Los jóvenes son los principales protagonistas de la violencia. Empero, no todos son violentos; al contrario, solo una minoría lo son. Prevenir el crimen con éxito consiste no solo en vigilar y patrullar los barrios, sino también en identificar a los jóvenes que están en riesgo de convertirse en criminales y los factores que contribuyen a ello, para actuar antes de que sea tarde. Se requiere una política de prevención social, que a diferencia de las políticas sociales en general, que son de naturaleza universal, debe focalizarse en los jóvenes vulnerables y ofrecerles las oportunidades de una vida alternativa a la del crimen. El 2013 el Perú aprobó el primer plan en esta materia, que, por ahora, no es otra cosa que la suma de veinte intervenciones pobremente financiadas de diversas instituciones públicas. Para tener una política coherente, es preciso identificar sus principales desafíos.De acuerdo a los estudios realizados en el país, tres son los principales factores que deben ser atendidos. Primero, la deserción escolar. Los adolescentes que abandonan la escuela tienen cuatro veces más posibilidades de terminar presos que quienes no lo hacen. Con frecuencia, las escuelas no tienen el personal y las herramientas pedagógicas para lidiar con jóvenes problemáticos; con frecuencia también, la oferta educativa es tan deficiente que termina expulsando a muchos muchachos.El segundo es la violencia en el hogar, tanto la que se ejerce contra la madre como contra los niños. Este maltrato, probablemente, reproducirá similares conductas en el futuro. Los presos peruanos vienen de hogares violentos. Detener este fenómeno contribuirá a reducirlo en otros ámbitos. Para muchos jóvenes, las pandillas constituyen el primer peldaño de una carrera criminal. Su existencia en el Perú, aunque no debidamente identificada, es bastante extendida. Una proporción muy alta de presos vivieron en barrios con pandillas. Los jóvenes pandilleros suelen haber abandonado la escuela y provienen de hogares violentos. Ofrecerles oportunidades para terminar sus estudios y retomar una vida productiva es posible como lo demuestra la experiencia del padre ‘Chiqui’ en El Agustino.Además de atender cada uno de los factores mencionados, se requiere una estrategia de intervención en los barrios donde estos se entrecruzan con intensidad y generan condiciones para la reproducción del crimen. Esta intervención debe ser integral e incluir componentes educativos, laborales y de recuperación de espacios públicos, renovación urbana e iluminación, así como una mayor presencia policial. También debería abordar el tratamiento de las adicciones y el control de las armas de fuego. Estas intervenciones preventivas deben, siempre, ir acompañadas de un sistema de justicia penal juvenil eficaz, que privilegie el tratamiento en libertad, pues está probado que es más barato y produce mejores resultados que el encierro, que debería limitarse a las infracciones más graves, como los homicidios, las violaciones y otros crímenes violentos. Lamentablemente no es el caso hoy.
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