Aunque publicó un breve conjunto de cuentos a finales de los ochenta, la obra de Jorge Eduardo Benavides (Arequipa, 1964) empezó a hacerse conocida con su primera novela, Los años inútiles (2002), en la que relata las peripecias de un grupo de jóvenes durante el apocalíptico primer gobierno de Alan García. Sus dos siguientes libros, El año que rompí contigo (2003) y Un millón de soles (2008) siguen patrones similares: indagar acerca del peso de ciertas coyunturas históricas (el advenimiento del fujimorismo, la dictadura de Velasco) sobre vidas privadas sin un futuro aparente. Si bien estos títulos no carecen de interés, la influencia de las técnicas y del lenguaje de Mario Vargas Llosa los tornaba demasiado epigonales; eran historias bien contadas pero demasiado tributarias del modelo de Conversación en La Catedral, por lo que no permitían vislumbrar un camino personal más propicio para este autor.
Las cosas cambiaron con sus siguientes entregas, La paz de los vencidos (2009), Un asunto sentimental (2012) y El enigma del convento (2014), en las que Benavides se sacude de la impronta vargasllosiana y se sumerge, con un estilo propio, en ficciones de aprendizaje literario y amoroso. En la narración que paso a comentar, El asesinato de Laura Olivo, prosigue con su andadura exploratoria, esta vez recalando en la novela negra.
NOVELAEl asesinato de Laura Olivo Editorial: Alianza, 2018 Páginas: 322Precio: S/79,00
El planteamiento del libro es alentador: un expolicía peruano asentado en España, el Colorado Larrazabal, hombre elemental pero íntegro, recibe el encargo de averiguar quién ultimó a una editora a la que la mayoría de sus autores, maltratados y esquilmados por ella, detestaban. Todas las evidencias señalan que la culpable es su amante, una mujer llamada Lucía Luján. Pero Larrazabal, como buen detective, no se conforma con esta conclusión y pacientemente se lanza a la búsqueda de pistas que desentrañen el caso en el que se ha comprometido. Conoce de este modo el intrincado mundo literario hispanoamericano, sus insidias y revanchas; Benavides rescata así al mítico escriba ecuatoriano Marcelo Chiriboga —creación heroica y al alimón de José Donoso y Carlos Fuentes— y amuebla su intriga con la presencia de escritores reales como Jorge Edwards, entre otros nombres ilustres.
Benavides exhibe un irrefutable oficio que le permite estructurar con solvencia esta trama de intrigas, datos falsos y odios ocultos; el lenguaje que ha plasmado es preciso y provisto de cierta elegancia. No puede negarse tampoco que Larrazabal posee una atendible consistencia: su desarraigo en todos los aspectos de su vida, su incapacidad para definirse, su equívoca identidad lo dotan de un conflicto que corre paralelo al misterio que ansía dilucidar. Pero también es verdad que los demás personajes carecen de esa densidad y son meramente utilitarios, como sucede con Fátima, la esposa árabe del protagonista, o con Koldo, un vasco con todos los estereotipos del euskaldún que pueden esperarse. El lugar común prevalece tanto sobre sus acciones como en los diálogos que emiten, y esto nos hace sentir que todo lo que rodea a Larrazabal existe solo para que su investigación se desarrolle y la trama que Benavides propone llegue a buen puerto sin mayores disonancias.
-
Y esto es lo que impide considerar a El asesinato de Laura Olivo como una novela lograda. Es muy correcta, sí, y por eso mismo tremendamente convencional. La excesiva limpieza y cálculo con los que ha sido pergeñada limitan el desarrollo de algunos espinosos temas que la animan, como por ejemplo los de la migración y el multiculturalismo; estos apenas son tratados epidérmicamente y desde una perspectiva siempre apropiada, sin agregar nada nuevo o audaz que pueda inquietar mínimamente al lector.
“Es cierto que existía el riesgo de caer en el cliché”, ha declarado Benavides sobre este libro. Lamentablemente, ese riesgo no ha sido sorteado y eso resiente su calidad, lo que significa una involución con respecto a sus novelas anteriores. Espero que este sea un caso que pueda resolver más adelante. Larrazabal merece otra oportunidad.