A principios de junio, una delegación de animadores peruanos enrumbará a Europa a jugar su mundial. El Festival Internacional de Annecy (Francia) es precisamente eso, la cita máxima del género. Ahí, Pixar revela sus cartas (el año pasado mostró las primeras imágenes de Coco), DreamWorks estrena sus blockbusters (en esta edición tendrá Como entrenar a tu dragón 3) y los prolíficos japoneses buscan nuevos socios. Junto a esas firmas, el encuentro contará con cuatro proyectos peruanos repartidos en distintas secciones. Como en toda cita relevante, llegar ya es ganar.
Si hacer cine supone presupuestos considerables, el formato animado suele ser más complicado. Se estima que aun con montos constreñidos, un largo puede superar el millón de dólares. El factor económico no ha mutilado el afán creativo. “Ningún otro país de la región tiene tantos largometrajes animados estrenados”, anota Gabriel Bonilla, director de la casa realizadora Apus. Piratas en el Callao, El delfín, Rodencia y el diente de la princesa y Condorito son algunos nombres que suelta rápidamente el animador para justificar el enunciado.
En los últimos años, la aparición de proyectos que ya no solo apuestan por lo comercial, sino por la vena artística, obligan a repensar el escenario. No son más casos aislados, sino que aparecen redes en expansión. En ese sentido, la presencia nacional en Annecy no es una casualidad. Dos años atrás, el proyecto Nuna, la agonía del wamani (dirigida por Jimy Carhuas), con un fuerte componente de la mitología andina, ganó el pitch de la sección Animation Du Monde del festival. “En ese momento, nos dimos cuenta de en qué situación estamos en el ámbito internacional”, dice Bonilla.
En aquella edición, él estuvo sondeando el terreno junto a una comisión fílmica. Este año retornará con dos trabajos seleccionados. Uno es Vigilados, largo en desarrollo dirigido por Gianpierre Yovera y Francisco Pasache (egresados de Bellas Artes) y producido por Apus. Una historia de conspiraciones en un futuro distópico, sin libertades para elegir vidas propias. El proyecto es uno de los seis que competirán en el pitch oficial del MIFA, el mercado del festival. Fue elegido entre más de 400 postulaciones.
La otra pieza es Afterwork. Dirigido por Luis Usón y Andrés Aguilar, es un cortometraje coproducido con Ecuador y España. Desarrolla la historia de un conejo que persigue infructuosamente una escurridiza zanahoria, como una metáfora de las obsesiones que nos conducen a la autodestrucción. En este caso, Apus se encargó de trabajar la animación 2D. “Fue un desafío. Es importante asociarnos con gente de afuera porque ello pone al Perú también como proveedor de servicios y coproducción”, anota Bonilla.
—Dibujos de gran alcance—Repasando su vida anterior, Omar Rojas encontró la forma de vencer la hoja en blanco. A principios del año pasado, no existía ni un boceto, ni una línea de guion de Los santos, el proyecto que hoy acumula premios estatales, laboratorios internacionales y la selección a Annecy.
Abordar su paso por el Sodalicio de Vida Cristiana desde la animación fue una apuesta de la cual no tenía dudas. “Siempre me lo imaginé en dibujos. Es algo simbólico. Hacerlo animado me permite narrar un poco más la intimidad de los personajes. La animación, contrariamente a lo que muchos piensan, es muy profunda”, asegura. Sabe que el tema puede desatar tensiones y dolor. “Tenía la intención de contar esto. Es una docuficción, casi autobiográfica. Tampoco quiero causar morbo, soy consciente de que es un tema muy delicado”, dice. Rojas cita a Vals con Bashir (la cinta animada de Ari Folman sobre la guerra del Líbano) como una referencia ineludible en el cruce de géneros (documental, drama, animación).
Fabiola Zurita es la pieza peruana de la maquinaria plurinacional que dio luz a Ugamu. La serie animada, incluida en la sección Animation Du Monde del festival, fue incubada de forma colectiva en un programa desarrollado por The Animation Workshop - VIA University College y la Unesco. Aborda una relación engorrosa entre Oscar, un adolescente que se niega a crecer, y su amigo imaginario. Participan en el proyecto profesionales de Bolivia, Colombia, Venezuela, Ecuador y Perú. “El camino más viable para que un proyecto animado vea la luz en Sudamérica es la coproducción. Necesitamos generar puentes para poder lograr acceder a fondos estatales que nos permitan desarrollarlos”, expresa Zurita.
La efervescencia del género no solo se expresa en películas, sino también en actividades paralelas que ayudan a sostener el fenómeno. Talleres, encuentros, seminarios, fondos estatales y la intención de abrir un centro especializado en Cusco son algunos indicadores del reciente crecimiento. “Si con recursos escasos se han sacado varios largos en el país, ¿qué pasaría con un fuerte apoyo institucional?”, se pregunta Bonilla. La pregunta capciosa queda dando vueltas. Pero no hay por qué complicarse. Después de todo, la vida podría ser más clara si nos la explican con dibujos.