A Christian Altamirano lo ponen nervioso las entrevistas. El joven huanuqueño que le trajo una de las dos medallas de oro al Perú en la Olimpiada Mundial de Matemática, realizada en Tailandia, suele responder con monosílabos cada una de las preguntas.Follow @PortafolioECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
“No estoy acostumbrado a la prensa”, le dijo a El Comercio en enero pasado cuando se preparaba para la competencia. Y es que a sus 16 años, Altamirano no debe haber dado más de cinco entrevistas en toda su existencia. Todas por sus logros académicos. Por eso le es difícil hablar de su vida más allá de los números y las fórmulas.
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En la imagen, Altamirano es el único que sostiene su premio. El actual campeón sudamericano e ibeoramericano de matemática, medalla de plata de la Olimpiada Internacional de Matemática 2014, medalla de plata en la Olimpiada Iberoamericana de Química y ganador de Operación Éxito, un concurso puertorriqueño de conocimiento que reúne a los chicos más talentosos de los colegios de secundaria de la región, luchó por varios años para conseguir esa presea de oro.
EL DESPEGUE
¿Pero cómo se forjó este joven en el mundo de los números? Su padre, un ingeniero civil, se percató de su talento cuando lo vio resolver problemas matemáticos con facilidad cuando era todavía un niño de 7 años. “En primaria me gustaban los números y gané varios concursos en Huánuco”.
Al entrar a la secundaria fue becado en un colegio particular. Sin embargo, su buen rendimiento académico le dio la idea a sus padres de encontrar una institución que contribuya a explotar su talento. “Así llegué al colegio Saco Oliveros, que no solo me ofreció una beca completa, también me trajo a Lima y hasta ahora me apoya económicamente”.
Después todo llegó de golpe. Los viajes al extranjero representando al Perú, los días intensos en el perfeccionamiento de sus conocimientos, los exámenes de 180 minutos, las felicitaciones por los concursos ganados y demás.
“Conozco seis países del mundo. El que más me gustó fue Sudáfrica, pero en todos tuve tiempo para pasear con mis amigos”, explica con mayor confianza el chico que estudia de 9:00 am a 6:00 p.m para resolver problemas que otros no quisieran ni ver.
EL FUTURO
Altamirano luchó contra el tiempo. Acabó el colegio en el 2013 y el año pasado decidió buscar la medalla olímpica de oro, pero obtuvo la de plata. Este año era su última oportunidad porque en el 2016 tenían la intención de ingresar a la universidad.
Aunque se piense lo contrario, su deseo de obtener la de oro no era un capricho. Sus decisiones estaban milimétricamente calculadas. Sabía que esa medalla le podría abrir las universidades extranjeras. “Quiero estudiar ingeniería mecatrónica en el Perú y luego irme al MIT de Estados Unidos”, dijo en enero pasado.
El chico que también lee a Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, de los cuales puede nombrar varias obras sin equivocarse, que ve películas de acción y de vez en cuando juega fútbol, deberá decidir a qué universidad peruana ingresará en los próximos meses. Ahora ya no lucha contra el tiempo.