Las últimas décadas han sido períodos muy favorables para Latinoamérica, impulsados por el fuerte crecimiento de la economía china, el ‘boom’ en los precios de los commodities y la implementación de políticas macroeconómicas responsables. Las principales economías de la región mostraron varios años de alto crecimiento, acompañado por una significativa reducción en los índices de pobreza.
A pesar de estos logros, en las últimas semanas hemos sido testigos de uno de los períodos más inestables para la región; inclusive en países como Chile, que destacan por su desarrollo económico y social. Observamos inmensas protestas en Ecuador y Chile por el incremento en las tarifas de transporte; crisis políticas en el Perú y Bolivia, que desencadenaron en el cierre del Congreso en el primero y la renuncia del presidente en el segundo; y un entorno político bastante polarizado en Argentina y Brasil, donde los extremos de derecha e izquierda han pasado a dominar el espectro político. Si bien cada país tiene sus propios problemas, considero que una de las principales causas de la reciente inestabilidad tiene un trasfondo económico común.
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Al revisar la tendencia del crecimiento económico en la región, podemos observar que este se ha reducido significativamente en los últimos cinco años. Esto ha coincidido con la reducción en el crecimiento de la economía china, principal socio comercial de buena parte de países en la región y motor del crecimiento mundial.
Hace algunos años, el Gobierno Chino optó por una transición desde un modelo de crecimiento exportador hacia uno sustentado en su demanda interna. Asimismo, al convertirse en una economía más madura, vio reducido su potencial de crecimiento de niveles por encima del 10%, a un 6% a 7%. Por último, el gobierno de dicho país se vio en la necesidad de implementar algunas medidas para limitar el rápido crecimiento del endeudamiento interno y evitar una potencial burbuja en algunos sectores de su economía. Todo esto le restó crecimiento a su economía y por ende redujo el potencial de crecimiento de la mayoría de países latinoamericanos.
Cuando la economía en América Latina crecía a un ritmo entre 5% a 6%, había espacio para la reducción de la pobreza. Hoy en día el crecimiento promedio en la región está entre 1% y 2%, lo cual es insuficiente y genera insatisfacción en parte de la población que tiene mayores expectativas o que no ha tenido la posibilidad de beneficiarse del crecimiento económico de años anteriores.
La solidez de la economía peruana todavía se compara favorablemente con el promedio de la región; sin embargo, no ha sido ajena a la desaceleración en el crecimiento mundial. En el corto plazo, probablemente el Perú se beneficiará de un flujo de capitales y negocios que opten por venir al país ante la inestabilidad de nuestros vecinos. Pero hay importantes reformas por hacer en términos de productividad, flexibilización laboral e indicadores sociales, de cara a incrementar nuestro crecimiento potencial para continuar en el camino de reducir la pobreza y tener estabilidad en los próximos años.