El interés del sector público, a través del programa Start Up Perú, para el financiamiento de nuevos emprendimientos tecnológicos ha sido tardío pero necesario.
Sin embargo, esta demora sumada a varios otros factores, ha hecho que en la región estemos a mucha distancia de Brasil y de nuestros socios de la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, México) que tienen experiencias interesantes que parten de sus gobiernos y también del compromiso del sector privado.
En el Perú aún son buenas ideas que solo dan vueltas y vueltas sin llegar a concretar negocios reales.
¿HAY UN ECOSISTEMA?Para que las start-ups encuentren un terreno firme que las sostenga necesitan un ambiente en el que haya una cultura de innovación. La gente debe entender que una start-up es un emprendimiento innovador y de alto riesgo pero con amplias posibilidades de crecer a gran velocidad.
Además, el Gobierno, las empresas, las universidades, entre otros, deberían ser piezas fundamentales de lo que se llama un ecosistema de innovación, es decir un ambiente que acoge a los proyectos y les da las condiciones para desarrollarse. ¿Existe eso en el Perú?
En los últimos cuatro años hay un compromiso mayor tanto privado como público para que el tema mejore. Comenzó con el ingreso de la aceleradora Wayra Perú de Telefónica y ha encontrado otro hito en el reciente programa Start Up Perú, liderado por el Ministerio de la Producción, y que tiene fondos por S/.68 millones.
Sin embargo, el empresario Arturo Calle remarca que el Estado Peruano no está preparado para entender a quienes innovan. No hay una regulación específica para las start-ups y estas deben constituirse como empresas cuando en realidad son prototipos de empresas, que en la mayoría de casos no funcionan.
“Quebrar y cerrar una start-up te demanda un problema fiscal”, dice Calle, quien ha desarrollado en el Perú un sistema de inteligencia artificial para plataformas de video en línea, pero que será asesorado y financiado con US$40 mil por Start Up Chile.
En Colombia hay una política del país a favor de estos emprendimientos y de su entorno. Esto se promueve desde el gobierno central con iNNpulsa Colombia y también con iniciativas que parten de regiones y ciudades.
Por ejemplo, el programa Ruta N, una asociación pública y privada, que ha cambiado completamente la cara de la violenta Medellín para convertirla en una ciudad donde la innovación es lo que define el horizonte al que quieren llegar para solucionar problemas sociales y económicos.
Pero es difícil imaginar que estos temas puedan estar liderados por la mayoría de gobiernos regionales peruanos, comprometidos en casos de corrupción o con gestiones muy deficientes.
Sin embargo, una de las experiencias más interesantes en el país está en la ciudad de Arequipa, en la que se dicta la carrera universitaria de Ciencias de la Computación y hay empresas de programación que atienden a distancia a empresas extranjeras.
Otro factor que hace sólido un ecosistema de innovación es el financiamiento disponible para start-ups. En Latinoamérica las start-ups en promedio encuentran su punto de equilibrio al quinto año y por eso necesitan espaldas financieras que soporten sus operaciones. Se necesitan alternativas de financiamiento que vayan más allá de los fondos públicos no reembolsables.
Estos fondos deberían ser solo el punto de partida de un camino más largo que logre que el producto o servicio desarrollado tenga clientes. “Bancoldex en Colombia y Corfo en Chile ya están explorando la posibilidad de conceder una línea de créditos blandos a start-ups.
En el Perú no hay nada parecido, pero sería ideal”, dice Maite Vizcarra, experta en gestión de proyectos de tecnología y gerente del Centro de Innovación de IPAE.
Gonzalo Villarán, director de la aceleradora de proyectos tecnológicos UTEC Ventures, dice que hay un vacío de financiamiento de entre 100 mil y 500 mil dólares para estos emprendimientos.
Los fondos de inversión o las redes de inversionistas particulares que existen en otros países aquí no encuentran los canales suficientes ni los proyectos en los cuales arriesgar su capital.
CONECTADOS CON EL MUNDOAlgo importante que caracteriza a los ecosistemas de Chile, Colombia o México es lo conectados que están con los entornos de mayor desarrollo en el mundo para la innovación: Silicon Valley (Estados Unidos), Israel, Finlandia, entre otros.
El conocimiento que no tienen lo consiguen y así van aprendiendo. Si Arturo Calle decidió postular su proyecto a Start Up Chile no fue solo porque no le pedían una participación accionaria sobre la futura empresa sino porque este programa está muy vinculado a Silicon Valley, un entorno que a él le interesa para cuando llegue el momento de expandir su proyecto.
UTEC Ventures,una de las cuatro incubadoras peruanas que recibirá S/.680 mil de Start Up Perú para que acompañe el desarrollo de futuros emprendimientos, tiene alianzas con la Universidad de Harvard y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
“Ese contacto hace que la brecha que nos separa de esas realidades sea más corta”, dice Villarán.
Salvo pocas excepciones, las start-ups en el país son alumnos eternos. Pasan de una incubadora a recibir fondos de algún programa o llegan a una universidad y allí siguen incidiendo en su capacitación, la de siempre, con más de lo mismo.
“Pero no requieren eso. De lo que se trata es que se conecten con un eventual comprador. Este enfoque, propio de Silicon Valley, no lo tenemos aquí”, dice Vizcarra. A esa capacidad de que la innovación llegue al mercado como un producto se le llama transferencia tecnológica.
LA TECNOLOGÍA LEJANAEs una idea equivocada pensar que las start-ups solo están vinculadas a tecnologías de la información. Nuestros socios de la Alianza del Pacífico ya impulsan proyectos de biotecnología y nanomateriales. Incluso en tecnologías basadas en Internet, desarrollar aplicaciones o plataformas de comercio electrónico han pasado a un segundo plano para dar paso a la generación de videojuegos.
¿Pero, acaso esta distancia en la magnitud de los proyectos solo se debe a que comenzamos tarde? Esta distancia es sobre todo educativa y parte de la poca capacidad de investigación que existe en las universidades.
“La investigación solo ha servido para cerrar con una tesis un ciclo académico”, dice Maite Vizcarra, quien cree que por ahora no hay la suficiente materia prima para el escalamiento de una start-up hacia la alta tecnología.
Gonzalo Villarán está convencido de que hay una escasez de emprendedores capacitados para ser empresarios: “Pueden tener una buena idea pero salir a vender, lidiar con los clientes, convencer a los inversionistas, eso nos falta”.