Estamos en pleno Mundial, así que el título tenía que ser futbolero. Vengo de estar unos días en Guatemala, donde coincidí con el ex ministro de Finanzas de Chile Felipe Larraín, quien echaba más humo que cualquiera de los volcanes de ese país producto de la discusión de la reforma tributaria en el país vecino. Él y los ex ministros de la Concertación (Aninat, Marfán y Velasco) creen que se puede hacer mucho mejor esta reforma, pero al parecer hay un diálogo con ojos y oídos tapados. El proyecto se discute con una urgencia que es puramente política y que ha introducido mucho ruido en las decisiones de inversión privada.
Luego estuve en Chile, donde se presentó el proyecto de la AFP estatal. Este proyecto es una de las reformas que se comprometió la presidenta Bachelet a aprobar en los primeros 100 días de su gobierno. El proyecto busca “fomentar la competencia” para obtener dos resultados concretos para el afiliado: el primero es costos menores, y el segundo es un mejor servicio, léase pensiones mayores.
Como el sistema de AFP chileno es el que más años tiene de establecido, ya hay un gran grupo de trabajadores que se jubilaron y tienen unas pensiones que no son del tamaño que esperaban. Aquí y allá, algunos despistados siguen creyendo que se fomenta competencia porque exista una empresa más, sin importar su verdadero poder de mercado.
Los primeros detalles revelan que la AFP “estatal” tendrá mucho de privada. Para empezar, tendrá que cumplir las mismas normas de supervisión que el resto del mercado. El gobierno hará un esfuerzo para que su gestión se parezca al de una AFP privada y la mitad de su directorio será escogido por Corfo, aunque la otra mitad será directamente designada por el Poder Ejecutivo. Las mayores diferencias potenciales son tres. Primero, la decisión de cuál será su comisión de aporte. La segunda que –a diferencia de las AFP privadas– esta podrá invertir en algunas empresas públicas. Finalmente, podrá utilizar algunas ventajas de la red de otras entidades públicas, lo cual le podría servir para reducir sus costos de operación.
Para que no arroje pérdidas necesita tener afiliados igual que cualquier otra AFP. ¿De dónde los obtendrá? Lo ideal sería que compita por los afiliados existentes a partir de ofrecer un precio que no sea subsidiado, sino que represente una mejor gestión. Difícil que esto pase. ¿La AFP estatal esperará a la próxima subasta para participar en ella? Dado que los afiliados son prácticamente indiferentes a las diferencias en comisión cobrada, resulta muy antojadizo pensar que podrán crecer orgánicamente a partir de traslados voluntarios.
Finalmente, las AFP privadas podrían verse beneficiadas con un cambio en la composición de sus afiliados si es que la AFP estatal ve como nicho de mercado a los trabajadores independientes con cotizaciones irregulares, o a los segmentos de menores recursos de la población. Esto impactaría directamente en sus utilidades.
Pero lo que más preocupa es que el Estado es árbitro entre privados y ciudadanos. Con esta iniciativa el árbitro ha decidido armar su equipo para meter sus propios goles. ¿Usted estaría interesado en gastar su plata para preparar un equipo y competir en un Mundial en el que los árbitros se pueden juntar y formar un equipo? Esto más bien parece un autogol del nuevo gobierno.