Una pausa por fiestas navideñas ha traído de vuelta a Lima al politólogo Paolo Sosa de sus estudios doctorales en Canadá. La coyuntura de su retorno es especial por el proceso electoral del 2020.
— En este período hemos visto una renuncia presidencial, pruebas de aportes ilícitos y de corrupción relacionados al Caso Lava Jato, el suicidio de un exmandatario, detenciones y un largo etcétera. ¿Qué efectos pueden tener estos hechos en el elector peruano?
El ejemplo previo es la caída de Alberto Fujimori. Hubo un gran escándalo de corrupción, pero afectó básicamente al gobierno. No es como ahora que los representantes de todos los partidos se están involucrando de una manera u otra. Pero cuando lo comparas con otros países, este es uno de los pocos en los que hay avances judiciales. Paradójicamente, ese optimismo contrasta con cómo la gente se siente respecto a la política en general. Uno esperaría una reacción más activa, pero lo que tienes es mucha indiferencia. Y esto tiene que ver con que el problema de la corrupción es visto como un problema moral más que político o económico.
— Las campañas políticas venden esperanza, pero es difícil motivar ese sentimiento en este contexto.
Para eso necesitas una campaña activa, en la que la gente esté involucrada. Me parece que ese no es el caso, es una elección que es casi anecdótica, que pasa muy desapercibida. Tiene que ver con una serie de condiciones, entre ellas las limitaciones de las agrupaciones para captar la atención, ya sea porque a los dirigentes más importantes les interesa más mirar el 2021. Tienes partidos que lideran las encuestas y es muy difícil identificar qué proponen, quiénes son sus candidatos y creo que eso también impacta.
— ¿Cómo describiría esta campaña electoral?
Es una campaña que no es campaña. Uno esperaría que faltando tan poco para las elecciones haya una discusión más activa no solo en los medios, sino en la discusión cotidiana de la gente, y eso no sucede. De repente porque es fin de año, pero los partidos no están haciendo campañas activas.
— ¿Hay buena oferta de candidatos?
Creo que hay excepciones. En el Partido Morado están jugando un contingente importante de candidatos que en otro contexto podrían estar pensando en el 2021. Cuando uno mira las listas, parece una elección municipal más que congresal. Tiene que ver con el hecho de que es una elección atípica en la que no hay una plataforma presidencial, que es lo que normalmente amarra la campaña al Congreso.
— ¿Alguna vez las campañas al Congreso generaron interés? ¿O eran arrastradas por la locomotora presidencial?
En realidad, lo que estamos viendo es una campaña entre un montón de vagones sin locomotora, por eso hay un montón de pasividad. Quienes animan el debate son las plataformas presidenciales y los congresistas se alinean y tratan de capturar el capital político de quien está siendo candidato a la presidencia.
— ¿Qué opina del papel que están jugando los excandidatos presidenciales?
[La frialdad] tiene que ver con que los posibles presidenciales no quieren quemarse. Keiko Fujimori obviamente lo último que quiere es seguir avivando la antipatía que ha ido cosechando. Verónika Mendoza ha desaparecido, tiene actividades pero no es una candidata que esté acompañando a la lista que representa. En el Partido Morado te dicen “queremos lanzarnos como una plataforma conjunta”, y al mismo tiempo el líder está guardándose. Quizás si tuvieran un poco de involucramiento activo pudieras empezar a calentar la discusión.
— ¿Por qué Acción Popular encabeza la elección?
Yo diría que tiene que ver con la marca, es un partido fácil de identificar. [Además] quienes forman las listas regionales son candidatos que en algunos casos han tenido algún nivel de actividad local. Quizás esas dos cosas contribuyen, porque llama la atención que estén allí sin que tengan una posición respecto a temas sumamente importantes y que provocaron la situación en la que estamos, como la reforma política. No tienen posición clara, no tienen voceros.
— ¿La liberación de Keiko Fujimori beneficia a la campaña de Fuerza Popular?
Creo que no. Todos los anticuerpos posibles ya están en su lugar, no los afecta, pero tampoco los beneficia, precisamente por la posición que ella ha tomado. Lo que hubiera podido fragmentar el voto duro es que Keiko Fujimori trate de recuperar poder en FP. Pero al mantenerse al margen y que tengas a Martha Chávez más vinculada, hace que el núcleo duro se mantenga, pero no tengas oportunidad de crecimiento.
— El Partido Morado se postula como una opción de renovación, pero no genera expectativas. Su intención de voto no aumenta.
Están sufriendo el mismo problema que otros partidos nuevos donde es en realidad el candidato el que jala la votación. El PM está sobreestimando su marca, porque su marca no es el PM, no es su plataforma, lo más importante es el candidato Julio Guzmán. No les haría daño que haya un poco más de personalismo en este momento.
— ¿Algún partido tiene candidatos con la capacidad de dar un volteretazo a las preferencias electorales?
Creo que no. Por eso reitero que lo más importante es tener una figura nacional. Sin un candidato presidencial, las elecciones congresales van a parecer elecciones regionales: se fragmenta la dinámica. No creo que un candidato al Congreso en Lima sea capaz de cambiar la dinámica nacional.
— ¿Hay una agenda clara de discusión?
No, y ese es uno de los puntos por los que se hace muy difícil a los potenciales candidatos presidenciales involucrarse. Como no hay claridad sobre lo que debe hacer el Congreso, el primero que la plantee va a ser sumamente criticado y eso es un riesgo de capital político pensando en las elecciones del 2021.
— ¿Vizcarra cometió un error al no aliarse con un partido? Va a seguir gobernando sin una bancada.
Apostar por una alianza formal hubiera significado una especie de termómetro para la legitimidad del gobierno. Es mucho más pragmático, y suena coherente con lo que viene haciendo el gobierno, esperar la configuración del Congreso y después ver con quiénes generar alianzas.
—¿Es posible que el período 2020-2021 sea mejor que el anterior? Con un Congreso fragmentado y un Ejecutivo sin bancada parece complicado.
Es complicadísimo. Le demandaría demasiada capacidad política al Ejecutivo, es ganarse un pleito al tratar de ordenar y comprometerse a avanzar algún tipo de plataforma. Es una dinámica que, para mal, le va a convenir al presidente. Sin una capacidad de coordinación también se diluye cualquier tipo de tensión entre el Ejecutivo y Congreso, y se va a dar un equilibrio de baja intensidad.