En Cremeria Toscana van a encontrar cola. Si no es al llegar, es probable que, inexplicablemente, varios comensales lleguen detrás de ustedes, se acomoden en uno de los columpios con los que se ha decorado el local, los arrimen un poco y se saquen fotos. Porque aquí casi todo es ‘instagrameable’: hay pequeños detalles que van a querer tener en su galería. Sin embargo, una estética bien pensada no es solo lo que se esconde tras el gran ventanal que ocupa buena parte de la cuadra tres de la Av. Conquistadores. Es lo que jala el ojo, sí, sobre todo por encontrarse dentro de una casona idílica, de aquellas antiguas de la zona que alberga unos cuántos negocios más. En Cremeria Toscana también hay contenido, nada de juegos ni remilgos en preparaciones, acá se va directo al punto: artesanal tipo gelato italiano y ya.
►La crítica gastronómica de Paola Miglio al Rasson Miraflores
Pido un cono, el clásico de dos bolas: mango y ciruela. El primero me transporta inmediatamente a aquellos días de verano infantil. Son los ochenta, mi madre hace su típico helado de mango. Pura fruta, casero, lo congela, lo bate, lo vuelve a congelar. El trámite dura todo un día y aún hay que esperar que pase la noche para clavarle la cuchara. En casa arrasamos. El sabor está ahí, las texturas difieren, obviamente, pero el primer lengüetazo me transporta a esos tiempos felices donde sol era mango. Mango y ciruela. Otro puntazo: el carácter de aquella cáscara frágil que al romperla nos regala una pulpa amable, fresca. Todo está.
Hay que poseer destreza para desatar sentimientos con la comida y revolucionar la memoria con un helado. Cremeria Toscana logra su objetivo, pero para eso hay trabajo detrás. La ilusión de un milanés, Andrea Giuntoli, que abrió su heladería en Barcelona y de ahí la expandió al mundo. Los sorbetes y, bueno, los gelatos, porque están elaborados a la usanza italiana, se inclinan por la fruta local y de temporada, pero también exploran clásicos como el chocolate con naranja (de un equilibrio e intensidad puntual), la menta con chocolate que no oculta los tonos oscuros de su combinación, o el pistacho real: de verde frágil, casi amarillento, sin presagio de colorante, con vestigios del fruto seco incrustados en la crema.
Un helado artesanal se prepara diariamente, los insumos se baten en frío y así se le brinda una cremosidad única. A diferencia de los industriales, no llevan conservantes, preservantes ni saborizantes. Ni premezcla. No suelen derretirse rápidamente. Un gelato italiano se distingue por su balance entre texturas y dulzor, por su ligereza. No se escarcha o se hiela (esto les puede dar más pistas a la hora de elegir el adecuado).
Sus tonos de dulce son bajos, lo que alimenta mejor nuestro espíritu, y sus sorbetes no son hielo congelado, sino una suave brisa cremosa de frescura para el paladar. Hay algunas propuestas que ajustar, como la vainilla clásica, el dulce de leche y las galletas y crema, a los que se les queda a medias la personalidad. Hay elementos que corregir: como el affogato (lo sirven con el que ustedes quieran). Ofrecen café, sí, pero que no está a la altura de su barra fría. Quizá pensar en usar uno de origen peruano de calidad y extender el emprendimiento a los cacaos de origen local podría ser una buena idea. Ah, les van a dar para probar lo que quieran antes de pedir el definitivo: no sean abusivos, controlen su ansiedad veraniega. Y dos últimos datos: hay uno de fondant de chocolate sin lactosa y, por temporada, se han mandado con un helado de panetón en base a crema y leche. Vale la pena unirse a la fiesta.
Más información
Puntuación: 15/ 20
Tipo de restaurante: heladería.
Dirección: Av. Conquistadores 325, San Isidro.
Horario: de martes a domingo, de 11 a.m. a 9 p.m.
Estacionamiento: puerta calle.
Carta de bebidas: café.
Precio promedio por persona (sin bebidas): cono o vasito con dos sabores S/10, litro S/55..