Un buen día del 2015 Wes Anderson, Joel Coen, Jim Jarmusch y Noah Baumbach —entre otras figuras del cine estadounidense actual— se juntaron en el Museo de Arte Moderno de Nueva York para ver una película hindú de 60 años de antigüedad. El evento fue la presentación oficial de la copia restaurada de “Pather Panchali”, ópera prima de Satyajit Ray (1921-1992) y primera entrega de la “Trilogía de Apu”, considerada una de las grandes sagas de la historia del cine. Gracias al enorme esfuerzo de los preservadores fílmicos (esos héroes anónimos que velan por una parte del patrimonio de la humanidad), la obra de Ray renació literalmente de sus cenizas, ya que los negativos originales fueron destruidos en un incendio 20 años atrás. Actualmente la “Trilogía de Apu” se encuentra disponible en formato Blu-ray, acabado de lanzar al mercado por el prestigioso sello Criterion Collection. Estas películas nunca se vieron mejor, ni siquiera en su estreno. Oportunidad de oro para descubrir una obra que ha vencido el fuego y el paso de los años.
***En el Perú estamos relativamente familiarizados con la cinematografía hindú, quizá más que otros países de la región. Recordemos las épocas del circuito formado por los cines Metropolitan y City Hall, desaparecidos templos que albergaron clásicos de Bollywood como “Madre india” (Mehboob Khan, 1957), “Mi familia elefante” (M. A. Thirumugam, 1971) y “Joker” (Raj Kapoor, 1972), títulos que dejaron huella en el imaginario popular y que impusieron un estilo muy distinto al occidental. Estos melodramas, sin ningún tipo de moderación, apelaron al llanto de las masas, al mismo tiempo que amortiguaron su sufrimiento con canciones y bailes exóticos. Nuestra imagen del cine hindú quedó para siempre ligada a esta fórmula extravagante, aunque también reconozcamos obras alejadas de estas convenciones, como “Salaam Bombay!” (Mira Nair, 1988) y “Amor a la carta” (Ritesh Batra, 2013). Dentro del Bollywood tradicional también hay sorpresas: “Like Stars on Earth” (2007) es ejemplo de vitalidad creativa. No todo es ingenuidad en esta industria. Existe Bollywood pero también Tollywood y Mollywood, Pollywood y Chhollywood, Kollywood y Jollywood, entre otras ‘mecas’ del cine repartidas a lo largo y ancho del inmenso territorio indio. Si Bollywood se sitúa en Bombay (en el centro-oeste del país), Tollywood se localiza en Bengala Occidental (al este), mientras que Mollywood está en Kerala (al suroeste). Las diferencias empiezan con el idioma (hindi, marathi, bengalí, malayo, etc.), pero son más profundas. Por ejemplo, el cine bengalí se caracteriza por su calidad artística. Fue en la década de los cincuenta cuando surgió en Tollywood un movimiento de nuevos directores que ambicionaron un cine más auténtico y humanista. El llamado “cine paralelo” se adelantó a la nueva ola francesa y tuvo orígenes similares: ambos fueron inspirados por el neorrealismo italiano y se asumieron como acciones de rescate ante una cinematografía nacional sin capacidad de renovación. Satyajit Ray, Ritwik Ghatak, Bimal Roy y Mrinal Sen son los directores que pusieron a la India en el mapa del cine moderno.
***Hablar de Satyajit Ray es referirse a uno de los más grandes artistas del siglo XX. Además de alcanzar la excelencia como cineasta, Ray fue un destacado autor de cuentos y novelas para niños y adolescentes, ilustrador, caligrafista, compositor de música y diseñador gráfico. Tanto su abuelo como su padre fueron reconocidas figuras del mundo de las letras. Y, sin embargo, el joven Satyajit Ray estuvo a punto de convertirse en economista, hasta que decidió seguir su auténtica vocación y sumergirse de lleno en el mundo de las artes. Poco a poco empezó a granjearse una reputación como diseñador de portadas de libros, experiencia que le sirvió para descubrir la obra del escritor Bibhutibhushan Bandyopadhyay. Su autobiografía “Pather Panchali” (publicada originalmente en 1928) fue ilustrada por Ray y llegó a convertirse en una obsesión para él. Su encuentro con el director francés Jean Renoir —trabajó como su asistente durante la filmación en la India de “El río” (1951)— fue fundamental para que Ray decidiera consagrar su vida al cine. Ya para entonces era un crítico curtido, fundador nada menos que de la Sociedad de Cine de Calcuta. La “Trilogía de Apu” es el punto de partida ideal para cualquiera que desee iniciarse en el cine de Ray. El éxito de estas películas ayudó a catapultar su carrera y lo convirtió, casi instantáneamente, en uno de los grandes referentes del cine de autor de los años cincuenta y sesenta, estatus que supo conservar a lo largo de toda su filmografía, la misma que incluye obras geniales como “El salón de música” (1958), “La gran ciudad” (1963), “Charulata” (1964) y “Los jugadores de ajedrez” (1977). Cualquier cinta de aprendizaje que siga a un personaje a lo largo de su crecimiento, no puede dejar de medirse con la saga de Ray. Realizadas a lo largo de un lustro, cada una de sus partes se concentra en un periodo de la vida de Apu: su infancia (“Pather Panchali”), su adolescencia (“Aparajito”) y su ingreso a la adultez (“El mundo de Apu”). Es fascinante comprobar cómo Apu pasa gradualmente a convertirse de alter ego de Bandyopadhyay en alter ego de Ray, ya que, a medida que se va haciendo mayor, el director introduce más elementos autobiográficos. Al terminar de ver estas tres películas, el espectador sentirá algo muy conmovedor: la experiencia de haber acompañado a un ser humano desde su nacimiento hasta su madurez. Todo esto se presenta de manera realista pero lírica, con una increíble atención a los detalles. Un valor agregado es la música compuesta y ejecutada en sitar por el legendario Ravi Shankar. Lo cierto es que, cuando Ray filmó “Pather Panchali”, le costaba imaginar que haría más películas. En ese momento, la sola idea de acabar una parecía imposible. La producción de su ópera prima fue tan accidentada que se prolongó a lo largo de tres años, interrumpiéndose el rodaje en varias ocasiones por falta de recursos. Tras vender su colección de libros y las joyas de su esposa, Ray culminó su obra cuando finalmente accedió a fondos públicos. Lo que sostuvo el proyecto durante todo ese tiempo fue la convicción de Ray en la historia que quería contar, ya que jamás existió un guion, solo dibujos y apuntes de una película que estaba en su cabeza. El rodaje se hizo en orden cronológico y el mismo Ray sostiene que el filme va mejorando a medida que él y los técnicos —que nunca antes habían estado en un rodaje— aprendieron a dominar la técnica cinematográfica. El estreno oficial tuvo lugar en el MoMA de Nueva York en 1955, el mismo lugar adonde regresaría 60 años después en condición de clásico indiscutible. Difícil no sentirse afectado por esta pieza humanista, un retrato de la vida familiar que trasciende diferencias culturales y sociales. Las relaciones de poder dentro del hogar, el amanecer y el ocaso de la vida… un microcosmos capturado por la cámara. El filme denuncia la pobreza pero sobre todo la indolencia de la comunidad.
***Si en “Pather Panchali” vimos a Apu nacer y sobrevivir a una infancia en condiciones precarias, “Aparajito” (1957) nos lleva a otro tipo de viaje: el del conocimiento y la aspiración de descubrir el mundo. Estamos ante una de las películas más hermosas sobre la educación y su poder para transformar la vida de las personas, pero también ante una obra de arte sin concesiones que muestra el costo que acompaña cualquier búsqueda de superación personal. Tras la muerte de su padre, Apu le confiesa a su madre su deseo de marcharse a la ciudad para estudiar y ser alguien. Estamos ante una obra de sutil crueldad, ya que la madre es prácticamente abandonada por el hijo, quien es demasiado joven para medir las consecuencias de sus actos. No hay ningún asomo de sentimentalismo, ni siquiera cuando la madre cae gravemente enferma y decide ocultárselo a Apu. El público hindú se enfadó mucho con la representación sin moraleja de esta relación filial y la condenó al fracaso comercial. En el extranjero, “Aparajito” ganó el León de Oro de Venecia, y superó a “Las noches blancas”, de Visconti; y “Trono de sangre”, de Kurosawa. La trilogía se cierra con la película formalmente más clásica pero emocionalmente más devastadora. “El mundo de Apu” encuentra a nuestro protagonista convertido en un joven idealista enamorado de la vida, un aspirante a artista sin experiencia en el amor. Cuando Apu asiste a una boda fuera de la ciudad, la historia da un giro inesperado, cercano al de una comedia romántica. Así empieza una convivencia efímera pero intensa, cuando él acoge en su humilde hogar a su joven e inesperada esposa. Hasta allí podría parecer una cinta amable y hasta encantadora, pero Ray solo nos está preparando para el momento más desgarrador en la existencia de su protagonista: cuando descubre, de la manera más traumática posible, que hay cosas en la vida sencillamente irreparables. La escena final de “El mundo de Apu” es considerada con toda justicia como una de las más extraordinarias en la historia del cine. El único tour de force que hay en ella es capturar la circularidad de la vida en una imagen aparentemente sencilla, pero desafiante y rebosante de compasión.Quizá la mejor forma de concluir este artículo sea citando a Akira Kurosawa. El gran samurái del cine japonés fue contemporáneo de Ray y nunca escatimó elogios a la obra de su colega. Esto dijo acerca de “Pather Panchali” 20 años después de su estreno: “Nunca podré olvidar la emoción después de verla por primera vez. Desde entonces la he visto varias veces y cada vez me hace sentir más abrumado. Es el tipo de cine que fluye con la serenidad y nobleza de un gran río. […] No haber visto el cine de Satyajit Ray es como existir en este mundo sin haber visto el sol o la luna”.