Sylvia Falcón tiene el garbo de una diva de los cuarenta, pero sin esa calculada alternancia entre la fragilidad y la dureza. Ataviada con un vestido escarlata largo, brazaletes y pechera dorada, es difícil no pensar en una médium entre el mundo andino y el occidental. Una especie de ídolo que ha cobrado vida. Los que tuvimos la suerte de verla en el Teatro Municipal de Trujillo, con sus butacas de terciopelo y sus balconadas, evocamos la imaginería del templo de la Señora de Cao. Combates rituales, sacrificios humanos, tesoros y brujería encontraban una nueva forma de materializarse en el piano de César Carranza y las altas frecuencias de la voz de Falcón, que alzaba su capa roja traslúcida con los brazos formando un diamante trunco. Todo está lleno de simbolismo. No es casual: Sylvia conoce bien el poder del mito. Nacida en Lima de padre ayacuchano y madre huancavelicana, Sylvia Falcón heredó de ellos las tradiciones musicales que, desde su debut en el 2007 con “Killa Lluqsimun” —junto al recordado compositor y arreglista Daniel Kirwayo—, ha recuperado y divulgado. Y no solo partiendo de los recuerdos infantiles, sino también desde su posterior formación como antropóloga. Esta vocación suma a la peculiar naturaleza de su voz: es soprano de coloratura, es decir, puede alcanzar notas tan agudas como silbidos (llega hasta la sol de la sexta octava de piano) y realizar acrobacias sonoras inexplicables. Para los conocedores de la tradición operística local, resuenan las influencias de las sopranos Zoila Zevallos, Wara Wara y Siwar Q’ente. Para un oído más educado en el pop que la ópera, podemos decir que el virtuosismo de Falcón no tiene nada que envidiarle a la celebradísima FKA Twigs, y que su sensibilidad recuerda a la de la ruso-estadounidense Zola Jesus. Pero lo cierto es que continúa una tradición ancestral de cantoras andinas. Escuchándola cuesta creer que nunca haya estudiado en el conservatorio. Lo innato de sus aptitudes la ha hecho tomar su responsabilidad para con el canto lírico quechua como una misión. ***El reconocimiento de su talento fue unánime desde que su versión del Himno Nacional se hiciera viral. A partir de entonces, muchas cosas se fueron sucediendo de forma orgánica. Los entendidos apuestan que ocupará en la lírica andina el lugar estelar que alcanzó Yma Súmac en su momento. Pero ¿qué piensa la soprano? “Estoy segura de que sí escucharemos nuevas voces, quizá no inmediatamente, pues es difícil volver a abrirse camino en un medio como el nuestro, a pesar de la gran estela de luz que precede al género. Es un proceso muy interesante que yo he tomado de manera personal, pues es mi fijación continuar la internacionalización de la música andina peruana”. Pero aun tras el furor en las redes sociales, Falcón continúa siendo poco más que un tesoro secreto. Y esta es una de las razones para pasar de la pantalla al directo: la experiencia trasciende lo estético. Es quizá la diferencia entre hablar de la memoria y hacer de ella poesía. Una cosa es YouTube y otra escuchar “Kuntur Kuntur” o “Paras” en vivo. Entre canciones, la científica social toma la palabra por sobre la intérprete y expone las partes y el origen de las composiciones de músicos y creadores como Moisés Vivanco, de la flor a la raíz. El público no sabe si dejarse llevar por la melodía o tomar apuntes. “La lírica andina responde a un proceso que se puede identificar desde el auge del teatro incaico, cusqueño principalmente, de fines del siglo XIX. Para esas puestas se creaba música original que hacía alusión al esplendor del Tahuantinsuyo. También en esos años el maestro Daniel Alomía Robles empezaba a componer sus grandes obras inspiradas en música tradicional. O el puneño Theodoro Valcárcel, desde la música académica, sumaba sus exquisitas suites. No me canso de repetir que se trata de un género que nace de la vasta comprensión de la tradición y la influencia de los ritmos de moda. Eso gracias a la gran fortaleza de los músicos provincianos que supieron llevar de la mano su herencia para crear piezas maravillosas”.
***El jueves 5 de noviembre, la soprano volverá a los escenarios de Lima con un concierto de gala en el Gran Teatro Nacional, acompañada de 15 músicos, entre ellos Pepe Céspedes, Mario Orozco y Christian Gómez, y con puesta en escena que incluirá vestuario a cargo de Meche Correa y orfebrería digna de la ocasión (entradas en Teleticket). Luego quedará pendiente concretar una invitación a la China y la grabación del videoclip de la canción “Amor indio” para cerrar el ciclo de su último disco, Inkario, y ponerse manos a la obra de la producción de su nuevo álbum, Fantasía Pokra, una mirada a la música tradicional de Ayacucho. Para acabar la nota, Sylvia Falcón concluye: “En las culturas ancestrales la voz es sagrada. Para nosotros los andinos, en nuestra propia tradición vinculada a la Pachamama, no es distinto. Solo debemos ir a las comunidades para darnos cuenta de que el canto de alta frecuencia en voces de mujeres sigue tan vigente como hace más de 500 años. Lo real es que tenemos una tradición que fue forjada por voces maravillosas y que sería significativo mostrársela a las nuevas generaciones”.
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