De nuestra Lima querida y maltratada solemos hacer, y decir, muchas cosas cuando llega su aniversario. Lo hacemos mientras recordamos esos valses que ya no suenan en las radios, se nos antojan unos anticuchos con picarones y repetimos alguna frase de Valdelomar aprendida en el colegio. Lo hacemos mientras intentamos sobrevivir a una ciudad que agredimos y nos agrede, a veces con saña. Y que aun así, al menos en mi caso, amamos profundamente.
Nuestra tres veces coronada villa llega a su cumpleaños 485 gigantesca y desordenada. Aterrorizada. Sin encontrar un rumbo. Gobernada por un alcalde bienintencionado, que a pesar de su alta aprobación (48% según El Comercio-Ipsos) parece abrumado por la cantidad de problemas por resolver. Y 43 reyezuelos que hacen lo que les viene en gana sobre la porción que les ha tocado manejar.
La encuesta que publica hoy El Comercio no encierra demasiados misterios sobre lo que sentimos los limeños. El 72% considera a la delincuencia el principal problema. La mayoría tenemos miedo. Vivimos entre barrotes, con vigilantes en cada cuadra y, los que pueden, con portones de fierro custodiando sus barrios. Una inofensiva salida a comer puede terminar entre disparos, correteos y el vecino de mesa ahogado en su propia sangre. Quienes estuvieron en el McDonald’s de Risso, el jueves antepasado, lo saben muy bien.
¿Qué hacer? Es más fácil decirlo que hacerlo realidad. Por lo pronto, a pesar de la espectacular captura de presuntos delincuentes en Punta Negra, es más que obvio que la gestión del ministro del Interior ha fracasado rotundamente. A su inoperancia para disminuir la inseguridad, se suma la desconfianza sobre la policía. No solo es vista como un ente carcomido por la corrupción, sino también con escasa sensibilidad para atender los casos de violencia contra la mujer (el segundo problema para los limeños, según la misma encuesta).
Sin embargo, mal haríamos en asumir posiciones llamadas radicales, que atentan contra los derechos fundamentales y que rayan con el racismo.
“La delincuencia extranjera en Perú no solo es una amenaza civil. Es algo peor: una escuela sanguinaria para los delincuentes peruanos”, ha señalado el cantante Pedro Suárez Vértiz en un post publicado en sus redes sociales.
“Con protocolos legales no vamos a solucionar nada. Necesitamos un patriota avezado que no le tema a futuras denuncias y que barra con estos individuos que te matan antes de siquiera robarte”.
Esto es lo que propone el autor de “Mi auto era una rana” y “Los globos del cielo”. Barbarie. Pura y dura.