(Bloomberg). Se mire como se mire, General Electric está pagando mucho por adquirir un par de empresas líderes en “máquinas de fabricación aditiva” (impresoras 3D, para el común de la gente). En total, ofrece US$1.400 millones por la alemana SLM Solutions y la sueca Arcam, 10 veces los ingresos de ambas sumados. La prima sobre el cierre del día anterior es de 53 por ciento y 37 por ciento respectivamente.
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Ni siquiera antes de la oferta de GE las dos empresas parecían una ganga. SLM estaba valuada en más de 70 veces las utilidades estimadas para 2016, Arcam en casi 120 veces. ¿Es que el conglomerado industrial estadounidense ha perdido la chaveta 3D?
Probablemente no. Si bien los ingresos de SLM casi se duplicaron el año pasado, vendió menos de cien máquinas y obtuvo 2 millones de euros (US$2,2 millones) de ganancia neta. Aplicar parámetros de operaciones tradicionales a una industria que todavía está madurando no es muy revelador. En este momento lo que importa es el crecimiento y, conforme la fabricación aditiva pase de la creación de prototipos a la producción masiva, GE prevé que aquel será importante, siempre que tenga la tecnología indicada para vender. En verdad, este parece otro ejemplo incómodo de cómo Europa vende algunas de sus compañías industriales de alta tecnología más prometedoras.
Las máquinas de Arcam y SLM se usan para fabricar cosas como componentes aeroespaciales y ortopédicos a partir de polvo de metal. GE ya es un usuario importante de esas máquinas y por lo tanto conoce su potencial mejor que la mayoría: piensa que las impresoras 3D contribuirán a reducir sus costos de producción US$5.000 millones en diez años. También prevé que las ventas que generará la fabricación aditiva llegarán a US$1.000 millones en 2020; y con su personal mundial de ventas respaldando a las diminutas SLM y Arcam, eso no es imposible.
Un dato importante es que estas adquisiciones están orientadas al nicho más atractivo de la impresión 3D: la fabricación aditiva basada en metal en lugar de plásticos o compuestos. Muchas acciones de impresión 3D alcanzaron valores sorprendentes hace un par de años, pero ello se debió en parte a la suposición de que todos empezaríamos a imprimir artículos personalizados en el garaje.
A los inversores les resultó difícil diferenciar entre las diversas tecnologías y ver dónde había un auténtico uso industrial. Algunas adquisiciones mal elegidas no ayudaron.
La fabricación basada en el metal representa menos del 10 por ciento del mercado mundial de fabricación aditiva, que mueve 5.000 millones de euros, según Credit Suisse. Sin embargo, fabricar repuestos industriales de alto valor en última instancia podría resultar lo más redituable. Aun cuando la competencia está aumentando, los obstáculos técnicos para ingresar a sectores como el aeroespacial parecen más altos que para las máquinas simples de producción de prototipos.
Obviamente existen desafíos. Producir repuestos capa por capa lleva tiempo y las máquinas en general no son tan grandes. De modo que esta tecnología no siempre es práctica para los componentes de gran tamaño o los objetos que se necesitan con urgencia. Los directores de Arcam reconocieron que tenían recursos limitados para financiar las inversiones conforme esta tecnología vaya evolucionando.
Es evidente que no tenían plena confianza en que los mercados de capitales de Europa tuvieran la paciencia necesaria para financiar ese crecimiento. Esto debería dar a los industriales y los funcionarios europeos motivos para ponerse a pensar en el futuro industrial del continente.
GE promete mantener las sedes locales, los equipos gerenciales y los puestos de trabajo, o sea que se podría decir que no ha habido grandes cambios. Pese a ello, la propiedad intelectual, las ganancias y los incrementos de la productividad le pertenecerán a un grupo no europeo. Difícilmente sea la primera vez. Este año el fabricante alemán de robots Kuka fue adquirido por la china Midea, mientras que el diseñador de chips británico ARM quedó en manos de Softbank de Japón.
En conjunto, estas transacciones indican que las aspiraciones europeas de impulsar la revolución industrial-digital se asientan en cimientos más débiles. Para ser justos, Europa todavía cuenta con algunas compañías de impresión 3D competentes, en particular las alemanas Eos y Concept Laser. Es de esperar que estén a la altura de las ambiciones de GE.