Las elecciones en Estados Unidos están muy reñidas. Luego de que la candidata demócrata, Kamala Harris, tomara una ventaja inicial en las preferencias electorales, en los últimos días Donald Trump, su contendor del partido republicano, ha cerrado las diferencias y en la mayoría de los “swing states” (los siete estados en los que probablemente se decida la elección) ha pasado adelante en las encuestas.
Sin embargo, los resultados de estos sondeos electorales están dentro del “margen de error” estadístico por lo que la contienda aún no está definida. ¿Cuáles serían los probables impactos económicos globales y sobre emergentes en caso gane uno u otro candidato? Para abordar esta pregunta, veamos, de manera general, qué están proponiendo Harris y Trump.
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PROPUESTAS DE KAMALA HARRIS
La candidata demócrata ha ofrecido recortes de impuestos y facilidades tributarias que beneficiarían a la clase media (crédito fiscal por la tenencia de hijos, incentivos tributarios para la construcción y adquisición de viviendas). Pero, de otro lado, también ha señalado que financiaría estas propuestas con una elevación de los impuestos a empresas y personas de altos ingresos.
En el balance, el impacto sobre el déficit fiscal y, por lo tanto, las tasas de los bonos del Tesoro (un referente mundial del costo del crédito) sería acotado. Más aún, dado que parece difícil que los demócratas retengan el Senado, es poco probable que un eventual gobierno de Harris pueda implementar medidas fiscales radicales.
Así, es posible que una administración de la actual candidata demócrata sea similar a la del presidente Biden, con algún aumento del déficit público y una continuidad del proceso gradual de fragmentación económica mundial en dos bloques que se ha venido observando en los últimos años: EE.UU. y China.
PROPUESTAS DE DONALD TRUMP
El escenario bajo una segunda administración de Trump parece ser más desafiante. En la agenda del representante republicano se identifican tres ejes principales que tendrán impactos económicos globales: (i) medidas proteccionistas más radicales (imposición de un arancel universal de 10% y de 60% para China), (ii) mayor expansión fiscal mediante amplios recortes tributarios, en particular para empresas, y un aumento del gasto público en defensa, y (iii) un endurecimiento de las políticas anti-migratorias. Estos puntos implican un escenario más inflacionario para EE.UU. y de tasas de interés más altas.
El aumento de los aranceles inducirá un salto en el nivel de precios, con efectos de segunda vuelta vía una elevación de las expectativas inflacionarias. Además, la mayor laxitud fiscal generará presiones de demanda y las restricciones migratorias pueden elevar los costos salariales. En este contexto, las tasas de interés en EE.UU. (que son referentes globales) serán más elevadas (para contener las presiones sobre los precios y por preocupaciones sobre la sostenibilidad fiscal que se traduce en una elevación de la prima por plazo o term premium) y, por lo tanto, el dólar tenderá a fortalecerse.
Cabe recordar que luego del sorpresivo triunfo de Trump en 2016, el dólar se apreció, en promedio, alrededor de 3%, con respecto a otras divisas, durante las dos semanas posteriores a los resultados electorales. Es cierto que en esta ocasión una victoria de los republicanos no sería una sorpresa completa, pero, de otro lado, las medidas proteccionistas son más agresivas, por lo que cabe esperar un fortalecimiento del dólar adicional a lo que hemos visto en los últimos días en el contexto de realineamiento de las expectativas de los mercados frente a una eventual victoria republicana.
A corto plazo, las medidas de Trump no tendrían mayor impacto sobre la actividad económica de EE.UU. (incluso podría mejorar en alguna medida) debido al mayor impulso fiscal y, posiblemente, por un clima pro negocios favorable. Sin embargo, a mediano plazo, la elevación de los aranceles lastrará el comercio y el crecimiento.
Finalmente, el escenario de tasas de los bonos del Tesoro americano más altas y de fortaleza del dólar que se anticipa bajo Trump pesarán sobre los mercados financieros emergentes, induciendo presiones cambiarias y estresando las condiciones crediticias. Pero habrá diferencias. En aquellos mercados emergentes en los que la inflación aún esté lejos de la meta, eventualmente, el ciclo de recortes de la tasa de política monetaria podría detenerse.
Además, en los que tengan grandes desbalances externos un ajuste cambiario significativo sería necesario. Por el contrario, los países emergentes que ya han recuperado un entorno de estabilidad de precios y no tienen requerimientos de financiación externa significativos (Perú cumple ambas condiciones) estarán mejor preparados para enfrentar las turbulencias provenientes del exterior.
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