Para nadie es novedad que el mercado local de bonos es poco desarrollado en comparación con el mercado de créditos. Así, según el reporte más reciente de Estabilidad Financiera del BCRP, solo el 15% del fondeo al segmento corporativo y de grandes empresas está representado por bonos (el 85% restante son préstamos bancarios). Ello impone retos en los inversionistas institucionales (fondos mutuos, fondos de pensiones, compañías de seguros, entre otros) y minoristas (‘retail’) que buscan rentabilidades atractivas dentro del mundo de la renta fija local.
Tal situación parece estar orientándolos a nichos de generación de rentabilidad que compensen el riesgo de liquidez de una manera más adecuada y, a su vez, calcen con sus necesidades particulares de inversión. Específicamente, se advierte un interés creciente en comprar y valorizar bonos no listados en una bolsa pública (bonos privados). ¿Qué aristas tienen estos bonos en comparación con los públicos?
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Una primera arista consiste en que la emisión privada es menos costosa y más rápida. Así, los requerimientos regulatorios son más blandos (en términos de exigencia de información y clasificación de riesgo) y los costos asociados con su colocación son menores, dado que van dirigidos a un número limitado de inversionistas. Ante estas circunstancias, es necesario un análisis más profundo de la capacidad de pago del emisor.
Un segundo aspecto se basa en la flexibilidad de su estructuración (plazos, monedas, activos subyacentes) de acuerdo con los intereses de los inversionistas potenciales. Así, algunas emisiones privadas ofrecen diversificación y rentabilidades más altas que sus pares públicos, “empaquetando” un conjunto de títulos (facturas, letras, créditos) de pequeñas y medianas empresas pertenecientes a distintos sectores económicos. En otros casos, las emisiones terminan financiando proyectos específicos cuyos rendimientos se van ajustando en función de la rentabilidad de los proyectos que financian (proyectos inmobiliarios, por ejemplo).
Una tercera característica se centra en las mayores tasas que usualmente se obtienen para inversionistas debido a una negociación previa con el emisor de los bonos. Cabe señalar que estas negociaciones usualmente son realizadas por un fondo de inversión que, a su vez, agrupa una serie de emisiones de bonos privados de distintos sectores económicos. Esta situación termina beneficiando a los inversionistas que compran participaciones en estos fondos.
El mayor apetito por bonos privados locales se condice con las tendencias internacionales más recientes. De acuerdo con una encuesta de Blackrock, el más grande gestor de activos a nivel mundial, 56% de sus inversionistas institucionales están buscando incrementar sus exposiciones a deuda privada en el 2019. Localmente, los inversionistas institucionales las usan como mejoradores de rentabilidad en la parte satelital de sus carteras, mientras que el inversionista ‘retail’ puede adquirirlas con tickets mínimos de alrededor de US$10 mil a través de una sociedad de agentes de bolsa o un fondo de inversión.
En perspectiva, un incremento en las emisiones privadas locales, además de brindar estructuras que calcen mejor con las necesidades de los inversionistas, podría ofrecer indicativos de precios que sirvan como guía para futuras emisiones públicas. De alguna manera, ello podría contribuir a destrabar el actual mercado de renta fija pública.