Tenía un alias demasiado cristiano y una vida maligna. 'Vaticano' era el diablo. Por lo menos para el Gobierno del Perú –que lo buscaba por aire, mar y selva-, el de Colombia, la CÍA y para el grupo de inteligencia antinarcóticos de la DEA, en Estados Unidos. También para ese potencial mercado que consumía entre 300 y 450 toneladas de pasta básica de cocaína, la cifra estimada para 1991, cuando Demetrio Chávez Peñaherrera, 'Vaticano', ya era definido como el jefe del narcotráfico más importante del valle del Huallaga. Vaticano era el diablo: su imperio producía suficiente droga como para tratar de tú a otro gánster del negocio: Pablo Escobar. Para intercambiar saludos y avionetas con coca.
Ese era el tamaño de Chávez Peñaherrera, que esta tarde, 22 años de condena después, saldrá de prisión. Él será libre, nosotros quién sabe.
Cayó el 13 de enero de 1994, cuando algunos en sus casas todavía no habían desarmado el árbol de Navidad. Ni en el instante de su captura dejó de portarse como lo que creía ser, el dueño del mundo: “El narcotraficante peruano Demetrio Limonier Chávez Peñaherrera fue capturado hoy por la policía de Colombia, tras intentar sobornar con un millón de dólares a los agentes que realizaron el operativo para que lo dejaran huir”, decía el cable de la agencia Reuters, uno de los primeros que llegó a la redacción de El Comercio ese enero. Tenía 39 años, el pelo muy corto y una camisa sudada que ni los 400 millones de dólares de fortuna estimada por la Dirandro pudo cambiar. Ambicioso, Chávez Peñaherrera estaba en absoluto apogeo y en plena etapa de -digámoslo así- 'internacionalización': había construido cerca a Caballococha, frontera con Colombia y Brasil, margen izquierda del río Yavarí, un gigantesco laboratorio para el procesamiento de clorhidrato de cocaína, una pista de aterrizaje de unos mil 500 metros de largo, una casa-vivienda, almacén de alimentos y alrededor de un millón de dólares en insumos químicos.
Es decir, un imperio nuevo.
Expulsado de Colombia, fue acusado por el delito de traición a la patria y le dictaron cadena perpetua en el Perú. Los siete primeros años purgó condena en la Base Naval del Callao junto a Abimael Guzmán y, más tarde, con su ex amigo Vladimiro Montesinos, en la prisión que él mismo construyó. Tras la caída del régimen fujimorista, fue acusado narcotráfico y condenado a 27 años de prisión. Luego, reducida a 22. Esos tristes 22 se acabaron hoy. (function(d, s, id) { var js, fjs = d.getElementsByTagName(s)[0]; if (d.getElementById(id)) return; js = d.createElement(s); js.id = id; js.src = “//connect.facebook.net/es_LA/sdk.js#xfbml=1&version=v2.3”; fjs.parentNode.insertBefore(js, fjs);}(document, 'script', 'facebook-jssdk'));
Demetrio Chávez Peñaherrera, alias #Vaticano, fue considerado el capo de la droga más importante de los años 90 y estuvo a punto de crear el primer cártel de la droga peruano. Denunció que Montesinos le pedía millonarios cupos para operar en el Alto Huallaga e incluso, aseguró que le 'lavaron el cerebro' para que cambie esta declaración. Aquí te contamos todo sobre la vida del narcotraficante que saldrá en libertad esta tarde ► https://bit.ly/1OrdueZPosted by Diario El Comercio (Perú) on miércoles, 13 de enero de 2016
Pero Vaticano no era solo Vaticano. “Polvo en el Viento”, el libro del periodista Hugo Coya que más se ha acercado a definir al personaje que era Chávez Peñaherrera, ha encontrado otros alias. Algunos más bien domésticos (Gerónimo, Loco Limonier, Patrón), otros sofisticados (Garrincha, Coca Loca, Irak) y un par, más cercanos a sus días en la selva del Perú, cuando era el narcotraficante más buscado del país: Sadam o Al Capone.
Queda por saber quién es hoy Demetrio Chávez Peñaherrera. Un hombre curado de esos negocios, o alguien que extrañó algunos de sus alias más macabros. Lo vamos a saber pronto.