Más allá de las décimas de más o décimas menos que pueda crecer el PBI en un año, el verdadero desarrollo de un país proviene de apuntalar factores esenciales como la competitividad, un desafío que ha perdido relevancia en la discusión de políticas públicas en el último año y medio.
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Durante el gobierno anterior se elaboró la Agenda Nacional de Competitividad 2014-2018, sobre cuyos avances se rendían cuentas semestralmente. La última vez que se hizo ello fue en junio del 2016 y, desde entonces, no ha habido más novedades sobre qué se ha hecho para avanzar en competitividad del país.
Una de las primeras medidas tomadas por la actual administración fue cambiar de nombre al Consejo Nacional de Competitividad, agregándole “y Formalización”. El CNCF es, en teoría, el encargado de coordinar y evaluar los avances en esa agenda perdida de competitividad.
En la realidad, sin embargo, el rol de esta entidad ha sido tan poco protagónico desde que Pedro Pablo Kuczynski asumió el sillón de Pizarro, que no tiene un director ejecutivo principal nombrado. Entre setiembre del 2016 y hasta diciembre del año pasado, tuvo una directora ejecutiva encargada, Gioconda Naranjo, quien fue reemplazada por otro director también encargado, Pedro Herrera. Ambos tenían cargos en el MEF.
A pesar de la falta de rendición de cuentas, no es que no haya habido avances. Diego Macera, gerente general del Instituto Peruano de Economía (IPE), sostuvo que el gobierno actual comenzó con buen pie y plasmó su visión de mediano plazo en decretos legislativos que buscaban la simplificación administrativa, crear análisis de calidad regulatoria o mejoras en la emisión de licencias de funcionamiento.
“En unos pocos meses, parecían haber arrancado con segunda o tercera, y este año se venían las reformas más grandes”, comentó.No obstante ello, en el 2017 el clima político se tornó más tormentoso y esas reformas quedaron pendientes. Más aun, después del cambio de nombre, el CNCF no evidencia ser partícipe del debate sobre el tema.
AGENDA URGENTE
Aun considerando las dudas que se tienen ahora sobre uno de los principales estudios de competitividad, el Doing Business del Banco Mundial (ver nota vinculada), tanto este ránking como el Reporte de Competitividad Global del World Economic Forum evidencian la pérdida de posiciones del país desde el 2014.
Las consecuencias de este retroceso se sienten en la debilidad de los datos de crecimiento económico, observa César Peñaranda, director ejecutivo del Instituto de Economía y Desarrollo de la Cámara de Comercio de Lima (CCL).
“La tasa de crecimiento del 2017 es un reflejo directo de que en competitividad no andamos bien. Es probable que siga la ruta negativa”, dijo.
En ese sentido, señaló que, cuando el Gobierno renombró al Consejo Nacional de Competitividad y Formalización, se esperaba que lo dinamizara, pero hasta ahora no se conoce ningún avance, resultado o intentos de reestructurarlo. Así, agregó que no habría una idea clara en el Ejecutivo de cúanto se avanzó en el 2017.
“No sé de qué evaluación podemos hablar, pero en el supuesto de que la haya, no esperaría nada. Si se quiere saber cómo va la competitividad, hay que esperar y ver el reporte del Foro Económico Mundial (WEF), donde los resultados son negativos”, anotó.
PUNTOS CLAVES
Este año ‘caduca’ la Agenda Nacional de Competitividad y, en teoría, se tendría que actualizar con nuevas metas e indicadores. Para Peñaranda, el paso número uno tiene que ser repotenciar y reestructurar el CNCF. “Hay que darle mayor prioridad, poner a alguien a cargo y definir una metodología a seguir”, indicó.
Caso contrario, advierte, este año se volvería a ver un retroceso porque en los determinantes de la competitividad –infraestructura, instituciones, salud, educación, ciencia y tecnología, por ejemplo– no hay avances.
En tanto, respecto a la ruta que podría priorizarse en una eventual nueva agenda de competitividad, Macera consideró que debería ir por el lado de la institucionalidad y, en particular, una reforma del sistema judicial, pues sería necesaria para emprender las demás.
Además de las instituciones, enfatizó lo relevante de hacer más eficiente el uso del capital humano en el país. Ahí se incluye hacer que el mercado laboral funcione correctamente y, además, potenciar la educación a todo nivel. Sin estas dos aristas –precisa– no se puede avanzar.
“Si tienes un mercado laboral que funciona mal y alimentas con personas poco calificadas, ¿cómo elevas competitividad? ¿Cómo atraes nueva inversión para acumular capital?”, indicó.
IMPACTO SENSIBLE
Mejorar la competitividad de un país no es un fin por sí mismo, pero es el medio para hacer que una economía se torne más productiva, es decir, que tenga la capacidad de hacer más cosas con menos recursos.
En el Perú, sin embargo, la historia reciente de la productividad es poco auspiciosa. Entre el 2011 y 2016 este factor ha restado al crecimiento económico del país o, en los mejores años, ha tenido un aporte de casi cero.
“Productividad es lo único que cuenta al final del día. Todos los programas son incluso algo irrelevantes si no hay ganancias de productividad”, sostiene Macera.
Al respecto, Peñaranda lamentó que los resultados en productividad son incluso peores que los de competitividad y, sin ese componente, no podemos aspirar a sostener tasas altas de crecimiento
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