“Éramos solo seis negritos en escena y en un minuto, como habíamos ensayado, nos cambiábamos mientras entraba una canción, o César Calvo recitaba una glosa”, recordó hace siete años Lalo Izquierdo, uno de los fundadores del grupo, para la revista Variedades. Hablaba de la presentación que habían hecho en el Luna Park, en Buenos Aires, durante la primera edición del Festival Internacional de la Danza y la Canción. Fue hace 47 años. Perú Negro tenía entonces apenas siete meses de vida. “La herencia continúa”, la presentación con la que Perú Negro vuelve al escenario del Municipal este sábado 27 y domingo 28 de agosto no solo dará testimonio del lugar de la cultura negra en la conformación de la identidad nacional, sino también de aquellos ya lejanos inicios cuando ensayaban —“pata en el suelo”— en la sala de Valentina, la madre del bailarín y cofundador Rodolfo Arteaga, sacando todos los muebles al callejón del Buque, en Barrios Altos, para hacer espacio. Entonces la agrupación era dirigida por el ya fallecido (mas nunca olvidado) Ronaldo Campos, quien había decidido iniciar un grupo de danza tras la recomendación de Guillermo Bonilla. Ronaldo trabajaba en El Chalán, una peña donde la agrupación de Mario Lobatón solía hacer presentaciones. En cierto momento hubo una pelea entre Bonilla, dueño del local, y Lobatón, por lo que el lugar se quedó sin espectáculo musical. Campos no desperdiciaría esta oportunidad. Junto a algunas amistades que había hecho en sus eventuales ensayos en Breña, en el Teatro Danzas Negras del Perú, dirigido por Victoria Santa Cruz, armó un espectáculo que tenía arte además de gracia. Pasó poco tiempo para que se corriera la voz en Lima y captaran la atención de Chabuca Granda. Granda, impresionada por el espectáculo y habiéndose hecho amiga del conjunto, llamó a Campos un día, preguntándole si podían ir a un festival en el extranjero. Se trataba de la presentación en Buenos Aires. Los “seis negritos” de los que hablaba Izquierdo eran los bailarines Esperanza Campos, las hermanas de la Cruz (Pilar y Sara), Rodolfo Arteaga, Víctor Padilla y él mismo. Sin embargo, no eran los únicos: acompañándolos con la música se encontraban leyendas del cajón como Ronaldo Campos, los guitarristas Línder Góngora e Isidoro Izquierdo, el percusionista Orlando Soto y las poderosas voces de Carlos Soto y Lucila Campos. Detrás del escenario, Chabuca Granda les había presentado, para que los asistiera en las coordinaciones, a Luis Garrido-Lecca, al periodista Guillermo Thorndike y al gran poeta César Calvo, quien les ayudaría también a escribir el guion de sus espectáculos. El que presentaron en Argentina se llamó “La tierra se hizo nuestra”, y empezaba resonando con estos versos de Calvo: “Somos del Perú/ Nuestro país, sin embargo, no tiene límites, no tiene fronteras./ Nuestra sangre es el África./ Nuestro lenguaje, la danza./ Venimos a contarles nuestra historia, cadenas, sangre y viento”, enunciando la labor de difusión y celebración de la cultura e historia afroperuana que Perú Negro sigue cumpliendo con determinación y gracia. A ese primer espectáculo internacional no le faltaron accidentes: a Lucila Campos le apagaron el micrófono apenas comenzaba a cantar “El payandé”. Eso no la detuvo y con un poderoso a cappella hizo saber que a Perú Negro nadie lo iba a detener. Y, en efecto, nada ni nadie lo ha hecho hasta ahora. Como explica el sociólogo y experto en el tema Manuel Barrós Alcántara, es por la fortaleza de espíritu que los caracteriza, expresada en su capacidad de autogestión popular. Si bien en 1971, impresionado por su éxito internacional (Perú Negro, aún después del accidente, había sido premiado en el festival argentino), Luis Banchero Rossi los acogió como su mecenas (lo que duró poco, debido a su muerte en 1972) y aun cuando, de acuerdo a Barrós, “trabajaron ‘apoyados por’ y no ‘para’ el Estado” entre 1974 y 1975, siendo beneficiarios económicos del régimen velasquista, lo que caracteriza a Perú Negro es manejarse y subsistir con la unión y fortaleza de una familia. Y la familia y la fraternidad son también elementos esenciales. Los Campos, los de la Cruz, los Soto, los Izquierdo, los Arteaga y otros clanes han formado parte de Perú Negro desde sus inicios, y lo siguen haciendo. Ronaldo Campos, quien trabajó sin descanso hasta sus últimos días (murió el 2001, y apenas en 1998 había formado el conjunto infantil Perú Negrito, al que llevó al Festival Mundial de Niños en Holanda y Austria en 1999), ha pasado la posta de director a su incansable hijo Rony. Bajo su dirección se han editado ya cuatro discos, y llegará uno nuevo para el 48 aniversario del conjunto. La herencia de Perú Negro continúa, y no habrá quien la pare.
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