Cuando tenía un año y medio, su madre la llevó a conocer el mar. Barranco era entonces un pueblito rodeado de playas de piedras blancas, adonde se llegaba después de descender por un acantilado. Es casi imposible recordar a una edad tan temprana pero Magda Portal aseguraba que así sucedió. Iba en los brazos de su madre cuando de pronto vio esa inmensa masa de agua entre el resplandor de la mañana. “Tengo la impresión de haberme quedado deslumbrada con la maravilla del mar. No sé hasta qué punto podría haber comprendido ese momento, pero retengo mi estupefacción, no miedo, ante la bruma del mar”, le contó muchos años después a la académica estadounidense Kathleen Weaver en una entrevista, cuyo manuscrito se conserva en la Universidad de Texas. Esa imagen la acompañó toda su vida.
El mar fue recurrente en su poesía. Fue para ella un refugio pero también significó un símbolo de fortaleza y libertad en momentos difíciles como el destierro, la cárcel y la muerte de quienes más amó. En 1927, imbuida por las corrientes vanguardistas, publicó quizá su poemario más arriesgado, Una esperanza i el mar —con esa i que era un homenaje a Manuel González Prada—. Ahí escribió:
Yo soy un MarPupilas de crepúsculoi voz de aurora —Como ese mar azulal que yo desperté en mi primer viaje—Aquel mar de los brazos abiertosde la perenne juventuddonde se posa mi Esperanza
Nacida con el siglo XX, Magda Portal fue una mujer excepcional en un tiempo excepcional: un momento en que toda una generación de intelectuales abrazó la política y el arte con la sangre en las ideas, como decía José Carlos Mariátegui. Y ahí estaba ella, veinteañera, en las fábricas, adoctrinando a los obreros; en las provincias, dando conferencias para estudiantes y campesinos; en el norte, convenciendo a las mujeres de que era necesario el voto femenino; en Lima, fundando revistas vanguardistas; en Bolivia, escribiendo en un boletín político, cuyo nombre era ya provocador: Bandera roja; o exiliada en México, fundando una organización indoamericana que con el tiempo se convertiría en el Apra. Amiga de Mariátegui, Haya de la Torre y Vallejo, los tres íconos intelectuales de su tiempo, Magda Portal estaba convencida, como muchos de sus coetáneos, de que el cambio social era necesario e impostergable en el Perú, y que el arte —nuevo y vanguardista— debía ser la expresión de esa causa.
Por eso resulta acertado el título de la muestra que desde el próximo jueves 30 se exhibirá en la Casa de la Literatura Peruana: Trazos cortados. Poesía y rebeldía de Magda Portal. De esta manera se busca sacar del olvido en que cayó su figura en las últimas décadas, después de haber sido elogiada por Mariátegui en los Siete ensayos y de haber estado a la altura de poetas latinoamericanas como Alfonsina Storni, Gabriela Mistral o Juana de Ibarbourou.
Magda Portal, 1929. Cortesía de la Biblioteca de la Universidad de Texas en Austin, Colección Latinoamericana Nettie Lee Benson. (Trazos cortados. Poesía y rebeldía de Magda Portal)
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“El título de la exposición se debe a varios motivos —dice Kristel Best Urday, curadora de la muestra—: primero porque ‘Trazos cortados’ fue el nombre de una columna de Magda Portal en Expreso, en los años setenta. Después, porque ella tituló así una autobiografía que permanece inédita y que escribió en los últimos diez años de su vida, y también tiene que ver con lo que ocurrió con gran parte de su obra, la cual se destruyó o se perdió debido a sus constantes viajes, exilios y etapas de prisión a causa de su actividad política”.
Existen tres momentos en la vida de Magda Portal que son una muestra de ese carácter rebelde al que alude la exposición. El primero es un episodio ocurrido en su niñez. Su madre era una mujer aficionada a la lectura. Se había casado a los 16 años con un hombre que le doblaba la edad y que se dedicaba a la compra y venta de inmuebles. Magda —su verdadero nombre era María Magdalena Julia del Portal Moreno— era la segunda de cuatro hermanos y la preferida de su padre. Él la llamaba Julita y era la única que podía interrumpirlo mientras trabajaba en su escritorio. Solía sentarse con él y jugaban juntos, mientras sus otros hermanos se quedaban afuera. Cuando ella tenía cinco años, su padre cayó enfermo y a los pocos días falleció de una pulmonía. Entonces el mundo se le vino abajo. Su madre se quedó sola con cuatro hijos pequeños —su hermana mayor tenía diez años, su hermano menor cuatro, y su última hermana acababa de nacer— y, agobiada por las deudas y engañada por acreedores y jueces, terminó siendo desalojada de su casa. Portal relató, en la entrevista que le hizo la investigadora Kathleen Weaver, que una mañana, mientras su madre se había ido a un juzgado, llegaron policías y jueces, y la sacaron a ella y a sus hermanos a la acera.
“Los jueces pusieron candado en el portón de la entrada. Nosotros nos quedamos llorando en la calle, por supuesto. Éramos unos niños abandonados pero toda la vecindad sabía que esa casa era nuestra y decía ‘Pero qué barbaridad, cómo es posible que los arrojen de su casa’”. Entonces ella cogió una piedra, la más grande que pudo agarrar, y la tiró contra el candado. Tenía ya siete años y la fuerza suficiente para hacer que el seguro cediera. “Abrí la puerta y empecé, con la gente del barrio, a meter mis muebles dentro de la casa. Así era entonces la injusticia. Cuando llegó mi madre fue el gran drama, pero ¿qué hace una gente cuando no tiene mayor amparo en la sociedad?”.
El segundo hecho ocurrió cuando ella tenía 23 años. En ese momento ya era alumna libre en San Marcos y, según cuenta la estudiosa Myriam Gonzales Smith en Poética e ideología en Magda Portal, el 23 de mayo de 1923 se produjo una protesta popular en Lima que había sido violentamente reprimida por el gobierno de Augusto B. Leguía. Por esas fechas se desarrollaron los Juegos Florales de San Marcos y la joven Magda Portal fue una de las ganadoras con una serie de tres poemas llamada “Nocturnos”, de su libro inédito Ánima absorta. Era uno de los premios literarios más importantes de aquel tiempo y al acto, en el Teatro Municipal, había sido invitado el propio presidente de la República. Portal se enteró de la presencia de Leguía detrás del escenario, cuando el auspiciador del certamen, el poeta José Gálvez, ya la anunciaba como ganadora. De inmediato se rehusó a salir. De esta manera, esta muchacha delgada, de facciones finas y cabellos rizados, prefirió renunciar al galardón antes de darle la mano al gobernante. Gonzales Smith reproduce en su libro lo dicho por Haya de la Torre al enterarse del incidente: “No esperaba menos de Magda Portal; la conozco muy bien, ella vale mucho por su inteligencia de artista, pero mucho más por su carácter. Ya la veremos trabajando con nosotros en las Universidades Populares y consagrar su vida a nuestros ideales”. No está de más decir que, cuatro años después de aquel suceso, Leguía la deportaría, acusándola de realizar actividades subversivas.
Magda Portal, en 1981. Foto de Víctor Ch. Vargas. Archivo revista Caretas. (Trazos cortados. Poesía y rebeldía de Magda Portal)
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El tercer evento tiene que ver con el propio líder aprista, pero sucedió muchos años después, a fines de la década del cuarenta. Efectivamente, Magda Portal luchó por los ideales de Haya de la Torre en los años treinta y no solo fue la única mujer fundadora del llamado “partido del pueblo”, sino que realizó una labor intensa para formar a los cuadros de esta agrupación en tiempos de clandestinidad y persecuciones. En esa época, según cuenta la literata e historiadora Diana Miloslavich en su ensayo “Feminismo y sufragio 1931-1955”, Portal fue una activa impulsora del voto y la participación política de la mujer, tanto en conferencias públicas, en artículos o libros.
En 1948, Portal escribe en el periódico aprista La Tribuna un artículo en el que critica duramente la casi nula participación femenina en las listas de los partidos políticos. Al parecer esto no le gustó mucho a Haya de la Torre, pues meses después, cuando se realizó el II Congreso Nacional Aprista, su relación con ella ya no era la mejor. Magda Portal era una activa integrante del Comité Ejecutivo Nacional y protestó cuando no se quiso conceder el voto a las mujeres ni se les quiso reconocer como miembros del partido sino solo como “simpatizantes”.
En una entrevista de 1984, Portal le cuenta a la investigadora Sara Beatriz Guardia: “las conclusiones del congreso sostenían este enunciado: ‘las mujeres no son miembros activos del Partido Aprista porque no son ciudadanas en ejercicio’. Me levanté y pedí la palabra. Haya de la Torre dio un golpe en la mesa y dijo: ‘No hay nada en cuestión’. Insistí con energía que quería hablar y se repitió lo mismo. Ante eso, me levanté con un grupo de mujeres y dije en voz alta: ‘¡Esto es fascismo!’”. Nunca más volvió al partido.
Según cuenta Kristel Best Urday, a mitad de los años ochenta, cuando Alan García había alcanzado la presidencia, emisarios suyos se acercaron a una anciana Magda Portal y le pidieron que regresara al Apra. Su respuesta, otra vez, fue contundente: “Yo avanzo, no retrocedo”.
Convención de mujeres apristas, 1946. Cortesía de la Biblioteca de la Universidad de Texas en Austin, Colección Latinoamericana Nettie Lee Benson. (Trazos cortados. Poesía y rebeldía de Magda Portal)
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Es difícil desligar el ejercicio narrativo y poético de Magda Portal de su labor partidaria y política. Uno de los que más han investigado su obra y su vida ha sido el hispanista estadounidense Daniel R. Reedy, quien la entrevistó varias veces en 1971, como a otros integrantes de la brillante generación de colaboradores de Amauta. En el año 2000, Reedy publicó Magda Portal. La Pasionaria peruana, biografía intelectual. El título alude al apelativo que en 1939 le puso un crítico del diario La Tarde, de Mendoza, Argentina, quien comparó a Portal con la poeta comunista española Dolores Ibárruri, quien era conocida con el seudónimo de La Pasionaria.
De formación autodidacta, Portal siempre estuvo relacionada con la creación. De niña solía contarse a sí misma historias en el patio de su casa, en Bellavista, Callao —adonde se mudó con su madre y sus hermanos—, y en el colegio escribía novelitas que hacía circular entre sus amigas. Empezó a trabajar desde la adolescencia y, en esos recorridos por el Centro de Lima, conoció a varios jóvenes sanmarquinos, con quienes entabló amistad, y comenzó a acudir a la universidad como alumna libre.
Dos hermanos huancaínos serían claves en su vida: Federico y Reynaldo Bolaños —cuyo seudónimo poético era Serafín Delmar—. Magda Portal estuvo comprometida con ambos. Con Federico tuvo su única hija llamada Gloria, y después de separarse de él, se relacionó con Serafín. Juntos hicieron un viaje casi clandestino a Bolivia en 1925, donde se dedicaron a expandir las ideas revolucionarias de la época hasta ser deportados por el gobierno de Hernán Siles. Años después, la pareja sería clave en la expansión del Apra a inicios de la turbulenta década de 1930. Su relación terminaría abruptamente cuando Serafín fue encarcelado en 1932, implicado en un intento de asesinato al presidente Luis Sánchez Cerro.
Magda Portal, Serafín Delmar y la pequeña Gloria Bolaños, en Chile, 1930. (Archivo digital Ivonne Wallace)
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Aunque en una etapa inicial su obra estuvo ligada a las corrientes modernistas y posmodernistas —como sus poemas desaparecidos de Ánima absorta y otros textos publicados en revistas de la época—, con el correr del tiempo, Magda Portal fue “experimentando una metamorfosis” —en palabras de Reedy— hacia la vanguardia y el compromiso social. En 1924 escribió los 18 poemas que conforman Vidrios de amor, una época que coincidió con su maternidad, y que la llevó a escribir versos desgarradores en los que alude tácitamente a su hija: “Quisiera defenderla de mí misma/ como de una fiera/ de estos ojos delatadores/ de esta voz desgarrada/ donde el insomnio hace cavernas”.
Tres años después, aparecerá en la editorial Minerva, de Mariátegui, su libro Una esperanza i el mar, conformado por 42 poemas en los que se mezclan versos de corte lírico y angustiado con otros en los que prevalece la protesta social frente a la deshumanización de la modernidad, algo que se acentuará con el aumento de su actividad política, con el destierro y la cárcel. En 1934, cuando la persecución contra los apristas se volvió más intensa, Portal fue detenida y sentenciada a 500 días de prisión en la cárcel de Santo Tomas, en Lima. Luego fue deportada a Chile y a Argentina. Todo eso se vio reflejado en Costa sur, un libro sombrío publicado en 1945, y en su recopilación de poemas titulada Constancia del ser, editada 20 años después. En este periodo, su madre, Rosa Amelia Moreno, también terminó presa por esconder la imprenta del partido en su casa.
“Más allá de los estilos literarios, ella mantiene ciertos símbolos poéticos en toda su obra, y uno de ellos fue el mar como sentido de vida, donde confluyen todos sus caminos. Otro fue la cárcel, como sinónimo de encierro pero también como una búsqueda de profunda libertad”, dice Kristel Best Urday.
En “Poemas de la prisión” (1934) se lee:
Y así se siente uno más solacomo si en el mundo solo hubieraeste cuartucho miserablecon sus cuatro paredes de cementoy adentro un corazónque late solocomo un extraño¡prisión!
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Magda Portal con trabajadores en el mercado de Cuzco, 1945. Cortesía de la Biblioteca de la Universidad de Texas en Austin, Colección Latinoamericana Nettie Lee Benson. (Trazos cortados. Poesía y rebeldía de Magda Portal)
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Magda Portal fue siempre reacia a hablar de su vida privada. Sin embargo, sus amores con los hermanos Bolaños —el fin de su relación con Federico y la prisión de Serafín, desde 1932 hasta 1942— y la muerte trágica de su hija Gloria, a los 23 años, deben haberla marcado profundamente. Sobre este hecho, ocurrido la tarde del 3 de enero de 1947, existe solo información confusa. Lo cierto es que la muchacha se suicidó disparándose en el corazón. Portal jamás se pudo reponer de semejante tragedia. En el fondo, había condenado a su hija a una existencia inestable y precaria a causa de su activismo político. Cuando la niña tenía solo siete años llegó a ser interrogada y maltratada por la policía que averiguaba el paradero de su madre. Reedy indaga en su libro los motivos del suicidio y cita una escueta nota aparecida en El Comercio: “Hasta el momento parece que se trata de un hecho pasional”. Gloria estudiaba Letras en San Marcos y se había enamorado de un compañero de estudios que incursionaba en la política. Portal no aprobó esta relación, pues no quería que su hija “malgastara su vida” como lo había hecho ella. La depresión de la joven aumentó cuando se enteró de que el muchacho estaba casado. Entonces decidió quitarse la vida.
En “Constancia del ser”, se leen los siguientes versos:
Ya no camino por los añosdetenida en el borde de la vidaya no camino aguardola señal convenidaen que ataré tus lazos a mis lazose iré a dormir tu noche con la mía.
Y esos lazos se unieron el 11 de julio de 1989, cuando Magda Portal murió en el Hospital Obrero. Sus cenizas fueron echadas al mar de Barranco, ahí donde estaban todos sus recuerdos, desde la mañana de su infancia en que quedó deslumbrada por ese horizonte infinito.
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La exposición “Trazos cortados: Poesía y rebeldía de Magda Portal” se puede visitar desde el jueves 30 de marzo en la Casa de la Literatura Peruana, ubicada en el Jr. Áncash 207, Centro Histórico de Lima.
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