Eduardo Calmet trabaja en el área de Administración de Justicia y Derechos Humanos de la Defensoría del Pueblo. Parte de su trabajo consiste en oír a aquellos hartos de no ser oídos. Él y su equipo atienden las quejas por la administración de justicia.
Eduardo calcula que mensualmente las quejas se calculan por miles. Las más comunes son por demoras de sentencia, cosa que él explica por el volumen de la carga procesal de los jueces. Otro punto recurrente es el incumplimiento de sentencias, especialmente aquellas relacionadas a algún pago u otorgamiento de pensiones.
Lo que más le gusta de la capital son sus monumentos, pero también las personas. Su gente, dirá. Para él, los limeños sabemos conversar nuestra tradición y (aunque suene sorpresivo), nuestra cordialidad.
“En Lima, tenemos un problema con el caos de tránsito que debe ser atendido y la inseguridad hace que exista mucha zozobra en la ciudadanía”, dice cuando se le pregunta sobre aquello que cambiaría de la ciudad.
“Quiero agregar el hecho de que Lima tiene una ventaja y es su cercanía al mar. Melville [autor de Moby Dick] dijo que veía en Lima una ciudad triste y extraña, seguro vino en invierno, porque Lima también puede ser una ciudad alegre y cordial”, finaliza.