Aunque según los pronósticos climáticos Lima aún no afronta temperaturas tan bajas como las registradas el invierno pasado, cuando tuvimos mínimas de hasta 12°C, el aire helado y la garúa obligan a los habitantes a abrigarse y buscar bebidas que calienten el cuerpo. Una de estas, al menos en los alrededores el ex mercado mayorista de La Parada, hoy en obras para el Parque del Migrante (La Victoria), es el extracto de rana.
Si bien se trata de una práctica común y bastante antigua en la ciudad, y que según los comerciantes ayuda contra la anemia, neumonía, cansancio físico, estrés, mal humor, tos e incluso haría maravillas como vigorizante sexual, la preparación del extracto puede resultar chocante para el espectador. Ello porque, una vez elegida la rana, se la desolla viva, se la hierve en una olla y se licúa, junto con miel, polen, algarrobina, maca, entre otros.
“Es bastante bueno. Lo mejor contra el frío y la mala alimentación”, comenta una comensal, de unos 39 años, en un puesto de extractos en la cuadra 4 de la Av. Aviación. Según la vendedora, quien solo dijo llamarse Mary, entre mayo pasado y lo que va de junio el consumo subió de 45 a 52 vasos por día.
Un vaso cuesta entre S/.5 y S/.6, según el tamaño del animal. En el verano también hay demanda de extracto de rana, aunque los comerciantes como Mary (que solo en la cuadra 4 de Aviación suman seis), no se ponen de acuerdo sobre cuántos vasos despachan por día: de 20 a 32, aproximadamente.
Verdad o mito, práctica ancestral o costumbre absurda y hasta cruel, lo cierto es que la ingesta de ranas o sapos tampoco es extraña en varias provincias del interior del país, y mucho menos en otras partes del mundo. En el 2012, El Comercio dio cuenta en una publicación sobre gastronomía que Enrique de Villena, historiador de la España del siglo XV, afirmó en su libro “Ars Cisoria” (1423) que los reyes comían ranas, aunque como una excepción culinaria.
“Se comen por vianda e mantenimiento de sus sabores, de aquellas otras que se comen por melezina, entre las que incluye las ranas para refrescar el fígado (sic)”, contaba de Villena.
Para fines del siglo XIX, las ranas pasaron a ser un manjar en las mesas, valoración que perdura hasta hoy en países como Francia, donde las ancas (muslos) de rana son consideradas riquísimas. Una forma de prepararlas por allá es freírlas sin pellejo ni uñas, bien lavadas y maceradas en zumo de limón, aceite de oliva, algo de perejil picado, ajo machacado, sal fina y pimienta.