Corte Nacional de Justicia, y designó a un amigo de Bucaram para ese cargo. Tan pronto este asumió, anuló los procesos del expresidente”.
En su caso, dice el analista, no hubo ‘impeachment’.
“Se sucedieron protestas en las calles, llamadas La rebelión de los forajidos, y Gutiérrez tuvo que salir corriendo porque la turba quiso tomar Palacio de Gobierno y matarlo. Él huyó en un helicóptero y el Congreso ratificó el abandono del cargo”.
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Otros rincones de Latinoamérica
Bolivia, en el 2019, también pasó por una crisis similar.
Evo Morales tentaba un cuarto mandato presidencial, pero necesitaba del apoyo de la ciudadanía -a través de consulta popular- para habilitar su reelección. “En medio de una fuerte convulsión social y acusaciones de fraude, renunció y salió del país”, anota AFP.
Quien tomó el poder fue Jeanine Áñez, quien por las irregularidades en torno a su ascenso a la presidencia fue condenada a diez años de cárcel.
En el 2015, Guatemala vivió una situación parecida. Entonces, el Parlamento le quitó la inmunidad al presidente Otto Pérez, quien era acusado de dirigir un “sistema de corrupción en las aduanas”. Recuerda la agencia AFP que, antes de ser cesado, dimitió.
Esta semana, Pérez fue “condenado a 16 años de cárcel”.
Asimismo, se recuerda que, en junio del 2009, el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, fue arrestado y expulsado del país. Él alistaba un referéndum para cambiar la Constitución -una de las modificaciones le habría permitido reelegirse-.
AFP añade: “También el presidente venezolano Hugo Chávez fue blanco de un golpe militar en abril de 2002 en el que fue arrestado antes de volver al poder dos días más tarde gracias a manifestaciones populares”.
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La potencia de la región
Brasil también vivió, hace pocos años, este tipo de crisis política. Ahí está la presidenta Dilma Rousseff, destituida el 31 de agosto del 2016.
Para entender dicha situación hay que remontarse al 2013, sostiene André Coelho Grisul, profesor de Ciencia Política de la Universidad Federal de Río de Janeiro. Entonces hubo manifestaciones que rechazaban el aumento de la tarifa de los buses, y la derecha y extrema derecha “las utilizaron para disminuir la popularidad de Rousseff”.
Al año siguiente, ella se postuló a la reelección y venció por un margen estrecho a Aécio Neves. “Él no aceptó los resultados y creó un problema gravísimo, muy similar a lo que sucedió en el Perú con Keiko Fujimori”.
“Desde ese momento, Rousseff empezó a perder el apoyo del Congreso y el presidente de la Cámara de Diputados hizo de todo para obstaculizar e impedir que gobernara. Allí fue que el vicepresidente, Michel Temer, cortó relaciones con el Gobierno y se mostró como la opción para pacificar el país”, añade Coelho.
Sin poder y sin el apoyo de la ciudadanía, se sucedieron manifestaciones en contra suya y se inició el proceso de ‘impeachment’.
Temer tomó la posta e intentó virar el Gobierno, que hasta ese momento era de centro de izquierda, hacia la derecha.
El asunto es que, en el 2017, Temer fue acusado de corrupción y de colocar a sus cercanos en ciertos ministerios. Coelho explica: “Pero la diferencia con Rousseff es que él es un político muy hábil y consiguió la mayoría en el Congreso. Hubo más pruebas en contra suya que contra la exmandataria, pero él controlaba el Parlamento”.
Según AFP, en dos ocasiones, Temer tuvo el apoyo de los diputados y evitó los problemas.
Antes que ellos, quien también vivió momentos turbulentos fue el presidente Fernando Color de Mello, quien dimitió en diciembre de 1992 luego de que el Senado lo investigara por corrupción.
En conclusión, Coelho propone: “Es claro que los presidentes que no consiguen la mayoría en el Congreso y pierden su coalición, pueden caer. Pero a diferencia del Perú en donde existe la figura de incapacidad moral, en Brasil no es tan fácil sacar a un presidente. Solo sucede cuando cometen un delito”.
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