Alguna vez Manongo Mujica describió la obra de PerúJazz como un desafío a los límites impuestos por las tradiciones musicales. “Hace más de 30 años nosotros descubrimos que la improvisación era el alma del Perú”, afirmaba en aquella ocasión. “Eso nos permitió tener una música abierta, que incluía diferentes estilos y estéticas”.
Mantenerse abierto a distintos estilos y estéticas ha sido la apuesta de Mujica a lo largo de toda su carrera, ya sea como baterista de los rockeros Mad’s o como creador de abstracciones sonoras al lado de Arturo Ruiz del Pozo. Esta apuesta constituye el común denominador entre su obra y la de los demás músicos que aparecen en La otra vanguardia musical en Latinoamérica (1976-1988), el álbum doble recopilado por el crítico peruano Luis Alvarado para el sello español Munster.
No es cuestión de mero azar geográfico o cronológico el hecho de que la producción sitúe a Manongo Mujica al lado del grupo chileno Malalche y el ecuatoriano Amauta, cuyas sensibilidades se hallan en un territorio donde también se difuminan las fronteras entre el rock y la música de vanguardia. En piezas como “Quillehue” y “Variaciones de Amauta”, diversos motivos vanguardistas se asumen con la libertad instintiva del rock experimental y las texturas de la electrónica. Otra de las piezas indispensables incluidas es “Pachacuti”, obra del guitarrista peruano Miguel Flores, quien, al igual que Mujica, empezó su carrera como baterista de un grupo de rock (Pax) para luego derivar en la música experimental. La pieza, estructurada a partir de guitarras eléctricas superpuestas, es un puente entre el free jazz y el neofolclor que se expandía por Latinoamérica a finales de los años setenta.
En otra entrevista, Manongo Mujica parece enunciar claramente la ética de trabajo que guio a todos estos músicos: “Hay que acercarnos a ese misterio que es el sonido y estar abiertos a transmitir el proceso creativo que implica aprender a escuchar sonidos sin juicios de ningún tipo, lo cual implica una actitud de apertura total”.
En general, todos los compositores incluidos en el álbum se aproximaron a la creación musical de esta manera. En una época en que la fusión era la norma en el rock y en el jazz, estos músicos llevaron esa idea más allá de lo concebible, creando piezas que desafiaron cualquier etiqueta. ¿Música ambiental? ¿Rock experimental? ¿Electrónica? ¿Jazz moderno? Todo eso. Pero, al mismo tiempo, ninguna de los anteriores. Al escucharlos uno tiene la sensación de estar descubriendo un continente que nadie sabía que estaba ahí. Parafraseando el título de un libro de Julio Ortega, se puede decir que los músicos de este álbum recopilatorio estuvieron guiados por el principio radical de lo nuevo.
-
* * *Para aquellos que solo conocen el trabajo de Manongo Mujica como baterista de PerúJazz, esta es una rara oportunidad para descubrir otra faceta del músico, más cercana a la música ambient y al avant-garde. “Caña Brava”, el tema que da inicio al primer disco del recopilatorio, es una pieza de seis minutos de duración grabada en 1981 por él en el estudio de Sandro Li Rossi. En ella, Mujica toca armonio, percusión y diversos objetos para situarnos en un territorio de sonidos tribales que se desplazan sobre un telón de fondo que tiende a la abstracción. Una forma de pensar en esta pieza es imaginando una versión del On the Corner de Miles Davis, pero después de haberle sustraído todo el funk y el jazz. ¿Qué nos queda? Puro ritual y conceptualización.
Mi corte favorito del recopilatorio es “Sabana”, del venezolano Miguel Noya. Grabada en 1984, esta pieza tiene tanto de viaje psicotrópico como de película de ciencia ficción. En ella las melodías y secuencias creadas tienen el diseño geométrico de una piel de serpiente, pero matizadas con un acabado futurista que podría asociarse al tema musical de la serie Stranger Things. Fría e hipnótica, “Sabana” nos hace pensar en los integrantes de Kraftwerk contemplando la profundidad de la selva amazónica.
El mundo musical en el que muchos de nosotros vivimos valora la experimentación como una señal de libertad e individualidad. En los años sesenta admiramos a los Beatles cuando optaron por dejar de tocar en vivo y encerrarse en el estudio a grabar solos de cintas magnetofónicas. En el presente admiramos a Kanye West cuando lo vemos usar el estudio de grabación para crear ambientes claustrofóbicos con personajes paranoides encerrados en sí mismos. Todo ello supone una búsqueda de nuevas formas sonoras. Por ello, los músicos recopilados en La otra vanguardia musical en Latinoamérica (1976-1988) aún tienen cosas que decirnos. Ellos supieron echar abajo las fronteras que separaban a distintas sensibilidades musicales para así poder dar rienda suelta a lo nuevo. La riqueza que nos depara el futuro de la música, en la academia y en el pop, depende de mantener vivo ese legado.