Pocas cosas ofenden, frustran o desenganchan más en el mundo del trabajo que la falta de respeto. Y la falta de respeto tiene muchas manifestaciones que se leen y sienten todas como faltas de consideración, aprecio o valoración. Así, los esfuerzos por un buen clima laboral, el compromiso y la satisfacción de las personas con las que trabajamos se ven anulados cuando esas faltas de respeto suceden y se repiten sin más.
Hay faltas de respeto gruesas y absolutamente inexcusables como el incumplimiento de condiciones de trabajo ofrecidas u otras promesas relacionadas, incoherencia entre los valores predicados y lo que en efecto se hace en momentos críticos; empleados sobrecargados de trabajo sin tener en cuenta el agotamiento; dejar ir a las personas de mala manera; ofensas en relación con la raza, religión, identidad de género, opción política, etc.
Pero hay muchas otras faltas de respeto que no son quizá intencionadas como tales pero que igualmente minan la confianza, la autoestima e incluso la dignidad de las personas. También impactan en su capacidad de generar resultados y hasta en su salud emocional. Muchas relaciones interpersonales en el trabajo no funcionan por estas faltas de respeto u otras no siempre “etiquetadas” como tales, pero que son igualmente nocivas. La idea es identificarlas y evitarlas.
Comparto algunos ejemplos: usar el WhatsApp en una reunión cuando alguien está hablando; comprometer el esfuerzo de alguien para algo excepcional sin haber validado antes su disponibilidad; conversar mientras alguien está haciendo una exposición; continuos cambios de agenda para atender una reunión solicitada; lenguaje corporal desdeñoso o arrogante o gestos que se pueden sentir como burla; dilatar continuamente las revisiones de trabajos pedidos como urgentes; retirarse de una reunión antes que esta haya terminado; restar relevancia a inquietudes de los demás; cambiar continuamente de opinión sin considerar el impacto en el resto; poner apodos que pueden ofender; llegar tarde; no escuchar con interés la opinión de otros; mirar el celular en vez de prestar atención.
También cuando se dan pocas explicaciones de por qué se toman las decisiones o solo algunos son informados; interrumpir el discurso de una idea completa dicha en una oración; usar tonos irritados o impacientes; no valorar el tiempo de otros o hacerse esperar sin consideración a sus horarios; suponer que los mensajes enviados por correo o chat deben ser leídos y atendidos inmediatamente o fuera de hora; la no aceptación de las diferencias de opinión o de las críticas constructivas, no dar la cara para dar malas noticias.
Hay muchos más ejemplos de faltas de respeto que impactan muy negativamente a los demás y la lista podría ser interminable. De lo que se trata es prestar atención a nuestra conducta, tomar conciencia plena de nuestros actos y optar por actuar con consideración, cada vez. Solo el respeto sincero y genuino ofrecido a todos por igual consigue la adhesión de las personas y logra inspirarlas a ofrecer lo mejor de sí mismas.