Con El camino hambriento (1991), Ben Okri se convirtió en el autor más joven de la historia en ganar el premio Man Booker y en una de las voces más interesantes de la literatura africana. Okri (Nigeria, 1959) es un escritor inclasificable que ha buscado sin descanso, a lo largo de toda su obra —compuesta por más de 15 libros de poesía, novela, cuento y ensayo—, el sentido de la realidad y sus implicaciones para la cultura, la creatividad, la política y la libertad. Entre el 18 y el 25 de abril ofrecerá dos charlas y dos workshops gratuitos en diferentes auditorios del Británico.
Has dicho que, cuando escribes un poema, entras en un estado de olvido de ti mismo y emerge la mejor versión de ti. ¿Te pasa lo mismo cuando escribes narrativa o ensayos?Uno siempre marcha a un mundo más real cuando escribe. Pero no se trata de escapar, sino de entrar. Cuando la escritura está yendo bien, es como ingresar a un estado de meditación consciente. Es como bailar en distintas dimensiones. Es realmente un asunto espiritual que involucra el intelecto en su nivel más pleno y ligero. A veces, para convertirnos en la mejor versión de nosotros, debemos olvidarnos de nosotros mismos.
En mis ensayos, prefiero la compresión poética sobre la explicación complicada. En mi narrativa, empleo el sueño inteligente, sensible al mundo y a la política, y al sujeto y sus dramas personales. En mis novelas hay fugas de historias y preocupaciones multidimensionales. Creo que la tarea del escritor es elevar la calidad del lenguaje, de las historias y de las innovaciones artísticas de nuestro tiempo para ponerlas al servicio de la belleza, la justicia y la verdad.
Cuéntanos sobre el stoku, este nuevo formato narrativo que inventaste.El stoku es un cruce entre el relato corto [story] y el haiku. No se concentra en la exigencia estructural de las 17 sílabas del haiku, sino en la brevedad. Nació porque, cuando buscaba las raíces del relato y la poesía, me di cuenta de que ambas estaban entrelazadas. Lo que el stoku me permite es la mayor concentración de un estado de ánimo o de un momento; es como la destilación de la narrativa: me deja acceder al mundo plegado y elusivo de los sueños.
Tu ideal de educación es muy diferente del que se maneja. Planteas que esta se debería centrar en el “descubrimiento de uno mismo”.El conocimiento solo es realmente útil cuando nos conocemos a nosotros mismos. Deberíamos guiar a los niños hacia el autoconocimiento incluso antes de que sean capaces de leer. La educación debería contemplar dos grandes tareas: el conocimiento sobre uno mismo y el conocimiento del mundo. Enseñamos a los niños a dar respuestas, pero no a hacer preguntas. Los seres humanos somos el gran misterio del mundo. Es nuestra riqueza o pobreza interior lo que aportamos, y es a partir de ello que creamos el mundo. Un malentendido acerca de lo que somos da lugar a un malentendido de lo que el mundo puede ser. Si queremos crear un mundo mejor, necesitamos una nueva y mejor educación.
Solíamos creer en el poder mágico de los cuentos, creíamos que ellos podían cambiar el mundo y salvar nuestras vidas. Sin embrago, actualmente hemos perdido la confianza en ellos, o hemos estado oyendo cuentos perniciosos —pensemos en los nuevos brotes de sentimientos nacionalistas y xenófobos en todo el mundo—. ¿Por qué crees que el mundo moderno ha preferido la ciencia y la tecnología, y ha dejado de lado los saberes ancestrales y espirituales?La ciencia y la tecnología son parte del gran relato del ser humano en el universo. La tecnología es simplemente la extensión de la urgencia humana por dominar su lugar en el universo, y por entender y manipular las fuerzas de la naturaleza. La ciencia y la tecnología son el producto del espíritu humano y de su inteligencia, intuición y capacidad racional.
Antes contábamos relatos sobre el fuego, ahora vemos televisión o vamos al cine; contamos las historias a través del teléfono o mediante mensajes de texto. El impulso de contar historias evoluciona y utiliza siempre las nuevas tecnologías para expresarse a sí misma. Somos seres que narran historias; sin los relatos, somos nada.
Dices que los escritores no deberían limitarse por expectativas culturales o nacionales. Sin embargo, en un artículo para The Guardian, escribiste que los autores africanos y latinoamericanos están atrapados en unos pocos temas “importantes”. ¿Cómo romper con estas limitaciones, muchas veces sustentadas por las editoriales?Los escritores deben escribir lo que quieran. Deben hacerlo con el corazón, con pasión, con inteligencia, con sangre. Hay ciertas tradiciones literarias que se han visto claramente aprisionadas. La gente piensa que solo existe una manera determinada de contar una historia, que solo vale la pena escribir sobre ciertos temas. La responsabilidad recae, como siempre, en el escritor. Es nuestro trabajo transformar los gustos y las percepciones de la sociedad, mediante la destreza de nuestras narraciones.
Aunque sabemos que no te gusta ser considerado un autor de realismo mágico, vemos en tus libros muchos elementos propios de este subgénero tan estrechamente ligado a la sensibilidad latinoamericana. ¿Crees que haya alguna conexión entre la inmigración africana y la cosmovisión que manejamos aquí?Yo no hago realismo mágico, soy un escritor multidimensional. La cosmovisión africana es multidimensional. Y estas dimensiones influyen en nuestras percepciones. En Latinoamérica hay muchas ideas erróneas sobre África, lo cual es triste; debería haber una mayor solidaridad entre ambos porque son igualmente malinterpretados por la mirada occidental.
Lo cierto es que en África no contamos las historias de una forma lineal, con un inicio, un nudo y un final. Nosotros comenzamos, hacemos círculos, pausas, danzas, creamos variaciones, filosofamos, rompemos proverbios, recapitulamos, nos vamos por los márgenes, hacemos bromas, hablamos de política, introducimos fábulas; hacemos todo eso mientras avanza la historia, a través de la atmósfera y el tono y el complejo extrañamiento de la música y la fascinación. A menudo podemos encontrar una kora, una dimensión musical, que a veces aparece como una canción. Un relato en África es un mundo en miniatura. ¿Cómo pasas de un río a un vaso de agua?
Has dicho que el éxito es peligroso, que nos hace volar con alas falsas como las de Ícaro. ¿Cómo te afectó ganar el Man Booker?Del mismo modo en que no puedes entrar en el mismo río dos veces, no puedes escribir el mismo libro dos veces. El resultado es siempre distinto. La persona que escribió un libro u otro ha muerto con ese libro. Cada libro es una muerte y un nacimiento al mismo tiempo. El premio únicamente me permitió continuar, seguir mi viaje como escritor.
Sabemos que nunca hablas sobre los libros que te encuentras escribiendo. ¿Por qué?Nadie que respete la extraña magia de la escritura, la manera incalculablemente maravillosa en que se crea una obra, hablaría públicamente sobre ella hasta que el trabajo esté terminado. Creo que uno debería mantener la boca cerrada y trabajar. La obra debería ser ese recipiente principal y primario de esa gran ansiedad y hambre por crear algo maravilloso. El trabajo prefiere el silencio. Un silencio profundo.