Fe y Alegría cumple medio siglo con el bien ganado reconocimiento de llevar educación de calidad a las zonas más pobres. “Allá donde termina el asfalto”, como decía su fundador. Follow @EconomiaECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
En esta misma columna comenté en julio del 2012 cómo, en medio de muchas carencias, el colegio Fe y Alegría (CFA) 58 de Cerro Camote obtenía los más altos puntajes en comprensión lectora y matemáticas entre todas las escuelas públicas del país.
La visita realizada a dicho plantel me mostró varios elementos esenciales para el éxito de los CFA: el liderazgo de la directora, la cuidadosa selección de un extraordinario conjunto de maestros públicos, el acompañamiento pedagógico a estos de acuerdo con sus necesidades, un clima institucional acogedor y el rol activo de los padres de familia.
A escala nacional, las evaluaciones de estudiantes de segundo de primaria indican, año tras año, que los estudiantes de los CFA logran alrededor de 25 puntos porcentuales más de rendimiento que el promedio del país.
Sin embargo, una pregunta metodológica válida es si estos resultados son, sobre todo, producto de diferencias innatas en los estudiantes, su ambiente familiar y otros factores no observables. En otras palabras, no resulta sencillo aislar el impacto de la mística y buenas prácticas de Fe y Alegría.
Gracias a una conversación con el recordado Jesús Herrero en el Consejo Nacional de Educación, Santiago Cueto y yo nos enteramos de un mecanismo realizado en algunos CFA ante el exceso de demanda por vacantes. Algunas directoras habían optado por inscribir a todas las familias interesadas y, después, asignar las vacantes en sorteo público.
Este procedimiento, por lo demás justo y transparente, fue una oportunidad inmejorable para la investigación, al establecer de manera aleatoria dos grupos equivalentes de comparación. Debíamos ubicar los resultados en las pruebas de aquellos niños que no fueron favorecidos en el sorteo y que, por tanto, tuvieron que inscribirse en otros colegios, y compararlos con aquellos de estudiantes de los CFA. Era lo más cercano a un experimento natural.
Pablo Lavado y Micaela Wensjoe compartieron la tarea de llevar a cabo este estudio y dirigir el acopio de los datos relevantes que, por fortuna, pudimos ubicar para el caso del CFA 26 de San Juan de Lurigancho. Nuestras estimaciones y estudios análogos para otros CFA sugieren que la administración de Fe y Alegría genera una ganancia sustancial en términos de aprendizajes medibles, amén de la gran formación espiritual, humanística y en valores que imparten.
A partir de esta evaluación de impacto es posible inferir que cerca de la mitad del mejor rendimiento de los estudiantes de Fe y Alegría es atribuible a las buenas prácticas docentes y de gestión de dichos colegios.