Cada nación necesita una idea unificadora. A los estadounidenses les encanta verse a sí mismos como defensores de los mercados libres y del afán empresarial y han sido durante mucho tiempo más receptivos a los empresarios que la mayoría del mundo occidental.Follow @PortafolioECpe!function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Pero la crisis financiera del 2008 empañó la autoimagen de EE.UU. (con, por ejemplo, la ‘fealdad’ del apoyo estatal a las hipotecas). El halo empresarial también está empezando a desaparecer, debido a que las crecientes cantidades de trámites burocráticos están ocasionando problemas para las compañías start-ups, en relación tanto con el pasado como con el resto del mundo.
Sigue a Portafolio en Facebook
Consideremos un impactante informe emitido por la Casa Blanca esta semana sobre la concesión de licencias ocupacionales (las normas que obligan a los trabajadores a obtener certificaciones para realizar determinados trabajos). Hace cinco décadas, se requerían licencias ocupacionales solo en campos especializados como la enfermería.
Pero, en los últimos años, han proliferado de manera tan dramática que una cuarta parte de todos los trabajadores estadounidenses deben obtener una licencia de los estados donde trabajan. A veces esto se justifica: los pilotos de líneas aéreas necesitan licencias. Pero a menudo –como en el caso de los tres años de formación que se requieren para convertirse en un guardia de seguridad en Michigan o las miles de horas requeridas en el caso de los peluqueros en Utah– la razón es menos clara.
El proceso de obtención de estas licencias es a menudo tan costoso y complicado que un estudio reciente estimó los costos para los consumidores en US$200 mil millones al año. Más importante aun, las licencias disuaden a muchos trabajadores y empresarios potenciales.
Otro informe, este del Banco Mundial, es aun más preocupante. El año pasado, el estudio clasificó a los países según sus niveles de apoyo al mundo corporativo. Esto colocó a EE.UU. en el séptimo lugar en términos de facilidad de conducir negocios. Pero EE.UU. clasificó en el puesto 46 – sí, 46– en términos de cuán fácil es lanzar una empresa. Esta posición es peor que las de Estonia, Malasia, Georgia e incluso Francia.
Una razón importante para esta deplorable posición es que en EE.UU. los empresarios necesitan pasar, en promedio, por seis obstáculos legales y regulatorios diferentes para lanzar una empresa.
En Nueva Zelanda y Canadá, que encabezan la lista, solo existe un procedimiento. La complejidad que enfrentan los estadounidenses significa que les toma en promedio unos seis días para crear una compañía start-up; en muchos otros países, el proceso es mucho más rápido y más económico.
Por supuesto, esta lista del Banco Mundial no cuenta toda la historia. El promedio nacional estadounidense oculta variaciones geográficas significativas, ya que las municipalidades son las que establecen muchas de las reglas empresariales. Por lo tanto, la investigación llevada a cabo por Thumbtack, un sitio web de la costa oeste que conecta a los consumidores con las empresas locales, y por la Kauffman Foundation, una fundación proempresarial, muestra que es mucho más fácil crear una empresa en Texas que, por ejemplo, en California.
Por otra parte, la burocracia es solo un factor que determina la actividad relacionada con el lanzamiento de una start-up; lo que también importa es si existe acceso a capital y una cultura de respeto a los empresarios.
LEE EL ARTÍCULO COMPLETO EN LA EDICIÓN DE PORTAFOLIO...