“El morro no se vende, se defiende hasta con la vida”. Antes de que el actual alcalde de Chorrillos, Augusto Miyashiro, llenara de letreros su distrito con avisos sobre prohibiciones, clausuras y reclamos a la prensa, otro prohombre chorrillano, también burgomaestre, inauguró esa aparatosa, y huachafa, forma de comunicarse con su pueblo.
Se llamaba Pablo Gutiérrez Weselby. Bochinchero, dueño de un vozarrón atarantador y de maneras toscas, se hizo conocido por sus gruesos bigotes de panadero italiano y una gorrita de capitán que, como ocultaba un rebelde peluquín, no se la quitaba ni para dormir.
La historia la inició un ex correligionario de Gutiérrez, Hugo Valdivia, quien al asumir como alcalde chorrillano, vendió a nombre del municipio terrenos del Morro Solar a una inmobiliaria. Cuando el hombre del gorrito lo sucedió, no reconoció la venta y sembró su distrito de letreros con la inscripción de marras.
Tras enfrentarse al club Regatas Lima por un muro que dividía una playa y destruir La Herradura para construir una carretera hasta La Chira, Gutiérrez emprendió su nuevo reto: impedir que el escenario de la heroica defensa de Lima, en 1881, se convirtiera en albergue de modernos departamentos con vista al mar. Le fue bien. La popularidad que había perdido al querer postular a la Alcaldía de Lima con el fujimorismo, la recuperó.Sin embargo, en otros sectores del morro y en cerros colindantes, las invasiones continuaron. Pocos levantaron su voz de protesta.
En las últimas décadas, el Morro Solar ha sido zarandeado por múltiples intereses políticos y empresariales, sin que ello haya significado una real intención por preservarlo.
En 1979, en plena euforia patriotera por el centenario de la Guerra del Pacífico, un canal de televisión lo utilizó como símbolo con el lema: “El morro es y será siempre nuestro”.Es que cuando los reflectores se apagan, el morro ni se vende ni se defiende, simplemente se lo abandona. Y se lo invade.
Las 200 personas desalojadas ayer del sector de Marcavilca no se van a quedar tranquilas. Muchas volverán, por su cuenta o azuzadas por los traficantes de tierras. Saben que es cuestión de paciencia.
Además de suelo donde miles de peruanos lucharon contra Chile, un sector colindante al morro albergó el complejo arqueológico Armatambo, perteneciente a la cultura Ichma. Durante años, este Diario publicó reportajes para defender estos valiosos vestigios; sin embargo, los sucesivos gobiernos municipales hicieron poco para contener las invasiones y hoy esos restos han desaparecido bajo el avance urbanizador.
El Estado tiene demasiadas debilidades para defender lo suyo. Pero también existen demasiados intereses políticos y pecuniarios que hacen de las pomposas declaraciones de intangibilidad o de frases como las de Gutiérrez letra muerta como instrumentos de defensa, pero herramientas muy eficaces para ganar votos.
El Morro Solar no se vende, ni se defiende. Se abandona. Y cuando menos lo esperen volverá a ser invadido. Acuérdense.