Si alguien tuvo acceso privilegiado al general Augusto Pinochet —dictador que gobernó Chile durante 17 años—, fue Jon Lee Anderson. El pasado 25 de noviembre Pinochet hubiera cumplido 100 años, y hablamos con Anderson sobre esta figura que sigue dividiendo la sociedad chilena.
Poco tiempo después de que entrevistaras a Pinochet en Londres, en 1988, el juez español Baltasar Garzón le inició un proceso por violaciones a los derechos humanos. ¿El general lo vio venir?No creo que sospechara que Garzón hubiera estado planeando algo, pero sí veía venir los procesos en Chile. Cuando le hice una pregunta sobre derechos humanos, él golpeó la mesa con el puño y gritó con voz iracunda: “¡A terminar con los casos!”. Entiendo que se refería a los expedientes que se le comenzaban a abrir en Chile, intentando implicarlo en diversos sucesos. Su hija Lucía también se daba cuenta de que estaba expuesto a posibles cargos criminales, sobre todo en el caso de un ataque en el que cuatro comunistas fueron degollados. Esa vez que Pinochet perdió la compostura, me di cuenta de que temía algo. Él sabía hasta qué punto estaba implicado en hechos de sangre.Pinochet te dice que los dictadores no terminan bien. ¿No crees que, al haberse mantenido fuera de prisión y sin condena, de alguna forma él sí lo hizo? No. Terminó humillado. Si bien no condenado por sus crímenes contra la humanidad, al menos tuvo que, literalmente, hacerse el loco para no ir a la cárcel (es por su declarada demencia que se determina que no puede afrontar un juicio). Se notó cobarde. Él vivió una gran paradoja: por muchos años el terror que impuso en Chile le permitió desfilar como un gran vencedor de batallas, pero al final de su vida no podía señalar ningún lugar donde esa victoria hubiera sucedido. La batalla era secreta; y el enemigo caído, gente fusilada. También el hecho que le pillaran cuentas en el Banco Riggs, que demostró que era ratero, fue una humillación.
¿No podía decir que ganó la guerra contra el comunismo? Se podría decir que sí. Pero era militar y se concebía como tal. Y no podía decir “En Waterloo le hicimos 15 mil bajas a Napoleón”.¿Por qué los chilenos no se ponen de acuerdo sobre Pinochet? En el 98 fui a Chile para indagar eso. Algunos lo odiaban a muerte, otros lo veneraban como a un héroe. Creo que son más quienes lo desdeñan. Pero siempre hay personas que recuerdan cuando todo estaba en orden, todos obedecían las leyes y no había protestas. Son imágenes bastante pulidas de la memoria. Por supuesto había delincuencia, como la hay ahora.
¿Fue, como dicen algunos, el salvador económico de Chile? Chile despegó económicamente durante la dictadura, pero quién sabe si eso no hubiera pasado también sin ella. Los altos índices de bienestar económico que tienen no se le atribuyen completamente a Pinochet. Las reformas, además, implicaron un costo social. Tienen pobreza, problemas con la comunidad mapuche y, en algunos aspectos, es una sociedad bastante desigual. Pero mucha gente recuerda el despegue en comparación con los años de penuria, las manifestaciones y las tiendas vacías en la época final de Salvador Allende.
La presencia de Pinochet siguió siendo muy fuerte incluso cuando dejó el cargo….Arregló las cosas para tener testaferros y gente implicada en el poder inclusive en los dos primeros mandatos de la democracia. Recién con su muerte, Chile se libró completamente de él.
¿Por qué, luego de 17 años en el cargo, se empeñó en quedarse ocho más como jefe máximo del ejército y luego cuatro como senador vitalicio?Las personas se vuelven adictas al poder exorbitante. Quiso, además, arreglar las cosas para que su gente fuera protegida y que aseguraran de ese modo lo que veía como sus logros. Mantener un remo en el agua, por si las moscas.
A pesar de eso, él no se sentía como “un verdadero dictador”…Creo que no se imaginaba como un dictador absoluto, como Mao. A él lo veía como más allá del bien y del mal. Aunque hubiera querido tener ese tipo de poder sin controles, se concebía como un chileno. Sabía que vivía en una sociedad de leyes. Marginadas o violentadas por él, pero todavía leyes. Era consciente de que Chile era más grande que él.