La sensación de incertidumbre que se tiene hoy en la vida nacional es generalizada. Venimos arrastrando varios meses de falta de norte, o liderazgo, en diversos sectores, pero el “minuto a minuto” de los últimos días tiene que haber percolado hasta en el funcionario más concentrado.
Me pregunto si contar con un servicio civil en la administración pública ayudaría a reducir la sensación de incertidumbre en la gestión pública. Quiero pensar que sí.
Con un servicio civil, nuestros funcionarios públicos tendrían una ruta de carrera y ascenso profesional fundamentado en méritos. Los méritos se lograrían en la medida en que se alcancen los objetivos de la respectiva entidad.
Y los objetivos del sector público consisten en servir a los ciudadanos, para que podamos llevar adelante nuestras actividades en un marco de respeto de los derechos de todos.
Sí, mundo ideal, y tenemos derecho a que sea parte de nuestras aspiraciones como ciudadanos.
Podríamos implementar políticas de Estado de manera más efectiva; esas políticas que trascienden a los gobiernos y que también tienen horizontes de realización más amplios.
Podemos encontrar varios ejemplos de esas políticas: la política de defensa nacional o la política exterior son las primeras que vienen a la cabeza. Y qué casualidad que ambas políticas se gestionan con funcionarios de carrera: sea en las Fuerzas Armadas o en el servicio diplomático.
Otras políticas que necesitan una visión de mediano y aun de largo plazo son aquellas que facilitan la adaptación al cambio climático, o aquellas que buscan aliviar la pobreza extrema o evitar la transmisión intergeneracional de la pobreza.
Para estas no contamos con personal que tenga mirada de largo plazo y los incentivos necesarios mínimamente en la forma de una línea de carrera.
Parto de una premisa sencilla: un servidor civil orientaría su accionar a su línea de carrera que está atada al logro de metas de bienestar de los ciudadanos para quienes se diseñan esas políticas.
Los servidores civiles tendrían que trabajar para avanzar en esos logros. Con un objetivo claro, con tiempo para implementar, con promesas de avances personales y profesionales a medida que se van alcanzando los objetivos, el margen para que la incertidumbre de una crisis política inmovilice a la administración pública sería claramente bastante más reducido que el actual. Porque nada garantiza que no volvamos a tener una crisis política.
Seguiré insistiendo en la necesidad de que nuestro país se comprometa seriamente con la reforma de su administración pública.
Servir es el instrumento que tenemos ahora y, por supuesto, tenemos que perfeccionarlo y dotarlo de muchos más recursos mientras seguimos avanzando en su implementación.