“Si eres de la PUCP eres rojo, si eres de la UP, ULima, ESAN eres pituco, me dan náuseas este tipo de estereotipos en serio”. TW de Zaida Flores, estudiante universitaria
En 1770, el virrey Manuel Amat y Juniet envió a España veinte cuadros de castas a su majestad Carlos III de España. Corría el siglo XVIII y el monarca Borbón, en plena ejecución de sus reformas modernizadoras, deseaba inaugurar el Primer Gabinete Real de Historia Natural de España. Las célebres pinturas desnudaban una sociedad obsesionada por catalogar el origen étnico de sus miembros. Los cuadros muestran una pareja de esposos y a su hijo neonato en brazos. En la cabecera del lienzo se indica la raza de cada uno de los padres y la casta que produce la combinación de estas, por ejemplo: español y mestiza produce cuarterona de mestiza.
Los epítetos racistas —mostro de mrd, cholo de mrd etc.—, lanzados en contra del estudiante de la Universidad de Lima Marco Blanco no constituyen una novedad en los ambientes juveniles universitarios. En 2014, la supuesta estudiante de UPC Elena Serpa escribió en contra del alumno sanmarquino Juan Manuel C. “no tengo nada contra San Marcos. Hablo de serranos como tú, que tienen Twitter. En mi universidad no entra gente como tú, color puerta” suscitando similar polémica en las redes sociales. En ambos casos, los referidos ataques obtuvieron pronta réplica, así como la estigmatización de los estudiantes de aquellas universidades como pituquitos, blanquitos de mrd etc.,
Conocí la Universidad de Lima en la década de 1980. Yo estudiaba la secundaria y la mayoría de mis compañeros de colegio pensaban postularse allí. Entonces, en efecto, la mayor parte de sus ingresantes provenía de clases medias acomodadas limeñas. Corrían los años más difíciles del Perú republicano y eran solo algunos los privilegiados que podían estudiar en las poquísimas universidades privadas que existían.
Construyamos un nosotros
Ya en el nuevo milenio, tuve la oportunidad de ser docente en dicha casa de estudios y en varias otras de las mencionadas en el tweet que es epígrafe de esta nota, y, al margen de las diferencias entre sus públicos objetivos, si cuentan con un denominador común es que hoy todas te introducen a la fascinante diversidad del país. En una sola sección, encontrarás estudiantes de las cuatro zonas de Lima metropolitana y de las diferentes regiones del Perú.
El maestro de las mentalidades Ferdinand Braudel decía que las estructuras mentales son las que más tardan en cambiar: debemos aspirar a construir una sociedad en la que podamos conocernos, respetarnos y querernos independientemente de que hayamos nacido en Villa el Salvador, el Cercado de Lima o San Isidro, pero, al mismo tiempo, hace mucho que la Universidad de Lima dejó de ser un centro de estudios exclusivo de sectores medios-altos limeños. Sin embargo, el imaginario persiste, cómo el de los estudiantes de la PUCP rojos y así una etiqueta para cada quién.
En El pez en el agua, el nobel Mario Vargas Llosa define nuestro racismo como uno en el que cada peruano se afirma a sí mismo despreciando al que cree debajo y volcando su rencor envidioso hacia el que siente arriba de él. Como maestro, he logrado que el aula de clase se convierta en un recinto en el que cada uno deje un retazo de su historia, como un joven huancavelicano que nos contaba, en una sesión sobre el Perú rural, acerca de sus abuelos que viven en una pequeña aldea a la que se llega tras ocho horas de camino. Lo cierto es que la relación ¿horizontal? entre estudiantes que provienen de realidades absolutamente diversas, y hasta antagónicas, y que hoy se encuentran en la universidad, es un terreno del que, hasta hoy, el docente, y el sistema educativo en su conjunto, se han autoexcluido. Habría que pensar más en él y ver la manera de convertirlo en un espacio de encuentro. Hay un gran nosotros por construir allí.