De un tiempo atrás, los economistas venimos discutiendo si experimentaremos un evento similar al que estalló en setiembre del 2008. En mi opinión, dicha crisis nunca se superó, solo mutó, se camufló, se maquilló y, claro está, las posibilidades de que nuevamente se muestre en su real magnitud crecen cada día.
¿Se acerca una nueva “ola” de la crisis internacional? No hay duda. Sin embargo, nadie serio podría decirnos cuándo se manifestará, con qué magnitud y cuál será su detonante. La razón de ello está dada porque esta nueva “ola” de la crisis internacional dispondrá de una multiplicidad compleja de componentes financieros, comerciales, fiscales y geopolíticos. Hoy se habla de la proximidad dado que la curva de rendimiento de los bonos del tesoro norteamericano se ha invertido; esa es una señal mediática, pero no un determinante definitivo.
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Más allá de este fenómeno, el mundo se globalizó de manera asimétrica. Ese es parte del real problema. Hoy no existe un organismo supranacional tan empoderado e independiente como para encauzar la senda de los ajustes que requieren las principales economías. Por ello Japón ha llegado a una deuda pública mayor al 250% de su PBI; por ello EE.UU. tiene garantizada una brecha fiscal abierta y creciente para los próximos 10 años; por ello China depende de sus reservas internacionales condenadas a decrecer.
¿La nueva “ola” nos afectará? Sin duda. Pero esto no debe generar pesimismo infundado dado que tenemos cómo enfrentarla de una manera mucho más exitosa que otras economías de la región. Hay tres elementos que el empresario debe tener claro para no errar en sus decisiones de inversión que debe mantener y en su lectura sobre el desempeño esperado a mediano plazo.
Primero, el Perú en ningún caso enfrentará recesión alguna. Recesiones, las del segundo lustro de la década del 80. Hoy, los fundamentos de nuestra economía nos alejan de cualquier pesadilla recesiva aun en contextos internacionales adversos. Nuestra posición fiscal, bancaria y externa está dentro de las mejores de la región y el mundo.
Segundo, no perderemos, en ningún caso, la dinámica de nuestro reconocido 4% de crecimiento promedio anual a mediano plazo. No de corto plazo, de mediano. En el 2009, a pesar de disponer de menor robustez y fundamentos de los de hoy, no perdimos dicho ritmo, no lo perderemos ahora. Insuficiente para superar nuestro ingreso medio, suficiente para atraer el interés del capital internacional en el marco de una convulsión internacional.
Tercero, nuestra naturaleza nos ha provisto de “amortiguadores” naturales a choques externos como pocas economías en el mundo. Cuando el precio internacional del cobre cae en el marco de un desorden global, esto se ve compensado parcialmente con el alza del precio del oro; los dos principales productos de exportación hoy. Adicionalmente, la agroexportación pronto alcanzará valores similares a lo que nos genera el oro.
Viene una crisis, no sabemos exactamente cuándo. Lo que sí sabemos es que no nos afectará en la magnitud como a otras economías emergentes. Lo que debemos hacer es prepararnos inteligentemente tanto a nivel del frente público como empresarial. Debemos convertir una crisis en una oportunidad inteligentemente conducida por los peruanos, para los peruanos.