En el contexto del Día de la Madre, contamos las historias de cuatro mujeres que desempeñan roles fundamentales en el cuidado de los pequeños pacientes del Instituto Nacional de Salud del Niño (INSN) de Breña.
Estas madres de familia no solo resaltan por su profesionalismo y dedicación en el área de la salud, sino que también equilibran sus responsabilidades laborales con el amor y la atención que brindan a sus propios hijos.
“TODOS SON MIS HIJOS”
Cuando la doctora María Ysabel Acosta era una niña supo que quería ejercer esta profesión porque veía como héroes a los médicos que la curaban las reiteradas veces que llegaba por alguna dolencia -nada crónico- al hospital Militar. Sin embargo, transcurrido los años y cumpliendo diferentes roles como madre, mujer y profesional, ocurrió una situación menos frecuente que la puso en el papel de paciente y sacó a flote su fortaleza y valentía durante su tratamiento. “Me diagnosticaron con cáncer de mama en el 2017. Fue bastante duro. Aprendí que mi salud es lo más importante”, dijo.
Acosta Gali, egresada de la carrera de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), contó que siempre le agradó atender a los niños por lo que desde 1987 hasta la actualidad trabaja en el INSN de Breña.
Ella, con 67 años, y en sus más de 30 años de trayectoria en el instituto, ha ocupado la jefatura de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) (2010-2017) y en la actualidad lidera el Departamento de Emergencias de Áreas Críticas. También fundó la Unidad de Cuidados Intermedios del INSN, en enero del 2023.
La doctora - madre de Elizabeth y Mariela, quienes son urólogas y radican en el extranjero- aseguró encariñarse con sus pacientes. “Todos son mis hijos. Los niños son los más lindos del mundo. Me gusta mucho trabajar con ellos. Son tiernos, cálidos y sinceros, y que de pronto requieren de mucha ayuda por lo que una tiene que ser más acuciosa. Soy bien meticulosa. Llega uno por dolor de barriga, y lo reviso desde la punta del cabello hasta la punta del pie, y descubro cosas que nadie le ha detectado”, señaló. Sin embargo, dijo que existe el caso de un niño que la marcó.
“Tenía 8 años y venía de Neumología. Era hijo único de una madre soltera, y paciente crónico con una enfermedad neumológica terminal. Él aprendió a sacar recursos de su enfermedad: con las conexiones del suero hacía llaveros con forma de pescadito. No había manera de que le dijeras que no a ese niño cuando los vendía. Un día le dijo a su mamá: ‘tienes que aprender a hacer pescaditos, yo te voy a enseñar, porque cuando no esté, ¿de qué vas a vivir?’. Creo que lloré dos horas en el baño porque no sé de dónde sacó tanta valentía, entereza y madurez para que a esa edad supiera que se va a morir y le dijera a su mamá cómo sobrevivir. Falleció en UCI”, contó. Para Acosta Gali fue una historia que la impresionó, pero le recordó la importancia de su labor como profesional en el cuidado de los pequeños.
“ME VEN COMO UNA MADRE”
Un programa de televisión que mostraba varias historias dentro de un hospital fue lo que motivó a Juana La Rosa Solórzano, con tan solo 14 años, a querer ser enfermera. Ella inició sus estudios en la Escuela de Enfermeras del exhospital del Niño, y desde 1983 comenzó a trabajar en el lugar deseado. La licenciada en Enfermería pasó por varios servicios (Emergencias, Medicina, Cirugía, Medicina A, B, C y D) hasta que llegó el momento donde destacó por su profesionalismo: fue designada como jefa de Enfermería de la Unidad de Neonatología. En la actualidad trabaja en el Servicio de Vacunación del INSN.
Durante su estadía en Neonatología, la enfermera pediátrica logró conocer a detalle el mundo de los recién nacidos donde demostró su tacto maternal con los pacientes, colegas y de forma paralela cuidar de sus dos hijas Johana y Grecia, quienes en muchas oportunidades la acompañaron en el trabajo.
“Al inicio de la carrera una bebita morenita fue abandonada por sus padres en el hospital. Se le agarró mucho cariño. Ella tocó mi corazón por la necesidad que tenía de un calor maternal. Estuvo varios meses aquí y fue bautizada siendo yo la madrina”, contó.
Otro caso fue el de Jonathan. “Es un paciente con múltiples malformaciones en sus miembros que se quedó en el servicio de Neonatología por cuatro años. Tocó el corazón de todo el personal. Era el engreído. Decían ‘no va hablar’ o ‘no va a escuchar’, pero sí escuchaba y empezó a hablar, no perfectamente, pero sí se dejaba entender. El día que se fue todos lloramos. Todos los años se le va a visitar. Su cumpleaños es el 19 de diciembre”, relató.
Juanita, además, narró que no solo ha sido considerada mamá para sus hijas y sus pacientes sino también por sus compañeras de trabajo con quienes ha compartido experiencias en sus más de 40 años. “Me comentan algunas colegas o técnicas mayores que yo, que me ven como una madre”, señaló.
“LOS MÁS PEQUEÑOS ME DICEN MAMÁ”
La fisioterapeuta Carol Gorritti es muestra de que si uno se aventura puede conseguir grandes resultados en lo profesional. Ella estudió la carrera de Tecnología Médica en la Universidad Nacional Federico Villarreal (UNFV), en la especialidad de terapia física y rehabilitación, porque desde muy joven quiso esa profesión y que inclusive la llevó a no cursar Medicina. “Estuve menos de un mes en otra universidad, preferí lo otro”, acotó.
De esta manera, a sus 26 años ingresó con entusiasmo a trabajar en el Área de Rehabilitación del INSN, donde también hizo sus prácticas; sin embargo, no esperaba lo que el destino le tenía preparado: fue enviada a trabajar con pacientes quemados. “No existía esa especialidad en la universidad por lo que nunca había tomado clases. Me dijeron que me iban a capacitar y que si aguantaba una semana completa en la sala de curaciones me quedaba. Había varios terapeutas que se iban, pero yo me fui quedando”, relató. En la actualidad, la fisioterapeuta, de 58 años, forma parte del Servicio de Cirugía Plástica y Quemados y del Servicio de Medicina Física y Rehabilitación del INSN.
De esta manera, atiende curaciones y brinda terapia a bebés, niños y adolescentes que sufrieron quemaduras y ve con satisfacción cuando el menor de edad logra el resultado esperado tras un tratamiento médico quirúrgico, logrando así que se reinserte a la sociedad.
Dijo tener un cariño especial por todos sus pacientes sin diferencias. “A cada uno se le tiene que dar su espacio e interés. No es que te encariñas con uno. Aquí son graciosos porque vienen y me dicen: doctora, tía, vecina o madrina. Tú le tienes que aceptar todo. Los más pequeños me dicen mamá”, comenta entre risas.
Dentro de su avance profesional, a Gorritti la acompaña su hija Kelly, quien desde muy pequeña se involucró en las atenciones a pacientes quemados pues observaba a su madre trabajar. Su heredera se inclinó por la Psicología y, a la fecha, apoya en diversas actividades que se realizan para los pacientes. De esta manera refleja la admiración por la labor de su madre.
“MUCHO AMOR POR LOS PACIENTES”
“Siempre pienso en el paciente como si fuese mi familiar”, afirma la Técnica de Enfermería, Ana María Chiquillán, quien pese a tener una niñez y adolescencia difícil al carecer del cariño de una madre, ve que el buen trato a las personas trae recompensas en todos los aspectos. En los próximos meses, la profesional de la salud, de 69 años, celebrará su cese al cargo por su enorme entrega a este centro pediátrico.
Sobre su inicio en el mundo de la salud, Chiquillán Arana contó que no tuvo oportunidad para postular a Enfermería por los escasos recursos; sin embargo, una amiga le pasó la voz sobre una postulación al Instituto de Protección Materno Infantil (IMPROMI) donde logró una vacante para estudiar y posteriormente trabajar en la sede de Chorrillos, y luego en el exhospital del Niño. “Cuando ingresé, me arrodillé y dije ‘Gracias, padre bendito’. No estoy sola, tú estás conmigo”, dijo.
Ana María comenzó por Emergencias en el INSN y terminará su trayectoria en esta misma área pese a que rotó por otras: Cirugía, Cardiología y Medicina D. “La mayoría dice que Emergencias es el castigo porque se trabaja duro, pero para mí no es así. Aquí el tiempo se pasa volando y uno se acostumbra a su vida activa. Así soy en mi casa, todo lo hago rápido. Me dicen ‘correcaminos’”, narró con su amplia sonrisa y suave voz.
La técnica -quien día a día la acompañan filas de papeles con historias de menores y material médico estrictamente ordenados- comenta que siempre busca la manera de tener contacto con los pequeños para darles ánimos de seguir adelante o para sacarles una sonrisa cuando están muy tristes o adoloridos. En paralelo es madre de Lesly e Isaac, a quienes logró solventarles la carrera en universidades particulares.
“Con una paciente de 12 años cardiología me encariñé. Ella me decía: ‘Yo sé que me van a operar, y ya no voy a volver. Sé que me voy a morir por eso he llamado a mi hermana para que se haga cargo de mi papá y mamá. Usted es buena persona, le va ir muy bien y tiene mucho amor por los pacientes. La quiero mucho como si fuera mi familia’”, recordó. La técnica guarda en su memoria aquella historia con esa pequeña que le sirve de impulso para su trabajo diario y su valor como mamá.