La primera gran operación para reubicar vendedores callejeros ocurrió en 1981. Eduardo Orrego Villacorta acababa de sentarse en el sillón de Nicolás de Ribera El Viejo y uno de los encargos que recibió de sus electores fue retirar a los 3.000 ambulantes que, por ese entonces, ocupaban las principales arterias del Centro de Lima.
Una calle ubicada a una cuadra de Palacio de Gobierno, Polvos Azules, resultó elegida para trasladar a los comerciantes. El ejecutor de lo que parecía imposible fue un joven funcionario municipal, en ese momento desconocido para el gran público. Se llamaba Luis Castañeda Lossio.
Con el correr de los años, el nombre de Castañeda fue haciéndose popular. Su imagen de buen gestor, primero en la Empresa Municipal de Peajes de Lima y luego en el Instituto Peruano de Seguridad Social (hoy Essalud), lo convirtió en una figura presidenciable. Eso lo tornó peligroso para el régimen fujimontesinista, que enfiló su artillería más pesada y sucia a través de sus operadores periodísticos para aniquilar su candidatura.
Frustrada su posibilidad de llegar al sillón de Pizarro, buscó la Alcaldía de Lima. Las recordadas ‘escaleras solidarias’ le dieron el envión necesario para vencer a Alberto Andrade y ganar la elección. Desde el Palacio Municipal acentuó su imagen de gestor eficiente. Su populismo de cemento, encarnado en la construcción de avenidas, intercambios viales y los hospitales de la Solidaridad, lo convirtió en el político más famoso del país. Fue reelegido y mantuvo su imagen exitosa, pese a las demoras en la finalización del Metropolitano y a que el Caso Comunicore echó sombras sobre sus reales intenciones de mantenerse en el poder.
Tras fracasar en un nuevo intento por llegar a la presidencia, ganó por tercera vez la Alcaldía de Lima. Esta vez todo fue distinto. Fue un período caracterizado por las obras sin sentido, la falta de transparencia y su indignante mutismo.
El 2020 lo encuentra sin partido, sin bancada y sin aliados políticos, abandonado por sus principales colaboradores y con un pedido de la fiscalía para ser encerrado en prisión. Es el retrato del ocaso perfecto.