Le gusta sacar la lengua. Lo hace casi de forma automática cuando lo apuntan con una cámara. La saca y la mueve como quien hace una travesura o como si se tratara de su marca registrada. Si Steve Jobs tenía sus suéteres de cuello de tortuga y Dalí tenía su finísimo bigote, David Muñoz tiene su lengua.
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Con 39 años cumplidos, dos restaurantes en España, uno en Londres y tres estrellas Michelin, Muñoz es el chico irreverente y alocado de la promoción de cocineros más exitosa de los últimos años. Su vocación se definió con una comida. “Cuando era niño mis padres me llevaron a un restaurante llamado Viridiana. Era el primer restaurante que hacía cocina creativa. Eso fue hace más de 30 años, era una época en la que no había el ‘boom’ de la gastronomía que hay ahora. Y en aquel momento los chavales de mi edad no querían ser cocineros, pero a mí me entusiasmó la comida de ese restaurante y supe en ese momento que quería ser cocinero”, cuenta este hincha del Rayo Vallecano antes de confesar que le emociona la contratación del peruano Luis Advíncula en su equipo.
PAÍS QUE INSPIRA“Me gustaría tener un restaurante en Lima. El Perú es uno de mis países fetiches en cuanto a gastronomía. No pretendo abrir muchísimos restaurantes por el mundo, siempre tiendo a abrir unos cuantos y quiero abrirlos no solo donde creo que merece la pena, sino en un lugar que me guste. Y el Perú es uno de esos lugares”, afirma.
Por el momento, hasta que abra un restaurante en nuestro país, Muñoz ya cuenta con pedazos de Perú que lo acompañan en DiverXo y StreetXo, los dos restaurantes que tiene en Madrid.
“Experimento con muchos ingredientes peruanos constantemente, tanto en DiverXo como en StreetXo. Utilizamos diversos ajíes, el huacatay y algunos tubérculos que llevamos desde aquí. Usamos muchos ingredientes y también conceptos peruanos. Porque me inspira mucho el Perú”, agrega.
De hecho, ha venido tantas veces al Perú, que ya no recuerda el número exacto de visitas. Pero asegura que esta es especial: llegó como invitado a la cena por los 25 años de Astrid & Gastón que se celebró anoche.
EN BUSCA DE LA FELICIDADMuñoz parece un hombre feliz. Camina ligero y despreocupado por los pasadizos del hotel Westin, y salta con una sonrisa cuando el fotógrafo se lo pide. No se hace problemas. Parece que su trabajo ha tenido ese efecto en él. “La cocina es una forma de transmitir felicidad –sentencia–. Yo hago todo lo que puedo por hacer feliz a la gente que viene a comer a mi restaurante, lo único que me mueve es que la gente se vaya feliz. El mayor reto de un cocinero es que los comensales se vayan diciendo que estuvo muy bueno; sino el resto no tiene sentido”. Muñoz se ha caracterizado durante muchos años por presentar platos creativos, diferentes, sofisticados, donde el riesgo es parte infaltable del menú. Sin embargo, reconoce que cada vez es más complicado ser innovador. “Es muy difícil seguir siendo creativo después de innovar. El problema es que cuando abres un camino nuevo y transitas por él, hay mucha gente que se deja influenciar por eso que tú has abierto. Y lo que empezó siendo vanguardista y novedoso, termina no siéndolo. Es muy difícil seguir siendo único, pero precisamente allí está el reto”, finaliza.