I La ropa es pulqurrima. La camisa ceida, el saco y el pantaln blancos refulgen sobre la piel oscura del personaje. Sus grandes ojos negros de mirada inexpresiva, sus pmulos prominentes y la nariz afilada contrastan con su inmaculado atuendo. En la mano derecha lleva los papeles que lo condujeron al sacrificio y, en el fondo, podemos ver una campia con ligeras cadas de agua. Lo ms destacado: una cinta volante roja que exhibe en grandes letras el nombre del retratado. Esta pintura, que representa a Jos Olaya, el pescador chorrillano fusilado por los espaoles por llevar mensajes a los patriotas, fue obra del artista mulato Jos Gil de Castro. La realiz en 1828, cinco aos despus de la muerte del hroe. El caso de Gil de Castro es paradigmtico: nacido en Lima en 1785, haba sido entrenado en los talleres coloniales para retratar a virreyes e imaginar la vida de santos y mrtires religiosos, pero, ante el cambio vertiginoso de los tiempos, termin construyendo y perpetuando la identidad de libertadores y prceres. Viaj a Chile en 1813 y se enrol en las expediciones del sur, donde se convirti en el pintor de cmara del nuevo rgimen. De esta manera retrat a casi todos los lderes de la Emancipacin. Uno de los ms recurrentes fue Simn Bolvar, a quien entroniz con su anuencia en ms de una ocasin. La pintura de Gil de Castro encarn en buena cuenta nuestro agitado trnsito hacia la Repblica, cuando el Per se hizo independiente sin dejar de ser en muchas formas y costumbres colonial. San Martn, OHiggins y el marqus de Torre Tagle aparecen beatficos en sus lienzos, como si fueran los rostros de un nuevo santoral laico. De diversos modos, Gil de Castro lograra adecuar la tradicin retratstica colonial a las nuevas exigencias que le planteaba su poca. Si la presencia de carteles, tarjas y cortinajes que aparecen con frecuencia en sus obras evocan los retratos de virreyes, aristcratas y prelados de la poca precedente, el espritu republicano se impone en el rigor lineal y en la buscada austeridad que caracteriza a los retratados, escriben Natalia Majluf y Luis Eduardo Wuffarden en el primer ensayo de Arte republicano, un libro que rescata la importancia del siglo XIX en el devenir de nuestras artes plsticas. Con la mirada puesta en esas nuevas clases dirigentes, militares y civiles como su esplndido cuadro de Mariano Alejo lvarez y su hijo, Gil de Castro marc la transicin entre los siglos XVIII y XIX, y construy la imagen del hroe republicano. Como explican Majluf y Wuffarden, este artista reformula un esquema propio de sus cuadros religiosos y parece querer convertir as al mrtir republicano en una suerte de santo secular inmolado por la causa patriota. As sea. II Su origen fue desconocido durante mucho tiempo. Y no era para menos. Nacido en 1807 de la relacin prohibida entre un presbtero y su joven esclava, Pancho Fierro llev una vida difcil. Si bien no fue un esclavo al parecer para evitar el escndalo su familia paterna decidi donarle la libertad, como consta en su partida de bautizo, tampoco goz de privilegios. Su niez y juventud las pas en la casa paterna, donde su madre fue comprada como esclava. Esta condicin de hijo ilegtimo lo hizo testigo excepcional del mundo de la aristocracia y tambin de la vida de los de abajo, de los sirvientes indios y negros, de los artesanos y de la plebe en una sociedad abismalmente estratificada. Esta tensin y este registro social aparecern ms adelante en sus acuarelas y dibujos, y sern claves para consolidar entre nosotros un movimiento artstico que impregnar todo el siglo XIX, desde el arte hasta la literatura: el costumbrismo. Segn el socilogo Gonzalo Portocarrero, este inters por retratar el mundo social surgi en Europa a inicios del XIX y fue importado a Amrica por polticos, viajeros y artistas, en un momento en que se buscaban consolidar los estados nacionales. Entonces lo peculiar y lo diferente cobraron gran valor. Y lo peculiar est asociado al mundo popular, a esa sociedad supuestamente no individualizada, donde las personas se parecen y se hacen indistintas en tanto son representantes de una esencia que las trasciende y que comparten, escribe Portocarrero en La urgencia de decir nosotros. Y en Lima esa particularidad estaba en sus calles y en sus balcones, en esas tapadas y aguadores que Fierro se apur en inmortalizar en sus acuarelas, pese a que eran personajes que ya estaban en proceso de desaparicin en la ciudad. Sin embargo, resultaron atractivos para un naciente mercado que buscaba y compraba estas imgenes como recuerdos de viaje. No es casual que este artista autodidacta se ganara la vida como muralista y vendiendo sus acuarelas a dos o tres pesos en las pulperas y confiteras de Lima. De ellas se desprende un conjunto de personajes que definen el nuevo espritu de la capital. Fierro es una figura muy importante en el proceso de construccin de esa idea de la Lima criolla, que es muy compleja, particular, y que efectivamente se inventa en el siglo XIX. La tapada es una figura que de alguna forma no existe como smbolo de la ciudad antes de aquel siglo, nos explica Natalia Majluf, en la tranquila cafetera del Museo de Arte de Lima (MALI), recinto que guarda una de las mayores colecciones de acuarelas de Pancho Fierro, quien debe haber pintado ms de cinco mil obras a lo largo de su vida. Pintores peruanos, como Ignacio Merino, y extranjeros, como Rugendas y Angrand, se alimentarn de este espritu a su paso por Lima. Ellos conocieron a Fierro y fueron influidos por l. Ms tarde la aparicin y difusin de la fotografa no har ms que multiplicar estos motivos. Tapadas y vendedores callejeros aparecern en postales y tarjetas de visita para crear lo que Majluf llama ese reducto nostlgico de identidad de Lima frente a las grandes transformaciones de la modernidad. Al final de su vida, Fierro ser requerido para contar a travs de sus obras cmo era el pasado de la ciudad. Esa vida colonial que conoci en su niez. A su muerte, El Comercio public una nota necrolgica que se cita en La urgencia por decir nosotrosy que, entre otras lneas, dice: Fierro [] era para la pintura lo que Segura para el drama. Tomaba el pincel y con facilidad extraordinaria dibujaba un retrato, que ms de una vez ha dado un gran trabajo a otros pintores para copiarlo. Pues bien, ese genio ha muerto el lunes ltimo. El ao era 1879. III Era la tercera vez que volva al Per desde que se fuera a Florencia en 1848 a estudiar pintura gracias a una beca otorgada por el gobierno de Ramn Castilla. Las dos ocasiones anteriores haba vuelto para presentar obras que, en cierto modo, haban agitado un medio tan anquilosado como la Lima del ochocientos. En 1851 haba presentado El Per libre y La matanza de los inocentes; y en 1852 haba escandalizado con la imagen de una mujer desnuda titulada Venus dormida. Pero esta vez Luis Montero vena con algo diferente: una obra gigantesca que le tom tres aos de trabajo. Durante su larga travesa hacia Lima, fue exhibida con gran suceso en Ro de Janeiro, Montevideo y Buenos Aires. Se dice que das antes de su llegada, los diarios limeos ya anunciaban la noticia creando gran expectativa entre la poblacin. El cuadro era tan grande como un mural y recreaba con inusual dramatismo un pasaje que Montero haba ledo en un libro deWilliam Prescott Historia de la conquista del Per, donde se narraba cmo despus del ajusticiamiento del inca Atahualpa varias de sus mujeres haban suplicado a los espaoles ser sacrificadas con l. En el lienzo aparecen 33 personajes. Si bien la figura principal es la del inca yacente, el gran fresco no pierde intensidad en ninguno de los otros representados. Por el contrario, en cada rincn se pueden sentir el dramatismo y la accin de uno de los momentos cumbres de la Conquista. El cuadro fue exhibido en Lima en 1868 y, segn crnicas de la poca, fue visto por unas 15.000 personas, todo un suceso en una ciudad que no llegaba a los 100.000 habitantes. El xito fue tal que la obra se reprodujo en los billetes de 500 soles que el gobierno puso en circulacin, pero que Montero no lleg a tener en sus manos. Meses despus, mientras se embarcaba en el Callao rumbo, otra vez, a Europa, muri vctima de la epidemia de fiebre amarilla que por esos aos azotaba el puerto. Tena 43 aos. No alcanz a ver, por ejemplo, cmo su obra fue llevada a Chile en 1881 como trofeo de guerra luego de la ocupacin de la capital. El cuadro, felizmente, regres al Per despus del conflicto, gracias a las gestiones de Ricardo Palma. Casi 150 aos despus, el inters por Los funerales de Atahualpa no ha decado. Siempre estuvo aqu, en el Palacio de la Exposicin, dice Natalia Majluf, y hoy en custodia en el MALI es sin duda una de las obras centrales de la muestra permanente del museo. Es un cuadro de una ambicin muy grande que se refleja no solo en el tamao sino tambin en el intento de fijar la idea de la fundacin nacional a partir de este encuentro entre los espaoles y los incas. Ese efecto dramtico que tuvo la pintura histrica de mediados del siglo XIX es lo que captura y emociona al pblico, reflexiona la editora del libro y directora del MALI.
IV El sueo de viajar a Europa para convertirse en artista naci en el siglo XIX. Uno de esos soadores fue el piurano Ignacio Merino (1817-1876), otro fue el tacneo Francisco Laso (1823-1869). Ambos pertenecan a la clase alta de la sociedad peruana. Merino a su vuelta al Per, a finales de la dcada de 1830, se asoci con Pancho Fierro para producir una serie de litografas de tipos y escenas de Lima y despus se decant por el retrato y la pintura historicista, sobre todo luego de su regreso definitivo a Europa en 1850. Pero Laso fue ms all, llev el costumbrismo a la academia y cre composiciones complejas que, como concuerdan Wuffarden y Majluf en Arte republicano, encierran una lcida reflexin sobre la sociedad de su tiempo. Ambos autores concluyen que, en esa lnea, Laso introduce as, por primera vez en la historia de la pintura local, la figura del indio annimo como smbolo de la nacin peruana. En Las tres razas o la igualdad ante la ley convierte, por ejemplo, una escena aparentemente banal en un fresco irnico de crtica social acerca de la discriminacin en la Lima del XIX. En el cuadro, tres adolescentes dos mujeres y un hombre juegan a las cartas. l es el seorito de la casa y ellas una mulata y una indgena las criadas. En esa aparente igualdad del juego, el artista logra marcar diferencias no tan sutiles entre los personajes: las vestimentas, las miradas y las actitudes definen posiciones de dominio y sumisin. Laso es el gran pintor acadmico no solo en el contexto peruano sino tambin latinoamericano, y su pintura es sumamente compleja, muy densa en significados, explica Ricardo Kusunoki, curador del MALI y uno de los coautores del volumen Arte republicano. Al respecto, otro cuadro de Laso nos da tambin luces sobre su propuesta y estilo. Se trata de La lavandera, una exquisita composicin en la que una muchacha negra se dispone a tender una prenda en un cordel. Es una pintura que casi parece una estatua griega, apunta Kusunoki. Es un tema costumbrista pero tratado dentro de las convenciones de la pintura acadmica, por lo que trasciende lo anecdtico y lo social. Aparte de artista, Laso fue tambin escritor y activista poltico, lleg a ser sndico de la Municipalidad de Lima y parlamentario. Adems, en su preocupacin por acercarse a ese Per ignorado por la sociedad de su tiempo, emprendi un viaje por el sur andino que enriqueci su obra y perspectiva. Deca que racialmente el Per estaba comprendido por una paleta ricamente adornada con abundantes colores y variadsimos tonos. Con esta metfora pretenda comprender el pas en su totalidad. La gran tarea, lamentablemente infructuosa, del siglo siguiente.
La fotografa, la pintura regional y la caricatura
En las ltimas dcadas, el arte del siglo XIX se ha enriquecido con nuevos enfoques y miradas que incluyen obras y producciones antes ignoradas. Natalia Majluf lo explica as.
Cul es el objetivo de Arte republicano? Hemos ido de adelante hacia atrs. Antes hemos editado volmenes sobre arte contemporneo, luego sobre las colecciones del siglo XX y ahora este libro sobre el XIX. Lo interesante es que tienes un abanico amplio que te permite conocer las colecciones del museo y con ellas mirar la historia desde una perspectiva particular en este territorio tan complejo, rico y diverso.
Una perspectiva nueva, que te dan las piezas de arte y las colecciones del museo Las colecciones se han ido desarrollando de tal forma que hoy da llegan a ser representativas del arte peruano. Se han creado a lo largo de sesenta aos, y en este proceso ha habido hitos clarsimos. Por ejemplo, para la coleccin del siglo XIX, fue importante la donacin de la Memoria Prado, que nos permite imaginar el arte en este perodo. Antes fue la compra de la coleccin Baca-Flor, en 1955, y con los aos se han ido sumando donaciones y adquisiciones que han dado una nueva perspectiva.
Por ejemplo, qu aspectos nuevos podemos descubrir? El XIX se ha convertido en uno de los focos de la historiografa peruana en los ltimos 20 aos, y en ese escenario el arte cobra, por supuesto, un nuevo valor. Antes se pensaba solo en los pintores acadmicos, como Laso, Merino, Baca-Flor, pero hoy se valoran aspectos y gneros que antes no formaban parte de la historia artstica de este siglo, como la fotografa, la pintura regional y popular; se reconoce a artistas de origen indgena o afroperuano como Gil de Castro. Tambin es interesante ver la caricatura poltica en este perodo. Ese es un claro signo de modernidad que se introduce en la cultura peruana, y las colecciones del MALI han tratado de dar cuenta de ello. Todos estos captulos puestos juntos nos dan una nueva visin del siglo XIX como un tiempo complejo y diverso.
Libro: Arte republicano Editora:Natalia Majluf Textos: Pablo Cruz, Ricardo Kusunoki, Horacio Ramos, Luis Eduardo Wuffarden, Mara Eugenia Yllia. Editorial: Museo de Arte de Lima y Sura* Pginas: 344 Precio: S/ 159,00
*El libro corresponde a la tercera entrega de la coleccin del Museo de Arte de Lima. Desde hace tres aos SURA y el MALI han trabajado en este ambicioso proyecto editorial.