De pronto este país hizo ¡bum! Eran los años finales de la década del setenta y el gobierno de las Fuerzas Armadas estaba a punto de venirse abajo. El descontento en las calles, el paro nacional de julio de 1977, la crisis económica, el desempleo y el desgaste de los propios militares en el poder había puesto al país en el límite. Por esos años, en una casa de Jesús María —y después en otra de Miraflores— un grupo de jóvenes escritores y artistas gráficos se reunía para conspirar. Eran cuatro en un inicio y con el tiempo se sumaron más. Ellos tramaban rebelarse a la censura de aquellos tiempos y revivir una vieja revista satírica —Monos y Monadas— que había existido en Lima hacia 1905.
Los cabecillas de este proyecto eran Nicolás Yerovi y el poeta Antonio Cisneros, y ambos eran descendientes —nieto y sobrino nieto, respectivamente— de los creadores de aquella publicación de inicios del siglo XX: Leonidas Yerovi y el poeta Luis Fernán Cisneros. Sin embargo, a fines de los setenta las cosas estaban difíciles. Muchos periodistas habían sido deportados por escribir contra el régimen y toda publicación debía pasar por la censura estatal. Entonces, Yerovi y compañía decidieron acogerse a una norma que permitía la reedición de publicaciones antiguas, y convencieron a los militares de que se trataba de una inofensiva revista costumbrista. Sin embargo, el 27 de abril de 1978, cuando salió la primera edición de la nueva Monos y Monadas la bomba estalló.
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En una de esas carátulas iniciales aparecía un gigantesco gorila, apenas contenido en un apretado saco rojo y una camisa blanca, mientras su traje de militar descansaba sobre un perchero. El grotesco simio soltaba esta frase: “De todas maneras, el poder será transferido a los civiles”. En otra portada, aparecía un lobo disfrazado de Caperucita que decía sin ocultar su ferocidad: “¡Garantizamos la plena libertad de expresión!”. Y en una tercera viñeta se mostraba la caricatura del general Francisco Morales Bermúdez, atado a una cama, y a punto de ser sometido a un electroshock. En el texto se leía: “Diez años de revolución: atrapado sin salida”.
Comenzaron entonces las amenazas y varios números de la revista fueron decomisados. Pero ya era tarde. El gobierno militar estaba en su última etapa y, además, debía dar muestras de apertura de cara a las elecciones constituyentes de ese año, 1978. Al grupo inicial conformado por Yerovi, Cisneros, Juan Acevedo y Lorenzo Osores, se irían sumando Luis Freire, Rafo León, Fedor Larco, Salvador Velarde, Mario Acha, Marisa Godínez, Maroé Susti, Carlos Tovar (Carlín), Eduardo Morel (Lazarus) y Alonso Núñez, cuya técnica depurada ilustró varias carátulas de la publicación. Una generación, sin duda, brillante.
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“Creo que es, de lejos, la mejor generación del humor gráfico en el Perú republicano”, dice, con entusiasmo, el curador e historiador de arte Alfredo Villar, quien ha publicado un libro en el que sintetiza esta eclosión creativa con una sola palabra: “Búmm!” Con este título, Villar rinde homenaje a un dibujante y poeta fallecido en el semiolvido, en 2012, llamado Julio Polar, quien, allá por 1988, editó una revista de igual nombre en la que acogió a dibujantes jóvenes como Mario Molina, Julio Granados oRubén Sáez.
“Como si fuera un mártir, un kamikaze, un bonzo, Polar demuestra que no tiene ningún temor y se prende fuego y expulsa demonios como ningún integrante de su generación”, escribe Villar. “Él era el más radical, el más ácido de todos. Colérico y genial, produjo tanto material —dibujos y textos— que pienso editar un próximo libro dedicado a su obra”, dice el investigador.
Y si Monos y Monadas fue el detonante del humor político en el Perú, se puede decir que una década después el suplemento ¡No! significó un nuevo estallido de creación e irreverencia frente al poder. Bajo la dirección de Juan Acevedo, el creador de El Cuy, el personaje de historieta más popular en el Perú, este suplemento de humor político apareció en 1987 como parte de la revista Sí, dirigida por César Hildebrandt. Ahí se reunieron humoristas como Rafo León, Luis Freire, Fedor Larco y artistas como Alonso Núñez, Pepe San Martín y el mencionado Polar, quien, con guion de Juan Acevedo, dibujaría en su mejor etapa a la recordada Araña No. Eran los tiempos del primer gobierno de Alan García y otra vez el país se iba por el despeñadero.
“Las desgracias nacionales al parecer provocan estas reacciones sublimadas de humor porque o te vuelves un criminal y optas por la violencia, o sacas tus tripas afuera con humor, como en el caso de Polar”, reflexiona Villar.
Pero, al inicio, en la década del ochenta también aparecía el presidente Fernando Belaunde caricaturizado en su alejada nube, sin saber lo que sucedía a su alrededor —como en la tira de Alfredo Marcos—. Esa década se cerraría con la fundación del Club Nazca, de gran influencia en los años posteriores; y con la reedición de El idiota ilustrado, en 1989, en medio de la virulenta campaña electoral que llevaría al poder, de manera sorpresiva y desconcertante, a Alberto Fujimori.
Entonces, se pasó de la risa al shock. El paquetazo económico anunciado por Fujimori en 1990 llevó a la quiebra a muchas publicaciones y puso en la calle a la mayoría de dibujantes y artistas. Otros más afortunados se mudaron a la publicidad y algunos sobrevivieron por medio de trabajos esporádicos. Fue la época de la revista Nazca Cómic, con nombres como Javier Prado, Carlos Castellanos y Carlos Crisóstomo, además de las creaciones de Jaime Higa y de Juan Javier Salazar, quienes unían arte y humor gráfico. Desde el gobierno, se alentó lo chicha y como afirma Alfredo Villar se creó una “cultura de la evasión”.
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La mayor parte de esta época retratada por “Búmm!” estuvo también signada por el terror de Sendero Luminoso y el MRTA y por las denuncias de excesos cometidos por parte de las fuerzas militares. “La actitud de todos los humoristas gráficos, que eran de izquierda, fue de crítica hacia Sendero y también hacia el Estado”, dice Alfredo Villar. (En el libro se recoge la célebre carátula de Monos y Monadas, realizada por Carlín, en la que se ve al presidente Belaunde sentado en una peluquería mientras se pregunta: “¿Dónde diablos estará escondido ese tal Abimael Guzmán?”. No se da cuenta de que detrás de él, con una afilada navaja, el peluquero no es otro que el propio cabecilla senderista).
“Pude haber puesto más ejemplos de cómo se abordó la violencia política en el humor gráfico de la época, pero he querido mostrar también otras cosas. Por ejemplo, rescato a dos artistas que me parecen esenciales para ver los matices de este período”, explica Villar. Se refiere a los trabajos de Marisa Godínez y de Dare (Darko Dovidjenko). Ella fue una de las precursoras del discurso de género y feminista en el humor y el arte gráfico peruano —en el libro hay un ensayo dedicado a su obra escrito por Carla Sagástegui— y sus obras son definidas por Villar como “un ejercicio de imaginación y de fantasía en unos años tan difíciles”.
El libro, diseñado por Christian Bendayán, se cierra con entrevistas a diversos creadores, quienes coinciden en algo: el humor gráfico en el Perú siempre ha estado acechado por la censura. Y esa es, paradójicamente, una prueba de su gran vitalidad y de su permanente desafío al poder.
Libro
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Libro: Búmm!Autor: Alfredo VillarEditorial: Reservoir BooksPáginas: 215
El material recogido en el libro se expondrá entre el 19 de enero y el 24 de febrero en la Sala Luis Miró Quesada Garland de la Municipalidad de Miraflores.