La inflación nacional llegó a 8,6% al cierre de abril, la tasa más alta desde mayo de 1998. Por esos años, las familias peruanas veían algo alentador tener una tasa de inflación de un dígito, luego de vivir a fines de los años ochenta, uno de los peores episodios hiperinflacionarios del mundo.
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La conquista de esa hiperinflación fue compleja ya que las condiciones que se vivían en el país obligaron a nuestras autoridades a “salirse del libreto” propuesto por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Como lo señala Renzo Rossini – brillante economista peruano que perdimos durante la pandemia – “la estrategia comúnmente seguida para terminar con una hiperinflación contenía dos elementos fundamentales: acabar con la fuente fiscal de demanda de recursos monetarios y anclar las expectativas inflacionarias mediante un tipo de cambio fijo”. Perú decidió estabilizar la inflación con un tipo de cambio flotante, algo que no se había hecho hasta entonces y que conllevaba riesgos debido a la alta dolarización que sufríamos.
Si bien nosotros optamos por el tipo de cambio flotante, algunos de nuestros vecinos como Bolivia, Ecuador y, en su momento, Argentina siguieron al FMI. La receta era clara: cuando la población pierde la confianza en su moneda, fijar el tipo de cambio permite “tomar prestada” la credibilidad de otro banco central, en este caso de la Reserva Federal de los Estados Unidos. Esta idea puede sonar atractiva, pero en economía “no hay lonche gratis”. Cuando una economía opta por la vía de la dolarización renuncia a tener una política monetaria independiente.
El costo del tipo de cambio fijo
Actualmente Bolivia y Ecuador mantienen una política monetaria centrada en atar su moneda al dólar. Llama la atención que sean estos dos países los que estén mostrando las menores tasas de inflación de la región mientras el mundo enfrenta una de las mayores crisis inflacionarias de las últimas décadas. De acuerdo con cifras del FMI, durante 2021 Bolivia experimentó una inflación de 0,7% y Ecuador una de 0,1%. A marzo, la inflación acumulada interanual de Ecuador se situaba en 2,4% y la de Bolivia en 0,8%. Como referencia, la tercera economía de la región con la tasa más baja era la peruana con 7,5%. (Ver Gráfico 1).
A primera impresión se diría que Bolivia y Ecuador están haciendo un mejor trabajo en materia económica, pero fijarse solamente en la inflación es un error. Durante el año 2020, cuando la pandemia se ensañaba con nuestra región, la mayoría de los bancos centrales del mundo redujo sus tasas de interés para estimular la economía y evitar una crisis económica aún más severa. El BCRP redujo su tasa de política de manera agresiva a 0,25%, el mínimo histórico. Además, con un tipo de cambio flexible, el aumento de la cantidad de dinero abarató nuestra moneda. Si bien los factores políticos marcaron el ritmo del precio del dólar, esta depreciación permitió - aunada a un escenario favorable para el precio de nuestros productos - que nuestras exportaciones alcanzaran valores récord. La combinación de estos factores se reflejó en la velocidad de la recuperación. Mientras Perú logró revertir la caída de 11% del PBI del 2020, con un crecimiento de 13,3% en 2021, Ecuador y Bolivia están experimentando una recuperación más lenta. Bolivia sufrió una caída de 8,7% del PBI en 2020 y creció solo en 6,1% durante 2021. Por su parte, la economía ecuatoriana se contrajo en 7,8% durante 2020 y su recuperación durante 2021 fue de solo 4,2%. Nuestros vecinos con tipo de cambio fijo tienen una menor inflación, pero el espejo de esas medidas es su lenta recuperación, no habiendo logrado alcanzar aun sus niveles de actividad pre-pandemia. (Ver Gráfico 2).
Una golondrina no hace el verano
Resulta evidente que muchos otros factores han afectado el desempeño económico de estos tres países. Las diversas medidas de carácter fiscal para mitigar el alza de precios y los complejos procesos políticos experimentados han afectado a estas economías. Resulta entonces más preciso recurrir a grandes bases de datos para establecer si este patrón entre países con régimen de tipo de cambio fijo o dolarizados (fixers) tienen un comportamiento distinto a los que siguen un tipo de cambio flexible (no fixers). Marco Terrones, profesor del Departamento de Economía de la Universidad del Pacífico, estudió cuatro crisis económicas globales ocurridas entre los años 1973 y 2016, para 114 países.[2] Sus hallazgos confirman que los países con tipo de cambio fijo o administrado se recuperan más lentamente de las crisis económicas. Quienes firmamos esta columna venimos trabajando en una investigación que incluye el episodio reciente del COVID-19. El gráfico 3 muestra un índice de actividad durante la pandemia (2020) y el periodo de recuperación (2021-2022). En el gráfico 4 se presenta la evolución de la tasa de inflación para el mismo periodo. Lo que observamos es que, en promedio, las economías que fijan el tipo de cambio han experimentado una menor inflación, pero con un peor desempeño en términos de actividad. Estos resultados sugieren que las economías con tipo de cambio fijo pueden gozar de una menor inflación, pero la pagan con una recuperación más lenta de la actividad.
[1] R. Rossini (2022). La política monetaria del Banco Central de Reserva del Perú en los últimos 25 años. En M.Ortiz & D. Winkelried (Eds.), Hitos de la reforma macroeconómica en el Perú, 1990-2020. La recompensa de los tamías (p. 17-28). Lima: Fondo Editorial de la Universidad del Pacífico. Descarga gratuita en: https://tamias.up.edu.pe.
[2] M. Terrones (2020), Do Fixers Perform Worse than Non-Fixers during Global Recessions and Recoveries? Journal of International Money and Finance. https://doi.org/10.1016/j.jimonfin.2020.102160.
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