Ayer, viernes 21 de abril, Andrés Roca Rey logró conquistar la plaza de Sevilla que se rindió incondicionalmente a su entrega y a su arrebatada forma de jugarse la vida sin cuento ni trampa. Ofrendó su vida; la puso a disposición de los dos toros que lidió, pero especialmente ante el sexto de la tarde, en el que se jugaba —a cara o cruz— la posibilidad de salir en hombros por la mítica Puerta del Príncipe de la Maestranza.
La de Sevilla era, hasta ayer, la única plaza importante del mundo que se le resistía al peruano; el último bastión de la tauromaquia que le faltaba ver caer ante sus pies. El Gran Capitán del toreo estaba dispuesto a conquistarla a sangre o fuego y lo logró poniendo en riesgo su vida. Hete aquí la ética del toreo; el diestro gana el derecho a matar a su enemigo solo si pone su vida, a pecho descubierto, a disposición del cornúpeta.
Si Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, conquistó Nápoles y rindió cuenta, despreocupadamente, de sus gastos a Fernando de Aragón diciendo “Cien millones de ducados en picos, palas y azadones para enterrar a los muertos del enemigo”, Andrés Roca Rey, Gran Capitán de la tauromaquia, podría decir “Cien millones de aficionados he ganado para enterrar a las figuras del toreo y luego, conquistar Sevilla”.
Gran expectativa
La Maestranza estaba llena hasta la bandera. Diego Urdiales, José María Manzanares y Roca Rey se enfrentaron a una corrida de Núñez del Cuvillo.
Urdiales, a quien Curro Romero elogió y engrió muchas veces —para sorpresa del propio Urdiales— por la pureza de su toreo, atrajo a una parte pequeña del público sevillano, siempre deseosa de poder descubrir qué vio el Faraón de Camas en este breve torero de Arnedo, en la Rioja, tan por encima de Despeñaperros, el paso que separa Andalucía de la meseta castellana; recordemos que los andaluces dicen que de Despeñaperros para abajo se torea —con arte, se entiende— y que de allí para arriba, se trabaja en el ruedo. ¿Un riojano con arte y pureza? Bueno, si lo dice Curro, el gran pontífice de la tauromaquia sevillana, algo tendrá Urdiales.
Manzanares siempre genera expectativa en Sevilla y una porción algo mayor de público acudió a verlo a él y a su estético sentido del toreo, recordando que hace 12 años indultó, en Sevilla, a Arrojado un cuvillo notabilísimo.
Pero no cabe duda ninguna de que el impresionante lleno que lucían los tendidos se debía a Andrés Roca Rey, el diestro más taquillero actualmente, cuya ansia por abrir la Puerta del Príncipe de la Maestranza y salir en hombros de esta plaza histórica era conocida por todos los aficionados que llegaron a su localidad preguntándose si ayer, por fin, lo lograría. Para ello tendría que obtener tres orejas.
Los toros
En la corrida del domingo de Resurrección, del 9 de abril, también se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo, cuyo juego y fuerza dejaron mucho que desear. Más aún; salvo el quinto, al que El Juli cortó una oreja a pesar de una estocada que cayó baja, arruinaron la corrida y dejaron a Morante y a Roca Rey sin opción ninguna.
Sin embargo, es una ganadería que usualmente ha dado lugar a corridas memorables en Sevilla. ¿Serían mejores estos cuvillos que los del día 9?
Siendo el juego del ganado determinante para el éxito de una corrida, la pregunta no solo era pertinente, sino de crucial importancia.
Para no repetirnos en la reseña de los seis astados, diremos que los tres diestros, previendo que tendrían poca fuerza y raza muy justa, los picaron lo mínimo indispensable para simular los dos puyazos necesarios en plazas de primera categoría. Más que puyazos fueron breves picotazos y a pesar de ello, varios claudicaron y no pudieron llegar en las mejores condiciones, ni con recorrido suficiente al último tercio, el de muleta.
El primero de la tarde, desde que apareció en el ruedo, se quedaba debajo del torero, sin culminar los lances. En la muleta, aquello se agravó y no embistió por ningún pitón.
El cuarto, segundo del lote de Urdiales, fue algo mejor. Se enceló en el peto en el primer encuentro con el caballo y en el segundo recibió un muy breve picotazo. En la muleta solo tuvo dos series lucidas. Luego echó la cara arriba, al final de cada muletazo, denotando su escasa fuerza. Terminó defendiéndose más que embistiendo.
El segundo, primero de Manzanares, recargó en el caballo y en el segundo picotazo se durmió en el peto. Fue brusco y tuvo dos velocidades; una vez embarcado en la muleta aceleraba la embestida y echaba la cara arriba al culminar cada pase. Además, acometió bruscamente y por sus dificultades transmitió algo de emoción.
El quinto, segundo de Manzanares, salió de toriles como si ya lo hubieran picado. Se comportó deficientemente en el caballo y en la muleta mostró un buen lado derecho, mientras que el izquierdo fue más complicado.
El tercero, primero del lote de Roca Rey, casi no se picó. En la muleta se recostaba por el lado derecho, aunque tuvo un pitón izquierdo aceptable. Al final de la faena se defendió más que embistió.
El sexto sólo recibió dos breves picotazos sin emplearse en el caballo. Fue a más en banderillas y tuvo un buen fondo en la muleta y recorrido suficiente, aunque por momentos protestaba; trompicó varias veces a su matador.
En conjunto, hubo algunos toros que sirvieron, pero la corrida no fue un dechado de bravura y mucho menos de fuerza. Se nota que el hierro ha decaído desde que el hijo del ganadero se apartó para formar su propia ganadería.
Son toros que no le convienen a Roca Rey, que requiere astados con más brío y bravura. Ello le confiere más mérito al peruano, capaz de triunfar —con mucha inteligencia— ante toros como los de Núñez del Cuvillo.
Urdiales
Su primer toro no tuvo posibilidades de lucimiento y el riojano abrevió.
Se veía que el cuarto tampoco duraría mucho y Urdiales se equivocó al iniciar la faena con ayudados por alto y luego con doblones, para llevarlo al tercio, en vez de ponerse a torear en redondo, sin probaturas ni tanteos, para aprovechar al máximo los pocos muletazos que el toro le regaló. Hubo muy buenos derechazos de mano baja y una serie de naturales, en la que el cuvillo se desfondó y se aplomó. Así quedó interrumpida la faena, que le supo a muy poco a los aficionados. De haberlo aprovechado en una faena breve pero intensa, otra hubiera sido la historia.
El viento, ciertamente molestó toda la tarde, lo que ofuscó a Urdiales, quien hizo menos de lo que debía, en vez de sobreponerse a la dificultad que representaba la molesta brisa que le movía las telas. Una corrida de tanta importancia ameritaba un esfuerzo adicional.
Manzanares
El segundo tuvo un buen lado derecho, lo que Manzanares aprovechó. Lo lidió en el tercio pues en los medios el viento molestaba mucho. La faena fue un compendio de técnica y estética; derechazos dominadores sobreponiéndose a la para nada fácil embestida, rematados por soberbios pases de pecho. Por el lado izquierdo solo hubo una serie, pero era el lado menos bueno del toro, aunque el que más emoción transmitía. Varios pinchazos disiparon cualquier posibilidad de que se le ovacionase.
El quinto llegó a la muleta echando la cara arriba al final de cada muletazo. Manzanares lo llevó a los medios, a pesar del molesto viento que soplaba allí. La faena tuvo momentos de gran belleza y, al mismo tiempo, dominio de la técnica para someter al toro. Hubo magníficos derechazos, sobresalientes naturales y soberbios pases de pecho enroscándose al toro alrededor de sí mismo. El cuvillo no era fácil; protestaba y se defendía, pero el alicantino lo logró meter en muleta, transmitiendo emoción. Un feo metisaca, un pinchazo hondo e innumerables descabellos desvanecieron cualquier posibilidad de cortar una oreja.
Roca Rey
Al tercero, previendo que durase poco en la muleta, lo empezó a torear en redondo sin probaturas de ningún tipo. El toro se arrancaba de largo y galopaba, lo que permitió transmitir emoción en las primeras series con la derecha. Al tercer muletazo se recostaba hacia el peruano, pero este, impávido, aguantó las tarascadas del astado. Sonó la música. Los naturales fueron muy buenos. La faena fue una lección de temple, dominio técnico, colocación y mucho valor. La estocada quedó desprendida, cosa rara en Andrés, pero la petición mayoritaria obligó a que el presidente concediera la primera oreja de la tarde.
El sexto era en el que Roca Rey debía jugársela para abrir la ansiada Puerta del Príncipe. Necesitaba cortar dos orejas. Tomó la muleta, lo brindó al público. Se fue al tercio y con las dos rodillas en tierra le dio dos pases por alto y luego —aún de rodillas— dos cambiados por la espalda, jugándose la cornada, clavado en la arena, a merced del astado. La ovación fue ensordecedora y la música empezó a sonar. De pie, en los medios, otro cambiado por la espalda y una serie de buenos derechazos, obligando al toro a ir por donde quería el torero. Al astado le costaba embestir en redondo, pero la firmeza y el temple poderoso de Andrés lo obligó a seguir la muleta enroscándoselo y girando alrededor de él, en derechazos muy ligados, de mano baja, rematados por un natural. La vibrante faena fue breve pero muy intensa. Se perfiló muy en corto y esperó un instante a que el toro metiese la cara en la muleta, para dejar un soberbio estoconazo al volapié de efecto fulminante.
La apoteosis en los tendidos, las ensordecedoras ovaciones, los pañuelos y la petición de dos orejas, que el presidente concedió casi de inmediato.
¡Por fin, el tan anhelado triunfo en Sevilla! ¡Por fin, la Puerta del Príncipe abierta de par en par para que la traspasase un peruano con cualidades taurinas sobresalientes y con una ambición que solo tienen las verdaderas figuras del toreo!
Ya cayeron todas las plazas importantes del mundo, rendidas a los pies del Gran Capitán del torero.
Resumen de la corrida
- Plaza de la Real Maestranza de Sevilla
- Viernes 21 de abril de 2023
- Toros de Núñez del Cuvillo
- Diego Urdiales (España), de caña y azabache: silencio en ambos.
- José María Manzanares (España), de corinto y oro: palmas y silencio tras un aviso.
- Andrés Roca Rey (Perú), de azul y oro: oreja y dos orejas
- El diestro peruano salió en hombros por la Puerta del Príncipe.
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