¿Qué es el cine de David Lynch si no una mezcla de fantasmagorías y apariencias? Ya han pasado, casi sin darnos cuenta, diez años desde el estreno del que fue su último largometraje, “Inland Empire”, un poderoso viaje onírico y un ejercicio cinematográfico que reunió muchas de sus inquietudes: misterios delictivos, intrincadas narrativas, pesadillas que ponen en jaque la idea de realidad. Un monumento de tres horas que no solo se convirtió en su película más larga hasta la fecha, sino en la más compleja y profunda de todas. Y desde entonces, silencio. Uno en apariencia, claro, como el famoso Club Silencio que montara en una de las escenas más logradas de “Mulholland Drive”. El silencio creativo de Lynch ha respondido a “una falta de inspiración” —él mismo lo ha admitido—, pero no le ha impedido mantenerse activo con una serie de proyectos bastante disímiles. Rastrearle el paso puede ser tan confuso y engañoso como pretender desentrañar su obra por vías puramente racionales. En su cuenta de Twitter, además de hacer campaña por Bernie Sanders, el candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos —ya fuera de carrera—, se presenta como un tenaz propulsor de su propia fundación para la “Educación basada en la conciencia”, que persigue el desarrollo emocional y educativo a través de la llamada meditación trascendental. Un proyecto social que impulsa de tal manera la armonía y la paz que resulta increíble que provenga del mismo hombre que imaginó películas tan retorcidas como “Eraserhead” y “Lost Highway”. Más allá de esto, el inquieto Lynch ha dirigido una buena cantidad de cortometrajes, todos fácilmente hallables en YouTube. Entre los más interesantes están “Absurda”, microcuento de horror dentro de una sala de cine; “Blue Green”, que vuelve el rostro hacia los escenarios industriales y los personajes misteriosos que tanto lo obsesionan; y el más ortodoxo “Idem Paris”, documental en blanco y negro sobre una imprenta de bellas artes en la capital francesa. Particularmente curioso es que uno de sus proyectos más interesantes en esta década haya sido de índole publicitario: “Lady Blue Shanghai”, un comercial hecho para Dior y con Marion Cotillard en el papel de una mujer perdida en un hotel y en su propio déjà vu. Un paseo asiático de lo más refinado, la ensoñación de un amante desconocido, y una lujosa cartera que despide humo y misterio conforman estos 15 minutos de intriga con el mejor y más cinematográfico product placement de los últimos tiempos. Lynch, además, ha llevado un paso más allá su particular gusto por la música y el sonido (pensemos en esas inolvidables bandas sonoras trabajadas con Angelo Badalamenti) dirigiendo algunos videoclips para artistas como Moby, Nine Inch Nails e Interpol. E incluso ha publicado dos álbumes de estudio, “Crazy Clown Time” (2011) y “The Big Dream” (2013), de un corte experimental que abarca tanto la electrónica como el blues, y que han gozado de un recibimiento bastante aceptable por parte de la crítica especializada. Busque el video de la canción “Crazy Clown Time” para toparse de lleno con un delirio audiovisual de violencia y excesos. Lo lyncheano en su esplendor.
* * *Afortunadamente para quienes lo extrañan en su actividad plena, las noticias son felices: el tan esperado regreso de “Twin Peaks”, la serie televisiva de culto que junto a Mark Frost maquinó a inicios de los noventa, fue confirmado luego de algunos desacuerdos sobre el presupuesto. Como era de esperarse, el anuncio ha hecho que la expectativa estalle, pese a que no se maneja demasiada información preliminar sobre la trama. Se sabe que la tercera temporada se estrenará en el 2017, será una continuación de la historia original, tendrá 18 capítulos y volverá a contar con las actuaciones de Kyle MacLachlan como el agente Cooper y Sheryl Lee como Laura Palmer. Se sumarán nuevos personajes, entre ellos uno encarnado por Laura Dern, una actriz que ha trabajado más de una vez con Lynch. ¿Qué esperar de la nueva “Twin Peaks”? Seguramente lo mejor. A diferencia de las anteriores temporadas, en esta todos los capítulos serán dirigidos por el mismo Lynch (un detalle no menor si recordamos que él solo estuvo tras el episodio dos de la primera temporada, de lejos el más logrado de toda la serie). Y el interés aumenta si pensamos en todo el potencial que implica tener a un cineasta con la inspiración recuperada, con todo el presupuesto que la televisión de hoy en día —en su máximo apogeo— le puede dar, con los recursos digitales que tanto le fascinan y que ya explotó en “Inland Empire”, y con la posibilidad de hacer renacer esas historias de suspenso y terror en un pueblo enloquecido, de mujeres en crisis de identidad (escindidas más que duplicadas), de crímenes brutales envueltos en un humor irritante. En resumen, una bestia salvaje dormida durante 25 años y que promete despertar con desquiciada voracidad. La estamos esperando.