La historia del Perú como república independiente es también la de nuestra deuda externa. Don José de San Martín y la expedición (en esos tiempos, ‘espedicion’) libertadora no llegaron al país como gesto puramente altruista de parte de los que integraban este ejército: había un batallón que mantener. El recién nacido gobierno nacional se endeudó para poder pagar el transporte y manutención de su artillería por al menos 22 años luego de la declaración de independencia, y esto considerando solo aquellas deudas que sí se reconocieron.
Ahora bien, no es que aquellos países que apoyaron la salida de los españoles hicieron fila una vez se dio la independencia para cobrar sus respectivos montos. Fueron, de hecho, más benevolentes de lo que serían muchos bancos hoy, como se evidencia en el Tratado Particular entre el Estado de las Provincias Unidas del Río de la Plata (Argentina) y el de Chile del año 1819:
“Las cuentas del costo de la expedición libertadora y de la escuadra de Chile que la conduce […] se presentarán por los ministros o agentes de los gobiernos de Chile y de las Provincias Unidas al gobierno independiente de Lima, arreglando con él amigable y convenientemente las cantidades, plazos y términos de los pagos”.
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Un dato del que poco se habla en los tiempos actuales es que Chile fue un país clave –y quizás el más importante- para la libertad del Perú. Según explica el historiador Eduardo Torres, buena parte de los recursos en dinero salieron de contribuciones forzosas de la élite chilena que el gobierno Bernardo O’Higgins ordenó desde 1813.
Otros países que apoyaron la causa fueron Argentina, la Gran Colombia y Reino Unido, este último sobre todo por su interés en que el poder de España se extinga de una vez. Y qué mejor forma de hacerlo que quitándole su colonia favorita.
¿QUÉ ESTÁBAMOS PAGANDO?
No hay un número exacto respecto a la cantidad de personas que integraba el ejército libertador. Se estima que rondaba los 4.300, entre artillería, infantería y caballería. Así, San Martín y su ejército arribaron a territorio peruano en 1820 con el costoso objetivo de vencer a alrededor de 20.000 miembros del ejército realista.
Explica Carlos Contreras en El legado económico de la independencia del Perú, que la guerra se financió subiendo impuestos, con donaciones –obligadas y voluntarias– y préstamos. “El único estímulo a la producción desplegado por la guerra fue la demanda de vestuario militar en el sur, que sirvió para activar la producción textil en la región”.
Y es recién cuando acaba la guerra que el gobierno se da cuenta, en medio de un caos político y social, de la magnitud de la deuda que le esperaba.
De acuerdo al historiador Héctor Huerto, en su texto Apuntes para la historia de la deuda externa e interna en el Perú, una vez liberado del dominio español, en 1823 se reconoce un monto de 1’500.000 pesos como deuda hacia Chile en un documento llamado Tratado de Auxilio, que luego por intereses se convirtió en 4 millones (aunque empezamos a lidiar con el asunto solo en 1848).
Asimismo, se asume una deuda con la Gran Colombia por 5 millones de pesos y se acuerda con Simón Bolívar en pagarle otro millón por su participación en la campaña.
Pero el listado de los acreedores estaba lejos de acabar. Para sostener la independencia (los españoles siguieron causando problemas hasta 1824) el Perú pide entre 1822 y 1825 dos préstamos con el Reino Unido que sumaron alrededor de 166 millones de libras esterlinas (a valores del 2017).
Y a esto se le agrega la Capitulación de Ayacucho (1824), donde se busca forzar al Perú a que reconozca una deuda con el estado español contraída por culpa de la guerra. Los realistas acceden a dejar el territorio luego de tres siglos, pero no de manera gratuita. Para ser exactos, querían cobrar alrededor de 21 millones de pesos, según detalla Contreras.
No hay un estimado exacto sobre el monto que se le debía a personas naturales. Huerto lo estima en aproximadamente 14.200.000 de pesos. Y por esto, en 1825 se promulga una ley en la cual todos los bienes muebles e inmuebles del Perú podían ser usados para pagar a nuestros acreedores.
Para 1826, el Perú ya se había declarado en moratoria, y no volvió a mirar su bandeja de deudas hasta 1848.
DÍAS DE DEUDAS
Tomando en cuenta el peso en metales preciosos de la moneda de esa época y valorizándolo a los precios actuales, nos da como resultado una deuda total de US$784 millones (número aproximado, tomando en cuenta los 45,2 millones de pesos mencionados en el texto más los préstamos británicos).
Es decir, nuestra independencia costó, aproximadamente, el 73% de lo que tiene planeado invertir el Ministerio de Defensa en mantener a todo su efectivo militar para el 2019.
La población peruana creció a un ritmo más lento durante la década que siguió a la hazaña de San Martín. La producción de recursos bajó, en contraste con la deuda externa, que además de su nacimiento, vivió su primer apogeo. Y como toda guerra, sea por independizarse o conquistar un territorio, sea hace tres siglos u hoy, la economía también se cuenta entre las víctimas.
Título original en el impreso: “El costo de nuestra libertad, crónica de Daniel Macera”