Felícita había ahorrado cada sol con esmero. Por sus 70 años –se decía– tiraría la casa por la ventana. Pero un bulto en su pecho hizo que la fiesta se transformara en preocupación, hoy llevadera. “Y pensar que si no insistía con los doctores, me habría ido a mi casa creyendo que eran calcificaciones benignas”, recuerda.
Según la Dirección de Epidemiología del Ministerio de Salud (Minsa), en los últimos 10 años el cáncer de mama, dolencia que cada año atrapa en el país a 45 mil mujeres como Felícita, se ha mantenido imbatible como el cáncer más común entre las peruanas. Sin embargo, como detalla Luis Riva, de la Sociedad Peruana de Oncología, se han registrado variaciones en los rangos de edad y estilos de vida de las pacientes.
Estas variaciones figuran en el Registro de Cáncer en Lima Metropolitana 2010-2012, el más reciente elaborado por el Instituto de Enfermedades Neoplásicas (INEN). En ese período hubo 6.030 casos nuevos en mujeres, de los cuales 3.242 correspondieron a pacientes de 30 a 59 años. También se detectaron 232 casos de mujeres entre 18 y 29 años, un promedio de 77 al año.
Entre los estilos de vida que destaca Riva figura la apertura hacia el diagnóstico temprano que permite detectar el cáncer en etapas iniciales y disminuir los estragos de un tratamiento intensivo. “Antes tratábamos más a pacientes mayores de 50 años. El 30% venía con metástasis. Es decir, cuando los tumores ya habían migrado a otros órganos”, precisa.
A Mónica Sandoval, de 57 años, le detectaron cáncer de mama cuando tenía 55. “Cuando dije: ‘Mi hija ya se recibió de médica, ahora toca darme un tiempo para mí’, me doy con esta realidad”, cuenta. Como ocurre con el 90% de casos donde aparece la neoplasia, Mónica no contaba con parientes cercanos con cáncer. Lo que sí tenía era una rutina estresante, yendo de un lado a otro para trabajar. “Cuando hablamos de cáncer hay asociaciones erradas como ‘si no tengo familiares enfermos, no me chequeo’. O si no fumo, si no bebo. El cáncer es una ruleta. No hay prevención, sino detección temprana y tratamiento como única forma de ganar de cinco a siete años”, asevera Silvia Falcón, oncóloga de la clínica San Borja.
—Desigualdades— Otro de los aspectos más críticos de la enfermedad, empatado con el desgaste emocional para la paciente y los suyos, es su alto costo. Hernán Malpartida, de la Unidad de Oncología de Roche, estima que este bordea los S/100 mil, considerando un solo medicamento durante 21 sesiones, que es lo estándar. Lo usual son tres rotaciones de medicinas, según cada caso. “Somos conscientes del alto precio de los productos, por lo que abogamos por sistemas como el de Uruguay, donde las compras del Estado son para todo el sistema de salud y por plazos largos, lo que asegura la cobertura”, dice.
Según Malpartida, cada año Essalud adquiere 6.000 compuestos biológicos de trastuzumab, incluido en la lista de medicamentos esenciales de la Organización Mundial de la Salud contra el cáncer de mama HER2. Cada una de estas inyecciones cuesta más de S/5 mil. En el Minsa, con el doble de pacientes, solo se cuenta con 3.000 unidades al año. Óscar Ugarte, ex ministro de Salud, indica que esta cantidad es suficiente para atender la demanda. “Si hay desabastecimiento es porque los proveedores fallan o la demanda aumenta”, dijo.