RAÚL MENDOZA CÁNEPA (más temas de interés, clickee aquí)
El 11 de febrero de 1858 tuvo lugar la primera aparición de la Virgen María en Lourdes, una aldea situada entre los Pirineos. Bernardette, de catorce años acompañaba a su hermana a buscar leña para prender el fuego. Llegaron cerca de una gruta, pero la niña tenía mucho temor en avanzar. Pronto fue sorprendida por un extraño viento que la hizo girar en redondo y ver con atención sobre las oscuras frondas de los árboles. Estas estaban quietas, pero una luz extraordinaria asomaba detrás y la niña pudo distinguir a una hermosa dama, tan esplendorosa como cordial.
Tenía una túnica blanca, un cinturón celeste y sobre cada uno de sus delicados pies una rosa dorada. Llevaba un rosario. La niña quiso rezar y buscó desesperadamente el suyo,estaba pasmada, luego se arrodilló. La Virgen se santiguó. Concluido el rosario, María esbozó una sonrisa dulce y se elevó lentamente hacia el cielo. Pese a que le prohibieron a la niña volver, Bernardette regresó cuanto quiso. Era ineludible. Contactó con María 18 veces.
En sus mensajes, la Virgen le pidió a la niña que rece por los pecadores del mundo y la llamó a la penitencia. La instruyó para que hiciera un hoyo en la tierra y para que bebiera y se bañara del agua que manara de él. La concavidad pronto se tornó en una fuente de agua que María destinó a la curación de los enfermos. Mandó a decir que construyan una capilla en el lugar. Se sabe que aquellas aguas,como la propia fe obran milagros.
El sacerdote de la parroquia presionó a la niña para que indagara más sobre la dama celestial. Ante la interrogante, María respondió: “Soy la Inmaculada Concepción”. Cuatro años antes, el 8 de diciembre, el Papa Pío IX había proclamado la Inmaculada Concepción de María.
Muchas son las peregrinaciones a Lourdes desde entonces y muchos los milagros que se reportan. Uno de ellos operó en la espectacular conversión de un afamado intelectual agnóstico, Alexis Carrel. Este médico era un distinguido académico (llegaría a ganar el Nobel en 1912) y sería autor del célebre libro “La Incógnita del Hombre” (1933). Él apelaba férreamente al pensamiento científico y a la racionalidad escéptica. Su viaje a Lourdes debilitó sus resistencias intelectuales.
Fue en 1902 que se animó a acompañar una peregrinación a Lourdes como observador. Cerca a él viajaba Marie Ferrand, quien estaba gravemente enferma. Tenía una peritonitis tuberculosa. Lucía el vientre hinchado, la piel pálida y un perfil cadavérico. Su fiebre era muy alta, tenía las piernas hinchadas y sus latidos eran demasiado rápidos. El famoso médico se mantuvo incrédulo hasta el último momento. Cuando mojaron el vientre de la enferma con un paño el rostro de la mujer se sonrojó, la respiración se tornó serena, el vientre se deshinchó en el acto. El médico estaba fascinado y pasmado a la vez. La mujer había sido curada y pronto Carrel reformuló su concepción del universo.
Lourdes no solo ha prodigado milagros, examinados siempre con rigor por la Iglesia; ha producido además conversiones insospechadas,. Ocurre cuando la fe nos descubre aquellas verdades que la ciencia y la razón no nos saben revelar.