PAMELA SANDOVAL DEL ÁGUILA / @padmejones
Dos espacios de unos 7 metros de diámetro y casi 10 metros de profundidad albergan desde hace cuatro años a Yaku y Wayra, los delfines que entre 1997 y el 2010 fueron la atracción del Hotel & Casino Los Delfines, en San Isidro, pero que hoy sobreviven en el olvido y alejados de todo glamour y cariño del público.
Pese a que El Comercio denunció el año pasado las pésimas condiciones de higiene y el hacinamiento que aquejan a estos animales, conservados en el delfinario de La Herradura (Chorrillos), hasta el momento sus propietarios, los hermanos Levy Calvo, no han tomado medidas para mejorar su trato.
Fuentes del Viceministerio de Pesquería, entidad a cargo de vigilar el estado del macho Yaku (agua) y la hembra Wayra (aire), confirmaron que tanto el agua como el espacio en el que se mantienen apenas superan la calidad óptima–y legal– para su subsistencia.
“Los visitamos frecuentemente y nos consta que reciben comida y son atendidos por veterinarios, pero su estado definitivamente no es el ideal”, informaron las fuentes.
Lamentablemente, como la pareja continúa siendo propiedad del hotel, el Estado no puede solicitar su liberación.
Aislados y empobrecidos
El delfinario está cerrado al público desde mediados del 2011, por lo que sus vigilantes impiden el acceso a todo aquel que quiera ver a los animales de cerca. Sin embargo, rodeando el establecimiento desde los cerros puede apreciarse que los delfines comparten sus pozas con algunas pelotas y utensilios de limpieza, que solo hacen más deprimente el lugar.
La situación empeora si se considera que el techo de las pozas es una lona descolorida, y que no hay frigoríficos a la vista, donde se podrían conservar los alimentos que consumen los animales.
“Comen unos 25 kilos de pescado por día”, informaron hace un año los vigilantes de este local, pero no fue posible conseguir que en esta ocasión brindaran algún dato.
El hermetismo de los vigilantes se repitió con los voceros del hotel, quienes no atendieron ni a las llamadas ni a los correos electrónicos de este Diario.
TRASTORNO PSICOLÓGICO
Carlos Yaipén, de la Organización Científica para la Conservación de Animales Acuáticos (ORCA), insistió en la necesidad de liberar a los delfines.
“El confinamiento hace que carezcan de relaciones sociales. El delfín trata de relacionarse con los humanos, pero su principal comunicación se da durante el juego por la comida. Si no puede, se frustra”, dijo.
El animal evidencia estas emociones si mantiene doblada la aleta dorsal y está agresivo.
Similar es la opinión de Carlos Lau, presidente de la Fundación Ballena Azul, quien desde hace varios años impulsa la campaña “Somos Libres, Seámoslo Siempre” contra el cautiverio de cetáceos menores, como los delfines.
“La campaña no busca atacar este caso, sino concientizar y que prohíba que vuelvan a darse casos como el de Yaku y Wayra, donde las leyes se manipulan. Liberándolos no se soluciona el problema: después vienen otros y todo vuelve a ser igual, mientras la ley siga así no se va a dar ningún cambio”, adviertió Lau el 2013, cuando se denunció por primera vez el abandono de estos delfines.
DESTINO INJUSTO
- En libertad, los delfines como Yaku y Wayra, de la especie conocida como “nariz de botella”, pueden vivir hasta los 80 años. Pero, si son puestos en cautiverio, llegan apenas a la tercera parte: unos 27 años.
- Yaku y Wayra nacieron en Cuba y fueron criados en México como ‘Yoyo’ y ‘Laly’. Tienen 26 y 22 años.
- Wayra quedó preñada cuatro veces, pero solo parió una cría. La aplastó cuando aún vivía en el hotel, debido a que la poza que albergaba a la familia era demasiado pequeña para los tres.