Los cristianos antiguos del siglo I no celebraban la Navidad, sino la Pascua. Esa era para ellos la fiesta más importante, pues simbolizaba la resurrección de Jesús, su ascenso al cielo y la consolidación de su mensaje, en una época en que buscaban expandir el credo y esperaban la parusía, es decir la pronta venida de Cristo, en medio de terribles persecuciones y martirios. Incluso uno de los teólogos del cristianismo primitivo como Orígenes creía que no debía festejarse el nacimiento del salvador como si se tratase de un rey o faraón.
Sin embargo, para el siglo IV, la fecha del nacimiento de Jesús era ya un debate clave para la nueva Iglesia, sobre todo porque el cristianismo iba expandiéndose por el imperio romano, y necesitaba contar con celebraciones importantes en reemplazo de los antiguos y populares cultos solares vinculados —en el hemisferio norte— con el solsticio de invierno y el fin de la siembra.
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En este escenario, aparece la figura del papa romano Julio I, quien se dedicó a fundar basílicas y a reemplazar los antiguos cultos paganos. Según la tradición católica, alrededor del año 345, este pontífice decidió fijar el 25 de diciembre como día del natalicio de Jesús.
Dorothea Ortmann, doctora en teología y profesora de las universidades de San Marcos y Antonio Ruiz de Montoya, comenta que hubo varias razones para elegir esta fecha. “Primero, hay un argumento teológico —dice— que tiene que ver con el debate con los arrianos (quienes se oponían a la idea de Trinidad). Se quería hacer entender que, aunque Jesús fue divinizado en el dogma cristológico, del siglo III, debía ponerse énfasis en su nacimiento y su vivencia terrenal humana. También se seguían cálculos tomados de hechos bíblicos. Es decir, si Juan Bautista había nacido en el solsticio de verano y era precursor de Jesús, entonces este debió haber nacido en el solsticio de invierno. Con la elección del 25 de diciembre se reemplazaba, además, la antigua fiesta de una divinidad solar fenicia (Natalis Solis Invicti) muy popular en la Roma de la época. La simbología de Jesús como Sol y luz juega un papel muy importante en la Iglesia temprana”.
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Pero la Navidad no se celebró de inmediato. Su conmemoración, con banquetes y misas, se concretaría mucho más tarde, a mediados del siglo V, cuando el cristianismo ya era la religión oficial de Roma. El investigador Alfredo Martorell, en El origen de la Navidad, precisa: “No será hasta el 440 cuando la Iglesia decida oficialmente celebrar el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre. Aún así, esta no constituirá fiesta obligatoria hasta que así lo decidió el Concilio de Agde, en el 506. Y habrá que esperar al año 529 para que el emperador Justiniano la implante como día festivo”.
"La celebración de la Navidad con banquetes y misas se concretaría a mediados del siglo V, cuando el cristianismo ya era la religión oficial de Roma"
Edad Media: de la devoción a la fiesta
“En la Edad Media, la Semana Santa y la Navidad se convirtieron en las dos fiestas más grandes e importantes”, destaca Ortmann. “Para celebrarlas con devoción se introdujo las cuaresmas, tanto antes del Domingo de Resurrección como antes de la Navidad”, añade. Esto se generalizaría entre los siglos V y VI, y su duración, como precisa la investigadora española Estrella Rodríguez Gallar en su ensayo La navidad a través el tiempo, oscilaba entre las tres y seis semanas según los distintos países, y se acompañaban de meditaciones, predicaciones, oraciones y penitencias.
“Transcurridas estas semanas, llegaba la época navideña y con ella sus dos primeras grandes fiestas, la Nochebuena y la Navidad. Tras el primer gran banquete, la cena del 24 de diciembre, constatada desde los primeros siglos del cristianismo, los fieles acudían a la Iglesia a medianoche, a celebrar la Misa del Gallo. La realización de esta ceremonia se extendió rápidamente por la cristiandad y así a partir de los siglos V y VI d.C. comenzó a darse en Hispania, norte de África y norte de Italia, aunque no fue hasta el siglo VIII d.C. cuando se popularizó en toda Europa”, escribe Rodríguez Gallar.
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Con el correr de los siglos, la celebración del nacimiento de Jesús se convirtió en un símbolo importante y esperado. No fue casualidad que el acontecimiento más relevante de esa Europa medieval —la coronación de Carlomagno como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico— fuera un 25 de diciembre del año 800, durante la misa de Navidad.
El santo del pesebre
“Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada”, con este versículo del evangelio de Lucas se inició una tradición que tiene ya más de mil años de existencia: la construcción de nacimientos. En un inicio, alrededor del siglo XI, se popularizaron en los templos las representaciones teatrales del nacimiento de Jesús que contaban con gran participación popular. Ese fue el origen de los llamados misterios, conocidos después como autos sacramentales.
Sin embargo, todavía prevalecía el espíritu carnavalesco de los antiguos cultos solares y estas escenificaciones comenzaron a ser presas del jolgorio y la alegría desbordada. Como resalta Rodríguez Gallar muchos de estos actos terminaban “en mofas por parte de los pastores y del propio pueblo hacia la figura de San José”. Esto llevó al papa Inocencio III a prohibir dichas actuaciones en 1207, pero como persistía el deseo de los fieles por la representación, se aceptó a regañadientes reemplazar a los actores por mudas figuras de madera u otros materiales.
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Dos décadas después, sería Francisco de Asis, quien en la región de Toscana, en Italia, construiría el primer nacimiento de la historia, inspirado en su imaginación y en el relato bíblico. En una gruta puso un buey, una mula y un pesebre. Una pareja de campesinos representaron a María y José, y otros a pastores y ángeles, quienes se formaron alrededor de la figura de un niño.
Cuentan que en esa Nochebuena, durante la Misa de Gallo, la predicación de Asis conmovió a la gente, más aún cuando este levantó la figura del niño en brazos y todos creyeron que había cobrado vida. “El hecho, como no podía ser menos, fue tenido por milagroso, a la vez que se consideró que Dios había puesto de manifiesto su deseo de ser adorado también a través de representaciones e imágenes, por lo que se levantó la anterior prohibición”, narra Rodríguez Gallar.
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¿Los regalos los trae Papa Noel?
La tradición de regalar es tan antigua como la historia humana. Desde la antigüedad existen muchos seres, dioses y personajes que aparecen en fechas determinadas cargados de regalos. En el caso de la Navidad este es San Nicolás, Santa Claus o Papá Noel. Su origen está en un obispo de Mira, en Asia Menor, cuya fiesta se celebra desde el siglo IV cada 6 de diciembre. Como afirma Martorell en su citado ensayo, este es el gran día de los regalos en buena parte de Centroeuropa y marca, además, el inicio del período de adviento (que anuncia la llegada de la Navidad). Martorell cita al investigador y religioso Francis X. Weiser, quien afirma que “tras el nombre de Santa Claus se esconde la figura del dios pagano germánico Thor, cuya leyenda ha pasado al viejo obispo en la presentación moderna”. Este dios también solía bajar por las chimeneas de las casas para dejar el fuego, su elemento primordial.
En el Nuevo Mundo, el nombre de la Navidad comenzó a escribirse el mismo año en que Colón pisó estas tierras. Según narra en sus diarios, el 24 de diciembre de 1492 se internó por la Española (isla ubicada entre Haití y República Dominicana) en su intento por contactar con los caciques locales, pero en la travesía su nave más grande, la Santa María, encalló. Salvada la tripulación, en las horas siguientes, con los restos de la embarcación se construyó un fuerte que el almirante llamó Villa de la Navidad, el cual se convertiría en el primer asentamiento español en América.