¿Sabe usted, amable lector, qué es un All male panel? Tal como su nombre señala, se trata de paneles de discusión en los que solo participan hombres ¿Tiene algo de malo? Francamente, no lo tendría, sino fuera porque, a estas alturas del siglo XXI, es imposible decir que no existe una mujer calificada para ser incluida en la discusión, sea cual fuera el tema. Algunas personas consideran una exageración de las feministas el criticar este tipo de organización de eventos. Pero ¿por qué no hacerlo?
La historia se ha encargado de demostrar que las mujeres han tenido que luchar por ganarse un lugar cuando les fue negado el derecho a la educación, al voto, a la libertad de pensamiento. Su ingreso al debate no ha sido sencillo. Recorriendo nuestro pasado, debemos detenernos en el hecho que, desde el siglo XIX, las mujeres se las ingeniaron para encontrar un espacio en la cosa pública y alzar su voz sobre aspectos que trascendían el hogar. En ese sentido, las veladas literarias organizadas por damas ilustradas son un hito en el ámbito cultural de fines de ese siglo.
* * *Podemos distinguir, en Lima, dos períodos de veladas: las organizadas por la argentina Juana Manuela Gorriti (Rosario de la Frontera 1818 - Buenos Aires, 1892) antes de la Guerra del Pacífico; y las de la etapa de la posguerra, impulsadas por la escritora Clorinda Matto de Turner (Cusco, 1852 - Buenos Aires, 1909). Francesa Denegri, investigadora y docente de la PUCP, cree que Gorriti se inspiró en la tradición de las veladas de su tierra para crear su versión local. “Sin embargo, las veladas argentinas eran mucho más políticas, pues las organizaban mujeres militantes, activistas, comprometidas públicamente con un discurso. Las reuniones convocadas en Lima tenían un perfil un poco más bajo, pero mantenían el espíritu de otorgarle un espacio a la mujer para opinar sobre temas de agenda nacional y para mostrar su talento”, dice Denegri.
La mecánica de las tertulias era sencilla: se trataba de encuentros en los que hombres y mujeres leían textos de su autoría (literarios o ensayísticos) y los asistentes discutían alrededor de lo escuchado. Participaron en ellos damas como la escritora Mercedes Cabello de Carbonera (Moquegua, 1842 - Lima, 1909) o la educadora Teresa González de Fanning (Áncash, 1936 - Lima, 1918); y caballeros como Ricardo Palma (Lima, 1833-1919), que asistía con su hija Angélica (Lima, 1878 - Rosario, 1935), o Manuel González Prada (Lima, 1844 - 1918). Como señalan las crónicas de la época, la música, la comida y la bebida no estaban ausentes en estos eventos, que solían prolongarse hasta la madrugada. Vera Lucía Wurst, en su tesis de licenciatura Lo velado de las veladas literarias, de Juana Manuela Gorriti, escribe que se trata de “uno de los primeros espacios en que las mujeres de la élite letrada peruana del siglo XIX pueden compartir sus creaciones literarias y discutir acerca de diversos temas sociales con los miembros del sexo masculino, en especial, acerca del cambiante papel de la mujer y sus funciones en la formación de la nación”.
Evelyn Sotomayor, también docente e investigadora de la PUCP, considera importante analizar el lugar de las reuniones. “Se hacían en la casa de una escritora, pero fueron documentadas por la prensa, por lo que lo debatido en ellas salía al exterior. Esa fue la forma que encontraron estas mujeres excepcionales del siglo XIX para, sin salir de su espacio privado, el hogar, acudir al público. Esto, tal vez, se debe a que, por más ilustradas y poco convencionales que fueran, no se rebelaron por completo de los parámetros conservadores de la sociedad decimonónica”, explica.
En su tesis de maestría, Satisfecha y orgullosa, aunque sea impropio. Las veladas literarias de Clorinda Matto de Turner (1887-1891?), Sotomayor establece la diferencia entre ambos períodos de las veladas literarias. En las de preguerra, Juana Manuela Gorriti hábilmente empleó el ámbito doméstico para utilizarlo como una tribuna pública en donde se pudiese socializar e intercambiar trabajos de reflexión intelectual. Gorriti no se enfrentó ni transgredió el orden social impuesto, más bien negoció con él sin resquebrajarlo, por ejemplo, invitando a periodistas a su recinto. Así, vio el medio por el que podía irrumpir en la esfera pública y que sus ideas tuvieran difusión nacional. A través de ello logró generar un ambiente en donde todos los involucrados pudieran alternar bajo las mismas condiciones.
En ese sentido, Vera Lucía Wurst señala en su trabajo que “las autoras no tienen que separarse de su rol de madres y esposas para asistir a las tertulias, puesto que pueden llevar a sus hijos y esposos consigo. La informalidad de las veladas también tiene el beneficio de que les permite a las mujeres iniciarse en la escritura sin sentirse intimidadas por ninguna excesiva reverencia o formalidad. Por esto mismo, las reuniones tampoco son percibidas como una amenaza para el statu quo o como una competencia para asociaciones más institucionalizadas, como el Club Literario. Las veladas logran, de esta manera, burlar las restricciones patriarcales que relegan a la mujer al hogar”.
Sotomayor considera que las veladas de posguerra de Clorinda Matto tuvieron el objetivo de reconstruir la nación arruinada. Para ello la anfitriona utilizó el ámbito doméstico y lo convirtió en la antesala de su proyecto social. En efecto, a través de su relación abierta con la prensa, Matto de Turner pudo transmitir su modelo de sociedad ideal: en el hogar realizó un montaje de su propia comunidad imaginada. En su “casa abierta” se cocinaron elementos imprescindibles de la agenda nacional, como la inclusión del indígena, el nuevo modelo de mujer republicana y la educación laica femenina.
“Por ejemplo, en la sexta velada, Teresa González de Fanning leyó un texto que fue el tema central del debate. Se trata de ‘La cita en el cielo’, un cuento que narra la historia de Paulina y Angelita, dos niñas educadas en un colegio religioso que mueren buscando alcanzar la santidad e ir al cielo, imitando los ayunos y martirios de las santas de las que se les había hablado en la escuela. Este texto, en apariencia inocente, deja ver entre líneas una crítica a la educación religiosa, y una apuesta por el laicismo”. Así, también entre líneas, las mujeres se habían insertado en el espacio público mientras el siglo cambiaba.
* * *Sería incorrecto no mencionar que estas mujeres tenían también tribunas en los medios. En algunos consolidados, como El Comercio o El Perú Ilustrado; e independientes, como El Deber Pro Indígena, las escritoras y pensadoras destacadas podían escribir columnas de opinión. Las veladas de Clorinda Matto no solo eran reportadas en las crónicas sociales de la época, sino que también los textos que en ellas se leían llegaron a los diarios y revistas. Por ejemplo, mientras en la edición del martes 4 de setiembre de 1888 El Comercio da cuenta del evento social ocurrido el 1, la del miércoles 5 incluye el texto completo que Clorinda Matto leyó en la misma velada en defensa del quechua, y destaca los siguientes puntos: “El quechua; su utilidad para los americanistas; necesidad de su posesión para el historiador y para el viajero; pérdidas de la literatura americana por su limitación e ignorancia”.
Con la llegada del siglo XX se perdió un poco la costumbre de las tertulias literarias, pero no la lucha de las mujeres por salir a la palestra. Por ejemplo, María Jesús Alvarado (Chincha, 1878 - Lima, 1971) fue quien revolucionó las luchas femeninas al hablar abiertamente de la necesidad de darle a la mujer el derecho a voto. Luchadora social incansable, participó primero en el comité directivo de la Asociación Pro Indígena, al lado de la también luchadora social Dora Mayer (Alemania, 1868 - Lima, 1959), y escribiendo en la publicación El Deber Pro Indígena. Sin embargo, es cuando funda la agrupación Evolución Femenina cuando se abre un lugar de debate para temas referidos exclusivamente a las mujeres.
María Emma Mannarelli, investigadora y docente universitaria, explica que a partir de ahí es más común encontrar agrupaciones convocadas por la afinidad laboral, como los gremios de costureras, de tipógrafas o de parteras (luego reconocidas como obstetras). Destaca también la asociación de mujeres estudiantes de San Marcos, pues cuando se les permite el acceso a la educación superior, la universidad se convierte en el escenario natural de debate. Sin embargo, no hay estudios que nos informen a profundidad sobre los lugares de debates femeninos (y feministas) entre la década del treinta y la del setenta. Lo que es cierto es que estos se institucionalizaron con la fundación de oenegés como Manuela Ramos y Flora Tristán.
Sin embargo, el siglo XX evolucionó favorablemente. Rocío Silva Santisteban, escritora e investigadora, estudió Derecho en la Universidad de Lima y Literatura en San Marcos. Fue en esta última donde, al lado de otras escrituras como Mariela Dreyfus, Maritza Villavicencio, Rocío Palomino, Patricia Alva o Tatiana Berger, nació la idea de una publicación llamada Perfidia. Aunque esta no llegó a ver la luz, recuerda que fue en esa época que los debates universitarios de mujeres salieron de las aulas. Ella estuvo involucrada en la organización del Primer Encuentro de Escritoras Jóvenes, realizado en Huanchaco (Trujillo) en 1988. “Conseguimos financiamiento de Concytec y estuvimos un año preparando el encuentro que finalmente fue un éxito”, recuerda.
Poco a poco, los eventos en los que participaban mujeres, como las escritoras Pilar Dughi, Mariella Sala, Carmen Ollé y Gaby Cevasco, se hicieron menos esporádicos. Son conocidas también las reuniones que la poeta Blanca Varela organizaba en su casa, donde asistían principalmente mujeres. Al evocarlas, Silva Santisteban resalta la camaradería que permitía que la conversación girara en torno a la actualidad, la literatura y la vida. “No eran jornadas con el mismo propósito de las veladas de Clorinda Matto; sin embargo, sí eran un espacio bonito, que nos unía por nuestros intereses afines, y que tenían cierta periodicidad. Después de la muerte de Blanca nos hemos reunido, pero más esporádicamente. Y, sinceramente, solo una vez, si mal no recuerdo, ha salido algún manifiesto político de las reuniones en las que he participado”, cuenta.
En los últimos años se ha recuperado el interés en el estudio de la historia desde las mujeres que en ella participaron. Así, Clorinda Matto de Turner y Juana Manuela Gorriti han vuelto a figurar en las publicaciones académicas como objeto de estudio. Ensayos sobre Teresa González de Fanning (de quien este 7 de abril se celebra el centenario de su muerte), Elvira García y García, Mercedes Cabello de Carbonera aún están pendientes. Francesca Denegri considera que el interés por ellas nace de un activismo feminista articulado con la academia.
Pero al ritmo que avanza el siglo XXI es fácil entender que la palestra para las mujeres también se ha reconfigurado. Francesca Denegri y Rocío Silva Santisteban coinciden en señalar que una evolución de las veladas literarias de Matto de Turner y Gorritti se puede ver reflejada en la creación del Comando Plath.
* * *Los espacios de discusión literaria públicos suelen limitarse a los que organizan los colectivos, las instituciones o la academia. La participación femenina es, ciertamente, restringida. En el ámbito privado la cosa no era muy distinta. Victoria Guerrero Peirano, escritora, docente universitaria, y una de las fundadoras del Comando Plath, recuerda haber participado en grupos de debate literario privados en los que la asistencia era, en un 80 %, de hombres.
Las redes sociales permitieron que se polemizara en todos los campos. Lo referido a la participación femenina no fue la excepción. Así, se hicieron conocidas las críticas a los paneles de debate integrados solo por hombres, las situaciones de acoso que algunas (muchas) han sufrido, y las críticas a situaciones de violencia, dentro y fuera de los círculos artísticos y académicos. En ese contexto, e inspiradas por un poema de la española Berta García Faet titulado “Este no es un poema feminista”, nació el Comando Plath.
El objetivo es visibilizar el trabajo creativo de las mujeres, sea literario, artístico o académico, y cuestionar aquello que se pretenden ocultar o normalizar… como los all male panels. Retomando la pregunta del inicio: ¿tiene algo de malo que un panel de discusión esté formado solo por hombres? Guerrero, sin dudar, responde que sí. “Desde la mera construcción de las cosas, hay mujeres que están excluidas. Creo que ahí hay un asunto para interpelarnos sobre la construcción de nuestros lazos, de nuestras redes, y entender que el espacio público es un buen lugar para afianzar la diferencia de voces”, añade.
El Comando Plath planea continuar con los cuestionamientos. Tienen pensado construir un archivo que albergue el trabajo de diversas mujeres, desde finales del XIX, haciendo una especie de genealogía. “Todavía tenemos que ver cuál va a ser el proceso. También queremos que nos permita publicar artículos, hacer una bibliografía sobre feminismo clásico y contemporáneo. […] El comando es un síntoma de lo que está ocurriendo en el mundo en relación con las mujeres. Es cierto que hay reacciones de hombres muy agresivas, y eso es porque el sistema se los permite. Las relaciones de hombres y mujeres son todavía muy jerárquicas”, dice Guerrero.
Sin sentirse atadas por el conservadurismo que cercaba a las mujeres de fines del siglo XIX, en el XXI las peruanas siguen peleando para lograr un espacio para el debate y la participación colectiva. Se ha pasado del salón del hogar al foro virtual. La presencia femenina se va incrementando, a pesar de los all male panel que aún inundan nuestro ambiente político, literario y académico.